No fue fácil subsistir para Cantavieja porque cartagineses, musulmanes, templarios, carlistas y maquis se la disputaron sin tener en cuenta el trabajo, sudor y esfuerzo de sus habitantes. Todos se empeñaron en convertirla en su bastión fortificado.Dicen que fue Aníbal Barca quien la llamó Cartago Vetus y ordenó construir en ella un castillo. Siglos después, Alfonso II expulsaría a los musulmanes y la anexionaría al Reino de Aragón. Cantavieja se convertiría en una gran frontera frente al poderoso reino musulmán de Valencia. Entonces, fue donada a la Orden del Temple quien la administró hasta su completa disolución. Y fue así porque los templarios se negaron a salir del Maestrazgo y se atrincheraron en el castillo.Aún quedan más huellas históricas… Cantavieja fue conocida en el siglo XIX como la ‘novia del Maestrazgo’ porque el general, Cabrera, optó por realizar lo mismo que sus antecesores dominadores y la eligió como cuartel general carlista. Aquí, alejado y escondido, el ‘Tigre del Maestrazgo’ dirigió todas sus operaciones contra el ejército isabelino. Reforzó sus murallas y ordenó fundir la artillería que utilizaban sus hombres.
Cuando paseemos por su casco histórico, su silencio nos hablará de ese acentuado sentido de la independencia que querían los templarios; de la foralidad por la que luchaban los carlistas o por esa libertad que promulgaban los maquis.
Pero Cantavieja también tuvo su aire bohemio y artístico. Fue idolatrada por Pío Baroja y Benito Pérez Galdós en alguna de sus novelas. Visión tranquila y sosegada de ese gran pintor valenciano cuyo padre era comerciante en estas tierras, Joaquín Sorolla. Con su delicadeza y sus colores nos quedamos para visitar esta bonita villa del Maestrazgo.
¿Me acompañas?Ya estuvimos visitando Mirambel, aquel pueblo propio de un escenario de película. Ahora, circulamos hacia Cantavieja contemplando un paisaje rocoso y agreste donde la soledad se siente en cada curva. Y después de estrecharse y ensancharse la carretera, de jugar en zigzag y cambiarnos continuamente la perspectiva del paisaje, de pronto, allí arriba, en lo alto de un promontorio rocoso aparece Cantavieja. Perfilada por su muralla y los restos de un castillo y un torreón circular. Pintoresca por sus casas que desafían al barranco.
Curiosamente, nos vamos acercando a ella. Sin embargo, sigue tan elevada como antes. Y parece que las paredes de su promontorio nos vayan a engullir. Pero no, porque de pronto comenzamos a ascender de una forma vertiginosa y en poca distancia, casi sin darnos cuenta, nos encontramos en la calle de entrada a su casco histórico.Habrá que abrigarse mucho si es invierno porque nos encontramos a 1. 299 metros de altitud. Buen clima para secar el jamón… ¿verdad?Entramos por la calle Mayor y nos invade una gran tranquilidad. Parece mentira que Cantavieja nos ofrezca su cara risueña y acogedora después del pasado que tuvo que soportar. A ancianos y jóvenes nos lo encontraremos dando vida a este pueblo. En un ir y venir lleno de vitalidad y energía.
Quizás te ocurra lo mismo que a mí. Lo más hermoso de Cantavieja es su Plaza Mayor. Y enseguida nos vamos a encontrar en ella. Y no va a hacer falta que preguntemos a nadie porque es la imagen que la identifica. Una plaza porticada. Un gran espacio abierto donde el Ayuntamiento y la iglesia pugnan por tener el mismo protagonismo que los soportales.
Andamos levantando el polvo del camino. ¿Por qué? Pues porque el suelo de esta plaza sigue siendo de tierra. Aquí celebran la vaquilla y las ‘tranzas’, una subasta popular donde se vende las tripas del animal al mejor postor.
En el edificio del Ayuntamiento nos llama la atención el escudo de Cantavieja. Un castillo almenado con el perfil de una anciana tocando un tambor. A cada lado de la fortificación hay un león resguardándola.
Al lado de este edificio hay una puerta con forma de arco que nos lleva a un pequeño mirador.
Regresamos sobre nuestros pasos y nos dejamos llevar por cualquiera de sus calles donde podemos contemplar tanto casas muy humildes junto a caserones con aleros típicos del mudéjar aragonés y esas rejerías tan peculiares que adornan ventanas y balcones.
Es posible que lleguemos a una pequeña ermita con ventanas de piedra tallada. Desde aquí otro mirador para contemplar las sierras del Maestrazgo que nos rodean.
Un extenso jardín nos separa de los restos del castillo. Vamos rodeando el pueblo y llegamos a un gran mirador. Desde aquí vamos a poder sentir la inmensidad del Maestrazgo. Abajo, en lo profundo del valle, aquella carretera que nos ha traído hasta aquí. Diseminadas por las montañas, algunas masías aisladas, algunas ya abandonadas.
Masías que surgieron por la dificultad que existía en labrar esta tierra. Y los masoveros decidieron dedicarse a la cría de animales, sobre todo, del cerdo. Este animal se convirtió en la esperanza para que Cantavieja no cayera en el olvido recuperando una tradición chacinera que estuvo a punto de perderse. El clima, la tradición y la mano de obra se vieron recompensados con la Denominación de Origen de Teruel para su jamón.
Aquí, en estas tierras del Maestrazgo se crían una raza especial de cerdos que producen mayor grosor de grasa. Aquí los alimentan con piensos especiales y les dejan vivir más tiempo. Luego, para curar el jamón, el aire de la sierra que sopla desde noviembre hasta marzo hace el resto. Una estrella de fuego nos lo certifica en cada pieza. Un aroma y un sabor inconfundible nos despiden de Cantavieja…
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