Hoy me he levantado como Grecia: sin plan B, sin alternativa posible a un destino inmediato que pasa por la quita de la deuda, eludir la bancarrota a toda costa, seguir recortando de lo necesario y conseguir el premio, que parece ser permanecer en el euro. Mi destino es más de andar por casa: salir a la calle, soportar en mi nariz este viento helador que se cuela por las rendijas y avanza hacia el pasillo paralizando el tiempo y los sentidos. Este viento del centro de Europa trae un pensamiento único: llegar a la meta, aunque desconozca las ventajas, si las hay, y qué haré una vez allí. Me pongo el manto de lunes y en poco rato estaré caminando hacia la estación. Una vez más, los altavoces del tren anunciarán la próxima parada que, paradójicamente, será la de siempre. Un día me armaré de valor y cogeré el tren en sentido contrario, camino del sur. Manic mondays…