'The Rebel' (L'Homme révolté, 1951) no es una novela, sino un ensayo; sobre filosofía política, diría yo. Camus se pregunta sobre qué dio origen a los totalitarismos del siglo XX. Se remonta en su explicación a la Revolución francesa y Saint-Just, a autores como Sade o Dostoyevsky, al romanticismo, a los terroristas rusos de finales del XIX y principios del XX, a la "muerte" de Dios y al nihilismo, a Nietzsche y su influencia, al pensamiento de Hegel y al de Marx y su interpretación posterior, a cómo el socialismo promete un paraíso, en un futuro indeterminado, fin que llega a justificar los medios más perversos. Se habla de Hitler y se habla de Stalin. Se habla del paralelismo que presentan los sistemas capitalista y socialista en el mundo bipolar de la Guerra Fría, y del peligro nuclear que pende sobre toda la humanidad. De cómo, finalmente, la revolución acaba por apartarse de las aspiraciones de la rebelión que fue su origen, traicionándola. El mismo Camus deja claro el objeto de la obra: Uno puede pensar que el período que en unos cincuenta años exilia, esclaviza o mata a setenta millones de seres humanos puede únicamente, y con razón, ser condenado. Creemos que es menester, además, comprenderlo.
Hecha la pequeña presentación del contenido, paso a transcribir uno de los mejores fragmentos de la obra -al menos para servidor. Este libro es de los que se presta a ser continuamente subrayado y/o anotado (maltratado, diría más de uno), dada la cantidad de frases y pensamientos geniales o muy destacables en que abunda. El "recorte" que os traigo se encuentra en mi edición en la página 248 y posteriores, ya casi hacia el final del libro. Se trata de una edición británica: me hice con el ensayo en una preciosa librería de viejo de Glasgow. Mi inglés no es el mejor, la traducción es un poco libre (prefiero emplear un castellano atractivo antes que realizar una sustitución literal y ajustada del verbo inglés; que a su vez es traducción del original francés, en cualquier caso), pero mantendré el "espíritu" de cada frase, sin cambiar en ningún caso la idea que Camus quiso transmitir. En fin, sin más preámbulo, habla el filósofo:
...ya es hora de decir, provisionalmente, que la más extrema forma de libertad, la libertad para matar, no es compatible con los motivos de la rebelión. La rebelión no es en ningún caso una demanda de libertad absoluta. Al contrario, la rebelión pone a la libertad absoluta en tela de juicio. El objeto de su ataque es justamente el poder ilimitado que autoriza al superior [entiéndase en la oposición amo/esclavo, propietario/obrero, etc] a violar la frontera prohibida. Lejos de demandar una independencia general, el rebelde desea el reconocimiento de que la libertad encuentra sus límites allá donde topa con el ser humano (...). El rebelde demanda indudablemente un cierto grado de libertad para sí mismo; pero en ningún caso demanda el derecho de destruir la existencia y libertad de otros. Él no humilla a nadie. La libertad que reclama, la reclama para todos; la libertad que rechaza, a todos se la niega. No se trata únicamente del esclavo contra el amo, sino también del hombre contra el mundo de esclavos y amos. (...) El poder ilimitado no es la ley única. Es en el nombre de otro valor que el rebelde afirma la imposibilidad de libertad absoluta, mientras clama para sí mismo la libertad relativa necesaria para que dicha imposibilidad sea reconocida. Toda libertad humana, en sus mismas raíces, es pues relativa. (...)
Es posible entonces afirmar que la rebelión, cuando desemboca en destrucción, es ilógica. Clamando por la unidad de la condición humana, es una fuerza de vida y no de muerte. Su más profunda lógica no es de destrucción: es una lógica de creación. (...) La pasión nihilista, sumada a la falsedad e injusticia, destruye, en su furia, estas demandas antiguas, privando a la rebelión de sus más convincentes razones. Mata, en la profunda convicción de que este mundo está dedicado a la muerte. Consecuencia de la rebelión es, al contrario, el rechazo a legitimar el asesinato ya que la rebelión es, a priori, una protesta contra la muerte. Pero si el hombre fuera capaz de introducir, enteramente por su mano, unidad en el mundo; si pudiera establecer un reino, por él mismo, de sinceridad, inocencia, y justicia: sería el mismo Dios. Si pudiera hacerse, ciertamente, ya no habrían más razones para la rebelión. Si la rebelión existe es porque la falsedad, la injusticia y la violencia forman parte de las condiciones en que el rebelde vive. No puede, por esta razón, decidir absolutamente no matar o mentir sin renunciar a su rebelión -aceptando entonces, de una vez y para siempre, la maldad y el asesinato que le rodean. Pero tampoco puede aceptar matar y mentir, desde el momento en que el razonamiento inverso que justificaría el asesinato y la violencia también destruiría la razón de su insurrección. Es por esto que el rebelde no puede nunca encontrar la paz. Conoce lo que está bien y, a pesar suyo, hace el mal. (...) En cualquier caso, si no siempre es capaz de no matar -ya sea directa o indirectamente-, siempre puede poner su convicción y pasión en trabajar por disminuir las ocasiones de asesinato a su alrededor. (...) Si finalmente se ve forzado a matar, él mismo aceptará la muerte. Fiel a sus orígenes, el rebelde demuestra mediante el sacrificio que la libertad real no es libertad para asesinar sino libertad para enfrentar la propia muerte. Al mismo tiempo, alcanza el honor en términos metafísicos. Es entonces cuando Kalyayev sube al cadalso, desde donde visiblemente muestra a todos sus camaradas el límite exacto en el cual el honor del hombre empieza y acaba*.
No está mal... En este fragmento, Camus muestra su visión ideal de lo que debería ser el rebelde y su rebelión, muy lejos de aquello en lo que históricamente la rebelión ha terminado transformándose, demasiado a menudo: un "movimiento" en el que unas élites revolucionarias se perpetúan y matan en mor de un paraíso prometido, cínicamente, sin por supuesto aceptar esos límites a su propia libertad, ni la muerte propia a cambio de la ajena. La rebelión deja de existir, deja de ser; ya no es sino voluntad de poder e imperio.
Acabo con algunas frases más, que pueden encontrarse en el libro:
Un fin que requiera medios injustos no es un fin justo. Atribuída a Karl Marx. Al menos en el momento de escribir estas líneas comulgó con el pensamiento de Camus.Si nos decidimos a rebelarnos, debe ser porque hemos aceptado que la sociedad humana tiene algún valor positivo. (...) La rebelión no puede existir sin una extraña forma de amor. Palabras de Herbert Read, en la introducción previa a la obra. Precioso.Y estas de Camus:La política no puede ser religión. De lo contrario, no es sino Inquisición.El arte y la rebelión sólo morirán con la muerte del último hombre en la tierra.La generosidad real respecto al futuro radica en dárselo todo al presente. Podríamos conectar esta sentencia con la anterior frase de Marx y situarla contra aquellos que, prometiendo el futuro paraíso terrenal, consienten -o promueven- el sufrimiento de las generaciones presentes.
En fin, un libro muy interesante. Por mi parte, me lanzo de cabeza a leer otras obras de Camus. Como pensador y escritor promete no dejar indiferente.
desde http://malditovivant.files.wordpress.com
Saludos
* El subrayado es mío.