Internet ha entrado en nuestras vidas de manera imparable, proporcionando nuevas formas de trabajo, de consumo, de comunicación y, como no, de ocio. Es indudable que es una herramienta de extremada utilidad que ha transformado nuestra manera de interectuar socialmente y nos ha facilitado el acceso a cantidades ingentes de recursos e información. Sin embargo, como herramienta, puede ser útil o convertirse en un arma de doble filo si el potencial que contiene no se utiliza de manera coherente. Este extremo podría llegar a crear fuertes dependencias. Evidentemente, mientras más desarrollado e industrializado sea el país, más posibilidades tienen sus ciudadanos de verse sorprendidos por un adicción a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Simplemente por cuestión de oferta y densidad.
Unos de estos extremos de dependencia lo podemos encontrar en los hikikomori japoneses, personas que se aíslan de la vida social y como compesación desarrollan frecuentemente dependencia de los videojuegos o de otros entornos digitales. Con el fin de prevenir esta situación se ha realizado un estudio entre más de 100.000 adolescentes japoneses y el mismo demostró que casi el 10% de la muestra sufría una dependencia severa. A raíz de estos resultados, el ministerio de educación, cultura, deporte, ciencia y tecnología ha puesto en marcha un programa que consiste en pasar ocho días en un campamento libre de internet. Los participantes dormirán en cabañas y no tendrán acceso a ordenadores ni a teléfonos móviles. Estarán acompañados por animadores y psicólogos, realizarán marchas, trabajos tradicionales y reflexionarán y redactarán un plan personal de uso de internet de cara a su vuelta a la vida cotidiana.
El panorama entre los adultos tampoco es optimista, y se calcula que aproximadamente un 5% de japoneses sufre adicción a internet, un 1,5% más que en 2008. Por ello, en el país florecen clínicas y programas de desintoxicación. Desgraciadamente, el problema es fácilmente localizable en otros países desarrollados, si bien aún no han saltado las alarmas.alfonsovazquez.comciberantropólogo