Revista Cultura y Ocio

Capilla de la Complutense

Por Alejandropumarino

Capilla de la Complutense

La capilla de la Universidad Complutense de Madrid fue testigo de otro ejercicio de libertad progresista, cuando varias decenas de jóvenes que no profesan la fe católica, irrumpieron en el templo, insultaron a feligreses y sacerdotes y terminaron por montar un “top less” en el altar con tintes lésbicos. Después, colgaron las fotografías en la red.

El revuelo fue mayor que lo esperado por los autores de la gamberrada y se retiraron rápidamente las imágenes, de tal modo que en esta entrada solamente se reproduce la puerta de la capilla, obviamente alejada de cualquier tipo de exceso o de ornamento, en una de cuyas paredes todavía se puede leer la opinión que merecen los católicos a los universitarios progresistas.

Parece ser que llevan a cabo planes para realizar otra “performance” de similares características en la mezquita madrileña de la M-30, o incluso llevar el espectáculo a nivel internacional, para mostrarlo en Irán, Arabia o en los templos budistas de Tailandia, aunque supondría, según la mayoría de las previsiones, un razonablemente elevado número de bajas laborales tras las primeras funciones.

La cuestión de estos vándalos no radica en defender sus ideas, si es que las tienen, sino en despreciar y hacer burla de quienes tienen fe en Cristo o quienes defienden la familia tradicional, como si tal posición resultase inadmisible o antidemocrática. Verdaderamente quienes no respetan el juego de la libertad son ellos mismos, mediante una imposición que solo tienen el valor de ejercer contra los cristianos, toda vez que los musulmanes, sin ir más lejos, serían menos tolerantes con las prácticas vejatorias de este grupo de gamberros. Llamar cerdos a curas y fieles no es un insulto, es un ejercicio de libertad de expresión, aunque uno tenga verdadera curiosidad por saber que calificativo merecería quien hiciese exactamente lo mismo, en una reunión de otra índole en la que los pseudoprogresistas estuviesen implicados. Siempre sabemos de qué lado cae la parte ancha del embudo.


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