Naufragando, como un mendigo, al píe de la pantalla del televisor, accedo a un canal donde se tertulia. El jefe de opinión de un periódico conservador opina sobre la dimisión del Papa. Sus argumentos le llevan a un punto de éxtasis. Su ponderación admirativa acerca de la figura del ciudadano Aloisius Ratzinger le llevan a la cercanía del orgasmo.
Los tertulianos se dejan caer por la pendiente. Demostraciones de fe, adhesión inquebrantable, ditirambos y cascotes desprendidos de oveja llenan las ondas, la pantalla, y éter por las fauces abiertas del fanatismo.
Parece ser que la causa y origen de tales demostraciones es que el antiguo militante de las Juventudes Hitlerianas ha tenido el gesto –tan inusual- de dimitir. Nadie se acuerda de los mil y un casos de pederastia no resuelta, silenciada u ocultada, soslayada y tolerada.
Pongo otros canales y vamos de lo mismo. Una pléyade de opinadores a sueldo, que no han movido una tecla para valorar, censurar o molestarse por los centenares de miles de ciudadanos desahuciados de esta desgraciada llamada “Estado”, están a punto de lágrima porque un anciano de 85 años ha decidido llevar el marcapasos de su corazón a un huerto de limoneros.
Estoy convencido de que regresamos a la Edad Media. Entre tanta oveja, sobre o cabrón, estamos a punto de convertimos en serpiente alada, hidra, dragón, gárgola o basilisco de alguna catedral gótica.
Con todas sus piedras podridas, con el fanatismo de una secta, con la idiosia de un siervo de la gleba, nuestra sociedad se desangra. El último estertor de los mercados, la última encíclica de los cardenales de la banca, el último monstruo emanado del FMI o del BCE, establecen su nuevo orden moral: todos gilipollas y llorando porque un Papa dimite.
La nueva Edad Media está ahí. Compre usted un periódico conservador y tendrá 80 de las 120 páginas de su edición dedicadas al Papa o al papado. La naturaleza humana va del “alfa” al “omega”, de ser un simple “pelotas de redacción” a la gilipollez absoluta y extrema.
De momento, todavía no han organizado un “Auto de Fe”, pero las piras ya están preparadas y eso que, aseguran, que será el Espíritu Santo en forma de paloma el que alumbre la elección indirecta del nuevo pontífice.
Bueno, me voy que tengo preparar el sofrito para un arroz y no sea que me equivoque de paloma.