Acabo de dar una charla sobre dermatología en la Escuela de Arquitectura de Madrid, comparando la piel del cuerpo humano con la piel de los edificios. Uno de los temas sobre los que he hablado es el canon de belleza a lo largo de la historia, y quería compartir con vosotros un resumen de esa información.
En la prehistoria el ideal de belleza se basaba en generosos atributos: anchas caderas para facilitar el parto y grandes pechos para amamantar a las crías, tal y como se ve en las numerosas Venus encontradas en los yacimientos arqueológicos.
Con los griegos, especialmente con Pitágoras, se empezó a relacionar la belleza con las matemáticas. Ya decía Platón que en su Academia no podría entrar “nadie que no supiera geometría”.
Aquí es donde aparece el número PHI, es que el número sobre el que se basa la proporción áurea. Parece que este número (1,618…) se haya presente en todo lo armónico, tanto en la naturaleza como en las distintas obras de arte creadas por el hombre.
Ya decía Santo Tomás de Aquino que “Los sentidos se deleitan con las cosas que tienen las proporciones correctas”.
A partir del renacimiento el ideal de belleza se basaba en la mujer de grandes curvas, “rolliza”. En las Tres Gracias de Rubens se puede apreciar este ideal. Por cierto, una de ellas era su mujer, que era considerada la mujer más hermosa de Flandes.
Rubens se quedaría perplejo si asistiera a un desfile de la Pasarela Cibeles al contemplar cómo ha cambiado el ideal de belleza en la actualidad.
Una de las causantes de estos cambios en el canon de belleza fue Coco Chanel que puso de moda el estar bronceado y el ser delgado.
Los ideales de belleza iban cambiado incluso en el cine: en la posguerra era más atractiva una mujer de rasgos más duros, más andrógina, mientras que en los años 60 era considerada más atractiva una mujer más femenina y dulce.
El famoso arquitecto Le Corbusier diseñó el Modulor, defendiendo que “el hombre debe ser la medida de todas las cosas”. Definió la arquitectura como “el juego maestro, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”. Sería una definición perfecta de la Dermatología Estética.
A partir de los años 80 se desarrollaron las técnicas de cirugía estética. La famosa artista Orlan grabó las intervenciones quirúrgicas estéticas que la realizaron a ella y las vendió en su galería. Se quiso poner la frente de la Gioconda, el mentón de la Venus de Boticelli, etc.
Hoy en día parece que el canon de belleza es lo artificial. La sociedad no permite que envejezcamos rápidamente y se presiona, sobre todo a la mujer, a hacerse múltiples técnicas de rejuvenecimiento. Envejecer no se lleva sin la ayuda de la medicina. Probablemente muchas personas estarían mejor si no se hubieran operado o no se hubieran realizado determinadas técnicas estéticas.
MI OPINION PERSONAL
Creo que muchas personas son bellas aunque no se adapten a los cánones de belleza o a sofisticadas formulas matemáticas. Cada persona envejece a su manera y hay muchas formas de ser bello. Los médicos que realizamos dermatología estética debemos educar nuestra sensibilidad para detectar el potencial de belleza de cada paciente. Lo importante no es conseguir el ideal de belleza con nuestros pacientes sino hacerlos sentir bien. Ser bello es sentirse bello. Y con las técnicas modernas de rejuvenecimiento los dermatólogos podemos ayudar a nuestros pacientes a envejecer de una forma discreta y elegante.
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