Además de Copia certificada, hoy también se estrena Capitán América. El primer vengador, película que confirma los esfuerzos de Hollywood por ampliar la lista de superhéroes rentables para la industria del entretenimiento. Dos horas y cinco minutos dura la adaptación protagonizada por Chris Evans (actor con experiencia en cine de acción y como héroe de historieta) y dirigida por Joe Johnston, de probada trayectoria en el rubro fantástico/aventurero. En ese tiempo algunos nos preguntamos cuál será el límite de tanto reciclaje.
En principio no existe tal límite. Desde la forma, la tecnología aplicada a la imagen parece prometer una continuidad eterna, sostenida por los avances que no cesan: en esta ocasión, la informática consigue que el atlético Evans sea tan esmirriado como el indefenso Steve Rogers y tan corpulento como el Capitán América según exige el imaginario hiperbólico del comic.
No se trata simplemente de inflar músculos como hicieron con Tobey Maguire en El hombre araña. Se trata de insertar la cabeza del actor en un cuerpo púber (las primeras imágenes causan algo de impresión) y, después sí, de exagerar un poco los contornos trabajados en algún gimnasio. Ante este truco digno de un Photoshop perfeccionado, algunos nostálgicos extrañamos el esfuerzo de Christopher Reeve por esconder su anatomía cuando personificaba a Clark Kent y por exponerla cuando se convertía en Superman.
En términos de contenido, el reciclaje encuentra su sustento en la fórmula del to be continued… La sospechamos en un título que menciona a un “primer” vengador (es probable que haya otros) y en una propuesta que se inicia en nuestra época y que enseguida salta a la Segunda Guerra Mundial. En general, estos viajes al pasado incluyen un pasaje de vuelta a un presente que suele convertirse en nuevo punto de partida hacia otras aventuras (los interesados deberán esperar hasta después de los créditos finales para espiar el anticipo de la secuela cuyo estreno está previsto para 2012).
Sabemos que los comic retoman elementos de la narrativa clásica: aparición de un conflicto que pone en peligro a la Humanidad; enfrentamiento entre el Bien y el Mal encarnados en la figura del héroe y del villano; intervención de los aliados de cada rival; resolución satisfactoria del conflicto en nombre de los valores que se pretende reivindicar; intención de aleccionamiento ético y moral. Con otras palabras, el propio Stan Lee sostiene algo similar cuando comenta la decisión de estrenar en Rusia, Ucrania y Corea del Sur con el título de Primer vengador a secas, sin referencia a la nacionalidad del protagonista: “la película no está en contra de ningún grupo o país sino de las personas malas, que pueden aparecer en cualquier parte”.
A priori tamaña estructura soporta bien la práctica de la eterna actualización.
Dadas estas premisas, la cuestión del límite se revela circunscripta a apreciaciones subjetivas. En estos términos, algunos espectadores encontramos perimida la lucha entre buenos y malos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial: por lo pronto, no alcanza con imaginar un villano más ambicioso, perverso, despiadado que Adolf Hitler para renovar la remanida propaganda de los salvadores de la Democracia y la Libertad.
En todo caso, resulta más atractiva la idea de insertar un héroe de antaño en la actualidad. ¿Por qué no profundizar el problema de adaptación en el nuevo orden mundial? ¿Por qué no desafiarlo con enemigos más solapados? ¿Por qué no enfrentarlo a una realidad con más grises que negros y blancos?
Es una lástima… La recuperación del Capitán América en nuestro presente queda para el final, y sólo como promesa de lo que vendrá en 2012: más de lo mismo, aventuramos algunos escépticos.
La sensación de reciclaje indeseado también surge ante cuestiones formales. Por citar un solo ejemplo, molesta cierta reedición de La máscara en este film: además del parecido estético entre el verdadero rostro (rojo) de Johann Schmidt y el (verde) de Stanley Ipkiss, se retoma la idea de una energía supranatural que magnifica virtudes y defectos del ser humano (la oposición entre el Capitán América y su archi-enemigo evoca aquélla entre el personaje a cargo de Jim Carrey y el malvado Dorian Tyrell de Peter Greene).
Sin dudas, los efectos especiales (incluido el uso de tecnología 3D) y las intervenciones de Hugo Weaving, Stanley Tucci, Toby Jones, Tommy Lee Jones, Samuel L. Jackson y el ya mencionado -e infaltable- Stan Lee conforman el plato fuerte de esta megaproducción cinematográfica de Marvel. Por lo demás, la tolerancia a tanto reciclaje varía según cada espectador.