Una de las tentaciones que acometen a los escritores que se sumergen en la publicación de su primer libro es la de circunscribir los argumentos, las ambientaciones o los personajes a su experiencia más cercana. Es decir, teñir de proximidad o de autobiografismo unos textos que quiere presentar al público poderosos, reveladores y firmes. No es, desde luego, una condición desdeñable: basta con recordar el conocido juicio de Tolstoi acerca de que si describes bien tu aldea estás describiendo el universo en su conjunto. Pero Rubén López, que acaba de editar su primera obra con el sello MurciaLibro, ha optado por una exigencia más elevada: desplazarse argumental y espacialmente por el mundo para contarnos historias diversas sobre sus protagonistas y mostrarnos así la densidad versátil de su escritura. Unas veces, nos lleva hasta los Estados Unidos, donde un joven, aspirante al Cuerpo de Maestros, ha encontrado un trabajo con el que desea ganar algo de dinero y experiencia docente; otras veces, nos sitúa en Chile, en el desierto de Calama, donde un muchacho recibe la noticia de que ha muerto su abuelo; o en Dublín, ciudad en la que un ingeniero sin trabajo ha encontrado una colocación en un hotel; o en la Toscana, o en Brighton, o en Apulia, o en Méjico, o en Uruguay… Los protagonistas burbujean en todos los puntos del globo y encuentran en esos espacios, a miles de kilómetros de su lugar natal, un rincón en el que instalarse y, quizá, descubrirse.
Reflexiones sobre los meandros a veces durísimos que la vida nos coloca delante, añoranzas de épocas perdidas (la inocencia, la infancia, el candor eufórico de la juventud) o crónicas atribuladas del alma humana, estos relatos de Rubén López constituyen un debut magnífico, en el que conviene detenerse.