Revista Psicología
La vida parece unacuesta empinada que subir, la cual nos depara sufrimientos,decepciones, empresas imposibles. Para sobrellevarla, utilizamos tresmodos de sostén como paliativos: distracciones poderosas, que noshacen ver la vida en tintes dorados (como por ejemplo la actividadcientífica), satisfacciones sustitutivas, como el arte y, porúltimo, los narcóticos, que modifican nuestro quimismo parahacernos insensibles a los sufrimientos de la vida. Dentro de la vanidadantropocéntrica o ese narcisismo del ser humano, se plantea elobjeto de su vida, cuál es su valor y es la religión la que loplantea. Hay una cuestión en la que los fines y propósitos de todosujeto se unen en un punto: sostenerse sobre las crines del caballoalado de la felicidad. El homnbre, en su incesante caminar sobre lasinsondables mareas, aspira unirse a ella, como amantes con lazoinmortal, guiar sus conductas, su existencia, conforme a dos manerasde afrontar su realidad: evitar el dolor y el displacer yexperimentar intensas sensaciones placenteras. ¿En el arte de vivir,hay un ideal de felicidad? El anhelo de la persistencia de unasituación, bien podríamos tildarla de ello. ¿Pero no nos envuelvesólo acaso una sensación de tibio bienestar? En el contraste, esdonde gozamos y fenómenos episódicos de felicidad nos lo brinda lasatisfacción de necesidades acumuladas que han alcanzado ciertaelevación. He aquí las pinceladas del principio del placer, que hade tornarse para la persona en principio de realidad cuando lasatisfacción ilimitada de todas las necesidades significa preferirel placer a la prudencia. Si el escapar de ladesgracia y del sufrimiento, hace sumir a la persona en un halo defelicidad más que incluso la sensación del logro del placer, cabemencionar cuáles son los designios por los que subvierte alsufrimiento el ser humano: el propio cuerpo (destinado a sumirse a sudeterioro), el mundo exterior y las relaciones con otros humanos. Como métodos paraevitar la embestida atemporal del sufrimiento y sumirlo en un halo dereposada felicidad, se encuentra un aislamiento voluntario, tanto delas relaciones humanas como del exterior, que en la pasividad de lasformas, puede correr el riesgo de convertirse en un ermitaño quevuelve la espalda a este mundo, donde la realidad se convierte es elpeor enemigo. Se deja abandonar por la locura de su propioimaginario, donde no hay cabida a construir un nuevo mundo ysustituir aquello que no tolera por algo más acorde a sus propiosdeseos. Pensar que elsufrimiento no es más que una sensación, en tanto que sólo existeporque lo sentimos, lleva al individuo a las más variadasintoxicaciones donde el fin es impedir percibir estímulosdesagradables. Es una manera también de huir con torpe paso degigante de la realidad, enervando las energías necesarias paramejorar la suerte humana. Cuando el mundo exteriornos priva de la felicidad, una manera de evitar el dolor es dominarlas fuentes internas de nuestras necesidades. Ya la sabiduríaoriental y el yoga nos llevan a la quimera de la felicidad en elreposo absoluto, donde lograrla significaría abandonar otrasactividades, con la innegable limitación de las posibilidades deplacer. Sublimar, donde latécnica del artista lo lleva a acrecentar su satisfacción en arasdel placer del trabajo psíquico e intelectual, pero no hay unaprotección completa contra el sufrimiento. Hacer del amor sexual elcentro de todas las cosas, donde amar y ser amado se alza como elprototipo de nuestras apreciaciones de la felicidad,. Pero jamás noshallamos tan a merced del sufrimiento como cuando hemos perdido elobjeto amado. Gozar de la belleza delas cosas ¿nos hace olvidarnos de la miseria real? Marcar un universal defelicidad es como imponer una forma de vivir a cada individuo.Podemos obtener distintos caminos, o bien la obtención del placer, oevitar el dolor. Pero la felicidad depende, en última instancia, dela suma de la satisfacción real que se puede esperar del mundoexterior, de la medida en que se incline a independizarse de éste yde la fuerza para modificarla según nuestros deseos. Si partimos de ladefinición de Sigmund Freud de lo que es un hombre sano, aquel quees capaz de amar y trabajar ¿no es acaso eso felicidad? Latransformación de la realidad si no nos satisface, el encuentro conlos otros, donde el amor nos civiliza, nos une en el trabajo paraalcanzar el bienestar de la humanidad ¿no nos pone a salvo de laneurosis, la psicosis,la intoxicación de sustancias y nosproporciona una inestimable fuente de autoestima? Como un buen inversor, alo largo de nuestra existencia, nuestro capital ha de estardistribuido en diferentes aspectos en el transcurrir del río denuestra vida, donde soportar la incertidumbre del hecho de que eléxito jamás está asegurado, nos hará disfrutar en el camino, comoen la maravillosa metáfora del poema de Ítaca de KonstandinosKavafis: “Cuando partas hacia Ítaca, piede que tu camino sealargo, rico en aventuras y conocimiento...Lleva a Ítaca siempre entu pensamiento, llegar a ella es tu destino. No apresures el viaje,mejor que dure muchos años y viejo sea cuando a ella llegues, ricocon lo que has ganado en el camino sin espera que Ítaca terecompense. A Ítaca debes el maravilloso viaje. Sin ella no habríasemprendido el camino y ahora nada tiene para ofrecerte. Si pobre laencuentras, Ítaca no te engañó. Hoy que eres sabio, y enexperiencias rico, comprendes qué significan las Ítacas.” Lafelicidad, al fin y al cabo, es una argucia del sistema capitalista,donde en la obtención del brillo de lo establecido, suponesalcanzarla...pero el goce es una posibilidad del trabajo humano. Laura López,psicóloga-psicoanalista
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