Revista Diario

Campo de pruebas

Por Sergiodelmolino

Es intolerable: Pablo va a cumplir seis meses y todavía no ha salido de España. No podemos mantenerle más achatado, enclaustrado en este país de obispos y toreros. Tiene que salir por ahí.

Y eso vamos a hacer. Nos tomamos unas breves vacaciones. Al fin (largo, larguísimo suspiro de satisfacción).

Hace unos años instituimos sin darnos cuenta una tradición: viajar cada primavera a Francia. No importa el destino, pero es obligatorio pasar al menos una noche en suelo francés cada primavera.

Como toda tradición, su origen se pierde en una bruma imprecisa del amanecer de los tiempos, pero cuenta la leyenda que una botella de Burdeos y un croissant a medio masticar tuvieron algo que ver en su fundación.

El año pasado nos saltamos la costumbre, ya que la situación gestante de Cris no permitía grandes desplazamientos en coche (por eso nos fuimos a Estados Unidos, que es el país más parecido a Francia que encontramos en el mapamundi), y nos sentimos tan desolados como un sevillano en Helsinki que se pierde el Rocío y vaga por los bares de la capital finlandesa en busca de rebujitos con los que ahogar su pena.

Pero este año volvemos a las andadas, esperando que Pablo se acostumbre también a esta tradición. Aunque puede que, para cuando él sea mayor, Francia haya sido comprada por un fondo de inversores de capital de riesgo de los que se dedican a hacer rentables empresas obsoletas: deslocalizarían París, refundándolo en Bangladesh, y aplicarían una política de recortes obligando a las boulangeries a servir solo medias baguettes. O, lo que es peor: obligarían a Johnny Halli¡yday a raparse el tupé o a llevar pantalones holgados, o impondrían por ley el uso cepas californianas para elaborar Borgoña.

De todo son capaces estos depredadores.

Pero, mientras tanto, podremos seguir cultivando la tradición familiar. Este año toca la Provenza y un poquito del Languedoc. La vieja Marsella, con sus bullabesas y sus aires morunos, y el sol y la lavanda que infectaron las pupilas de los impresionistas.

Tópicos, topicazos a gogó. ¿A qué va uno a Francia si no es a sentir lo trillado, a comulgar con el lugar común? Si quisiéramos sorpresas viajaríamos a Uzbekistán.

Además, es un destino reposado y asequible para un bebé. Con los viajes con niños hay que ir como con los videojuegos: la pantalla uno es fácil, y conforme se van superando las pantallas y matando a los monstruos, la dificultad sube. Francia es una demo, un campo de pruebas.

De camino paramos en Barcelona, donde estará firmando el maestro Jacques Tardi en el Salón del Cómic. Soy muy fan de este hombre, pero entre unas cosas y otras -y un medio negociete literario que voy a aprovechar para hacer en Barna, y del que ya os daré cuenta cuando se firmen los papeles-, dudo mucho que pueda acercarme a su vera. Snif.

Ya os contaré qué tal a la vuelta, porque, aunque me llevo el portátil, estoy tan cansado que no sé si me apetecerá mucho glosar nada por el camino. Quisiera descansar de verdad, comiendo ricos platos provenzales y bebiendo vino, sin nada que me recuerde mi miserable vida de aporreateclados. La joie de vivre, mes amis.

À bientôt.


CAMPO DE PRUEBAS
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