Que se jodan los pobres. No, no es lo que debió pensar Montoro al poner en tela de juicio el informe de Cáritas Europa que deja a las claras que España es el segundo país en pobreza infantil de la Unión por detrás de Rumanía. Les habla de una original campaña que ha orquestado una ONG por las calles de Londres. La idea es brillante. Provocar para despertar conciencias aletargadas. Un hombre anuncio, como los de “Compro Oro” que pueden verse en la Gran Vía madrileña con un mensaje impactante: “Que se jodan los pobres”, “fuck the poor”.
El hombre, amable, da los buenos días, saluda y reparte folletos. Con la que está cayendo, las reacciones airadas de los transeúntes no se hacen esperar y aquel hombre se convierte, de pronto, en el puchingball humano donde descargar la furia contenida de los viandantes. Que es mucha.
Incluso un policía le llega a decir que su mensaje era ofensivo. “Las personas que han tocado fondo, lo hacen por algún motivo”, decían unos. “¿No te da vergüenza?, “¿Cómo van a trabajar si no tienen un lugar donde vivir?” o “¿qué se suponen que tengo que hacer con esto?”, replicaban otros. Los más, simplemente lo miraban con desprecio. Aquel hombre anuncio, inasequible al desaliento, continuaba: “Que se jodan los pobres. Que se jodan todos”.
El vídeo, por supuesto, ha conseguido centenares de miles de visitas desde su estreno. Pero, ¿de verdad todo vale en publicidad? Las personas que participaron sin saberlo en el viral experimentaron emociones reales. Para un anuncio.
La ONG mantiene que lo realmente inmoral es que haya gente pasando hambre, necesidad. Y que nos dé igual.
Como muestra un botón. Mismo señor. Mismo lugar. Mismo soporte. Cambio de lema. En esta ocasión, en lugar de folletos el hombre anuncio hacía sonar una hucha de monedas tintineantes. Y un cartel: “Ayude a los pobres”, help the poor. Nadie se paró.
Al final del vídeo se puede leer: “Que te importe lo suficiente para donar”. Hay que saber canalizar la ira. Y la creatividad.