La Seguridad del Estado arremete con todas sus herramientas de poder para denigrar ante la opinión pública nacional e internacional al disidente Antonio Rodiles, quien en este momento representa la espina más incómoda en la garganta de la dictadura.
Rodiles es uno de los tres coordinadores del Foro por los Derechos y Libertades que convoca ─junto a las Damas de Blanco, entre otros movimientos pro derechos humanos─ las marchas pacíficas de los domingos, promovidas con la etiqueta #TodosMarchamos, y que tanto daño provocan al régimen. Siguiendo un procedimiento pacífico habitual, una vez terminada la misa en la iglesia de Santa Rita, se reúnen en el parque Gandhi ─valga la coincidencia─ para luego recorrer la calle 26 hasta la 3°, aún sabiendo que allí los espera, domingo tras domingo, un operativo de esos a los que nos tienen acostumbrados las fuerzas represivas del clan Castro, pero, afortunadamente, todas esas violaciones represivas quedan registradas en imágenes que no dejan lugar a equívocos.
La reacción del régimen evidencia a las claras que Rodiles los golpea en el punto más neurálgico de su columna vertebral: el extremo celo con que han manejado ─en su más de medio siglo en el poder─ la disciplina social. Y como es habitual, lo primero que intentan es despojarlo de sus atributos personales, a través de bajezas, mentiras y posturas, que resultan indignantes por la cobardía con la que son urdidas. La táctica es muy conocida, pues ha sido utilizada en muchas otras ocasiones con otros opositores: elucubran este plan macabro para empañarle su imagen y, una vez sembrada la duda sobre él en los espacios mediáticos, poder encarcelarlo, pues tener a Rodiles tras las rejas es un viejo sueño por el que la policía política luchará siempre.
Esta campaña difamadora recién ha comenzado, a partir del regreso de Antonio de los Estados Unidos, donde fue invitado a intervenir en el debate del Congreso en Washington, en relación con el tema “Cuba”, tras lo cual pudo reunirse con importantes congresistas cubanoamericanos que abogan porque el gobierno de Raúl Castro respete las libertades y los derechos humanos en la isla, como condición primera para avanzar en el restablecimiento de relaciones. Vale recordar que el año pasado fue invitado por primera vez y, a su regreso, también recibió un ataque cibernético, aunque de menores proporciones.
Quienes trabajan en estas maniobras para mancillar a los activistas de los derechos humanos, planifican desmontar el Foro por los Derechos y Libertades, y para ello necesitan quitarse del camino a Rodiles, desmembrar al movimiento de las Damas de Blanco y, de ese modo, acabar con los obstáculos que se les interponen en su ambición de permanecer en el poder que detentan desde hace casi seis décadas.
No hay dudas de que, si la dictadura de los Castro reacciona de tal manera ante la figura de Antonio Rodiles, es porque este debe estar haciendo bien las cosas. La persecución a su persona es el pago por su activismo político, por su constante enfrentamiento a las injusticias que la dictadura perpetra contra los que se oponen a sus designios.
Ni las infamias con que intentan vilipendiarlo ─para orgullo suyo, en definitiva─, ni todo el ejército de secuaces que utiliza el Estado del Terror para acosarlo, serán suficientes. Ni siquiera intrigando para alcanzar espurios beneficios políticos lograrán que cambiemos nuestros criterios e ideas; por el contrario, esa sucia estrategia nos fortalece aún más en la necesidad impostergable de alcanzar un gobierno limpio y democrático.
Ángel Santiesteban-Prats
Habana, diciembre de 2015, “libertad” condicional.