Estoy en unos tiempos de mi vida donde me pregunto sobre mi mismo, como casi todos, y sobre la fealdad del tiempo, la vida y sus circunstancias. A veces quebrada pirotécnicamente con algunos hechos que me sorprenden favorablemente: son luces fugaces; voy a hablar de una de esas luces que rompen el fondo de negro que hay detrás.Escucho una interesante conferencia sobre Voltaire en el imprescindible archivo de la Fundación Juan March y llego a conocer más de su vida, de su chispeante ingenio, de sus aportaciones a un siglo, XVIII, que fue el de las luces y del despertar de una civilización cuyos valores nos llevan hasta el hoy.Recupero un cuento suyo llamado "Cándido", un clásico que trata con crítica, humor, y conocimiento contemporáneo la política, la religión y el pensamiento que trascendía su tiempo.Voltaire conjetura sobre la realidad, sosteniendo inicialmente que la situación que se vive es, aparentemente y de acuerdo al pensamiento de optimismo histórico de Leibniz, la mejor posible y todo atiende a un ejercicio de perfección imposible de mejorar, la teodicea, que se condensa en el avance del conocimiento humano, en el cuerpo de la ciencia, frente a la oscuridad anterior. En el ejercicio de la voluntad de Dios de que seamos felices y superemos nuestras cuitas y dolores hacia la perfección. Todo es efecto de esa causa primera y perfecta y todo fin tiende a esa misma perfección.Sobre esta premisa, el optimismo de Cándido, nacido noble y arrastrado por los avatares de su siglo y sus desgracias a todo tipo de lugares, circunstancias y hechos: América, Holanda, España, Lisboa durante su terremoto en 1755, Constantinopla, Venecia, Paraguay, Perú, etc intenta probar que tras cada desgracia se esconde una ventura mayor, que tras cada contratiempo vendrá una bonanza que justificaría este equilibrio perfecto. Es decir, un cuento de sesenta páginas para defender el optimismo de la vida y una especie de designio ignorado que nos aboca a algo mejor que a la realidad del sufrimiento, del pesimismo medido de la realidad de la vida.Para este ejercicio desde su Westfalia natal Candido pasa mil avatares y problemas, vive en la riqueza y en la pobreza, escapa y está a punto de morir, es engañado y apaleado y torturado para acabar el cuento llegando a una conclusión: el optimismo es imposible, la teoría insostenible, la depresión inmanejable y por tanto solo el hacer, en la forma de tener un huerto que cultivar, nos alejará de la necesidad, el aburrimiento y el vicio. Pero este alejarse de estos males capitales solo serán posible si, al tiempo, nos alejamos de ese pensar circular y viciado que nos lleva a argumentar y argumentar socavando los principios de la vida hacia el pesimismo más acendrado y no hacia una luz que no podemos ver. Una especie de "cabeza caliente para tener los pies fríos".En este diálogo aparece el maestro de Candido, Pangloss, "todo lengua", optimista irredento, y se enfrenta, con Martín, un pesimista sin reparos hasta llegar a la aparente conclusión del cuento: dedicarse a vivir la vida con sencillez y ocupación sin darle vueltas a la falta de apodíctica del pensamiento redundante con el que todos intentamos entrever los mecanismos de la vida. Es la única manera de vivir sin angustias ni dolores como los sufridos por Cándido.Esta moraleja es un muy interesante y útil ejemplo de como el pensamiento ni las cuitas han cambiado apreciablemente en tres siglos ni la solución sencilla y probable a esos dolores.
Cuentos, vida, pensamiento. Recuerdos del día de mañana.
Vínculo del ciclo de conferencias sobre Voltaire y su siglo: http://www.march.es/conferencias/anteriores/?p2=1&p3=854Cuento Cándido: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/voltaire/candido.htmImagen: http://batboyreads.blogspot.com.es/2011/04/candido-o-el-optimismo-de-voltaire.htmlDespierte el alma dormida, avive el seso e despierte.
A fin de cuenta sino pensamos y vivimos para que queremos estar.
Los pensamientos de hoy son recuerdos del mañana que tenemos hoy.