Revista Cultura y Ocio

Capitán América y el soldado del invierno

Publicado el 31 marzo 2014 por María Bertoni

Capitán América y el soldado del inviernoChristopher Markus y Stephen McFeely parecen haber redactado el guión de Capitán América y el soldado del invierno, atentos a los reclamos que algunos espectadores hicimos tres años atrás cuando vimos Capitán América. El primer vengador: ¿por qué no profundizar el problema de adaptación del personaje al nuevo (des)orden mundial?; ¿por qué no desafiarlo con enemigos más solapados?; ¿por qué no enfrentarlo a una realidad con más grises que negros y blancos? De hecho, el regreso cinematográfico de este otro superhéroe de Marvel se distingue por un esfuerzo de (re)contextualización más interesante que aquella primera entrega destinada a refrescar la historia del experimento humano concebido en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial para combatir a los nazis, enemigos de turno de la Libertad.

En contraste con el co-protagonismo sugerido por el título y algunos anticipos promocionales del film, el soldado del invierno aparece y habla poco en la nueva aventura de Steve Rogers. En realidad, se trata de la punta de un iceberg de proporciones enormes, irreductible al desafío de pelear contra un villano más (de turno, valga la insistencia).

A diferencia de aquel Superman que Bryan Singer intentó implantar en nuestro presente -en el presente de 2006 para ser exactos- este Capitán América enfrenta desafíos mayores a la exigencia de superar su naturaleza extemporánea. Aquí el problema no pasa por aprender a convivir con un desarrollo tecnológico y con una emancipación femenina impensables a mediados del siglo veinte. Aquí se trata de descubrir, entender y enfrentar los peligros de una sociedad global cuya dirigencia tiende a privilegiar la defensa de la Seguridad por encima de la defensa de la Libertad.

La explicación de Nick Fury sobre una maquinaria capaz de reconocer y eliminar el “ADN terrorista”, el speech de Alexander Pierce sobre la necesidad de “matar a miles para salvar millones”, la observación del propio Rogers sobre la conveniencia de castigar “después -no antes-” de cometido el crimen son algunas de las referencias explícitas a un Occidente cada vez más propenso a abolir el Estado de Derecho y a habilitar en su lugar el ejercicio de un poder policial presuntamente especializado en detectar y erradicar el Mal de manera definitiva.

Aunque presentan a los nazis como el huevo de la serpiente que hoy envenena a nuestro mundo actual (nuestras desgracias tendrían una sola causa), Markus y McFeely reconocen un detalle histórico rara vez abordado por las adaptaciones de los comics que produce Hollywood: el provecho que los Estados Unidos les sacaron a los altos mandos científicos y militares del régimen hitleriano. Que Hydra y Shield se revelen como las dos caras de una misma moneda constituye un pequeño paso para una película pero un gran paso para la industria del entretenimiento.

La inclusión de un personaje cuya memoria formateada le impide conocer/recordar su verdadera identidad y lo impulsa a atentar contra sus seres queridos también remite a una porción de pasado que compromete a los Estados Unidos, y cuyas consecuencias los argentinos padecemos aún hoy. Otra vez, sorprende un guión tan osado.

Antes que al Capitán América, los muchachos de Hydra deberían haber contratado los servicios del Batman reaccionario que Christopher y Jonathan Nolan recrearon en 2012. Difícilmente el hombre murciélago les habría escupido el asado.


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