El puente romano
No nos gusta hacer muchas horas de coche del tirón, sobretodo por los niños. Marco ya lo aguanta bastante bien, aunque a ratos se ponga un poco "pesadito" con el típico cuánto falta. Pero si le das una libreta y un boli se pone a pintar y como si no hubiera niño.Carla es otro cantar. Hay veces que lo lleva genial, pero otras... Cuando no le apetece estar en el coche pues no le apetece. Y comienza a llorar y llorar y llorar. Al final hay que hacer un millón de paradas lo que ralentiza mucho el viaje. Con deciros que una vez tardamos 7 horas en ir de Alicante a Madrid. Para evitar esto procuramos que los trayectos no sean demasiado largos.
Salimos de Cabárceno con destino a Lugo ya casi de noche. Queríamos quedarnos a dormir a mitad de camino, más o menos. Realmente el trayecto no es demasiado largo, son unas cuatro horas y media pero preferíamos dormir con algo de camino adelantado en lugar de hacer el trayecto del tirón.
La pensión donde nos hospedamos
Una amiga de El Campello nos recomendó visitar Cangas de Onís si podíamos así que decidimos que esa sería la parada que haríamos. Lo malo fue que a causa del percance que tuvimos en el parque se nos hizo muchísimo más tarde de lo que esperábamos. Y claro, no es lo mismo salir sobre las seis o seis y media de la tarde, como estaba previsto, que salir casi a las nueve. Consecuencias: Pues que nos tocó conducir de noche por una zona que no conocíamos en absoluto por lo que íbamos más despacio y aun así nos perdimos un poquito porque no se veían bien algunas indicaciones. Y todo ello con Carla sin querer dormirse y teniendo que parar en cada gasolinera porque estaba pidiendo pidiendo pipí a cada rato. Finalmente llegamos a nuestro pequeño hotelito sobre las once de la noche.
En esta terracita desayunamos mientras jugaban los peques
Buscando por internet algo baratito y que estuviera bien, encontramos la pensión Los Acebos Susierra que está en las afueras, a unos 2 km del casco urbano. Me gustó mucho la imagen del edificio y lo que nos iban a cobrar. El precio de la habitación para los cuatro no llegó a 45€. Tenía una cama de matrimonio más supletoria (yo les dije que no necesitaba cuna para Carla) y su baño en la habitación. Tenían opción a desayuno en el hotel que hay justo al lado pero nosotros no lo contratamos, preferíamos desayunar en el pueblo.
Ermita de Santa Cruz
Habíamos llamado para avisar de que llegaríamos tarde y no hubo problema. Al llegar nos estaban esperando. Sólo le encontré un par de pegas: Está muy cerca de la carretera por lo que se oía algún coche. Poco, porque es una zona muy tranquila, pero alguno pasaba. Y la otra es que la pensión no está adaptada. Está localizada en la planta alta del edificio y hay que subir por una estrecha escalera. Pero el hotel contiguo sí lo está. Por lo demás estuvimos muy a gusto.
Esta es la cruz que pende del Puente Romano
A la mañana siguiente nos levantamos, nos duchamos, les dimos el desayuno a los peques (siempre llevo batidos, pequeños bricks de leche, galletitas, cereales...) pagamos y marchamos a desayunar a Cangas. Allí nos sentamos en la terraza de un bar que estaba frente a un parque infantil. Ellos se tiraban por los toboganes mientras nosotros nos tomábamos el cafelito y las tostadas tranquilamente. ¡Que rico y que bien sienta!
El famoso puente romano de Cangas de Onís
Nos acercamos a la oficina de turismo que casualmente está en un precioso edificio frente al famoso puente romano. En realidad el puente data de la época medieval pero se cree que es una reconstrucción que se hizo sobre el puente romano original. Les pedimos el planito correspondiente y comenzamos nuestro paseo.
La Casa Riera: Su interior alberga la oficina de turismo.
Vimos la ermita de Santa Cruz, en cuyo interior se guarda un dolmen funerario datado sobre el 4.000 a.C. Me hubiera gustado mucho entrar pero estaba cerrada y cómo solamente estaríamos hasta después de comer ya no nos daba tiempo.
Este es el parque que hay en la parte trasera de la oficina de turismo.
Justo detrás de la oficina de turismo hay un parque de césped y una sidrería que tiene mesas en la terraza, junto a ese césped y otras junto a la ventana que dan al mismo césped. Se trata de la sidrería La Cueva. El menú estaba muy bien de precio y de calidad. Pedimos tres menús: los niños compartieron uno porque el camarero nos dijo que eran bastante abundantes y como Carla aun come muy poquito...
Desde la terraza de la sidrería podíamos verles mientras jugaban.
En cuanto terminaron se pusieron a corretear por el jardín. No hay peligro para los peques. Bueno, para Carla sí porque es aun muy chiquitina y no hace mucho caso. Al otro lado de la zona ajardinada hay un muro que protege de caer al cauce del río. La altura es considerable y alguien pequeño puede subirse a el y caer. Es por eso que a ella había que vigilarla mucho más, pero si son más grandes la tranquilidad durante la comida era total.
Iglesia parroquial de Cangas de Onís.
Tras una mañana de tranquilos paseos, relajados desayunos y pausadas comidas cogimos el coche y nos dirigimos a Lugo. Había que aprovechar la mágica hora de la siesta. Allí nuestros amigos T. y M. nos esperaban con los brazos abiertos.
¿Os apetece ver más fotos? Os las he dejado aquí.