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Capítulo 7: La belleza del Templo Dorado en Amritsar

Publicado el 23 agosto 2016 por Packandclick

Mi recorrido por el norte de la India llega ya a su fin. Pero antes de hacer las maletas y recalar en mi próximo destino, quería visitar un sitio más en Hindustán.

Había visto y oído hablar del Templo Dorado de Amritsar. ¿Lo conoces? Te cuento una anécdota de cómo llegué yo a saber de él... Resulta que este chico del que te hablé en un capítulo pasado sobre Krishna, vino a visitarme en una ocasión y decidimos ir a pasar el día a Donostia.

Tanto si eres del norte o no, imagino que sabrás que el tiempo no suele acompañarnos habitualmente.

Era un día sombrío en la capital guipuzcoana, así que para protegernos del mal tiempo, terminamos yendo a una exposición que acogía el cubo pequeño del Kursaal. La casualidad quiso que la exhibición itinerante fuera acerca de la India, y en esas andábamos recorriendo los pasillos cuando no se me ocurrió otra que preguntarle...

Yo: Oye... ¿Tú te sueles poner turbantes como éstos de aquí también?

Supe, ante su mirada atónita, que había metido la pata hasta el fondo. No sabía nada acerca de los Sikh. Ay, qué osada en la ignorancia a veces.

Pues bien, el Templo Dorado es el equivalente a la Meca para los Sikh.

¿Qué es el Sikhismo y quiénes son los Sikh?

El Sikhismo es una religión relativamente nueva, que se desarrolló al norte la India, en el estado de Punjab que limita con Pakistán, como consecuencia de la diferencia que se vivía en el país debido a las castas.

Como ya mencioné anteriormente, la India es compleja... y dentro de esa complejidad se encuentra el sistema de castas, oficialmente abolido, pero vigente en el día a día de los indios, sobre todo en las zonas rurales.

El fundador del Sikhismo, Guru Nanak, quiso acabar con este sistema ya que, en su opinión, todos los indios eran iguales ante los ojos de dios. Fue así como creó esta nueva religión igualitaria, también para las mujeres.

Dos características que hacen únicos a los Sikh son:

  1. Para eliminar la casta, que va unida al apellido de la persona, Guru Nanak estableció un apellido para los varones (Singh) y otro para las mujeres (Kaur). Así que si vas a esta zona del país, vas a ver muchos, muchísimos Singhs y muchas, muchísimas Kaurs. Y ahora espero que entiendas el porqué.
  2. Viven un modo de vida que consideran natural. Todo el cuerpo, desde la punta de la cabeza hasta los dedos de los pies, es sagrado. Por ello, nunca se cortan el vello que crece en sus cuerpos. De ahí que los hombres lleven turbante para "enroscar" su melena y una poblada barba que nunca han afeitado en su vida.

Es interesante, ¿verdad?

Sentía curiosidad por conocer este pueblo, que ha sufrido mucho a lo largo del tiempo debido a su religión. De hecho, el estado de Punjab está ahora dividido en dos; gran parte pertenece a la India, pero también tiene parte en Pakistán.

Y aunque sólo permanecí 24 hora en Amritsar, difruté mucho de su gente, su lugar sagrado, su rica comida y su animada música. ¿No conoces la música Bhangra?

Seguro que conoces esta canción de abajo:

Cuatro accesos para dar la bienvenida a gentes de todo el mundo

Quería ver el Templo Dorado al amanecer y mi guía local, la simpática y dicharachera Lazia, se mostró muy entusiasmada en enseñarme sus raíces y su orgullo Punjabi.

Llegamos hacia las siete de la mañana al camino que te lleva al Templo Dorado. Hay cuatro accesos al templo porque, en su esfuerzo por buscar la igualdad, Guru Nanak, quiso que todas las personas, sin importar su origen, raza o religión fueran bienvenidas a este lugar sagrado. Sólo hay una condición para acceder al templo; tanto hombres como mujeres deben cubrirse la cabeza, y descalzarse. Puedes verlo aquí:

Y eso hice.

El Templo se conserva inmaculado gracias a la labor desinteresada que hacen sus fieles. Cientos de personas llegan a las cuatro de la madrugada para que, de forma completamenete voluntaria, limpien el área. De hecho, cuando llegamos, aún estaban limpiando el estanque que rodea al Templo Dorado y me sorprendió la devoción con la que lo hacían.

Recorrimos todo el recinto, paseando, mientras Lazia me contaba los orígenes de la comunidad Sikh, las cualidades que los hacen únicos, la dificultad que supuso la partición de la India y Paskitán para la región del Punjab... En esas andábamis, cuando se acercó al estanque y se arrodilló para rezar.

Esperé a que terminase su oración y cuando se levantó me dijo que ya podíamos entrar en el Templo.

-¿Yo también?, le pregunté.

-Claro, recuerda que todas las personas son bienvenidas. Iremos por la línea larga para que tengas mejor acceso y puedas ver el libro sagrado.

Y yo, acostumbrada en las últimas semanas a sentir golpes y empujones cada vez que me ponía a la cola en la India, me volví a sorprender por los tranquilos que fueron aquí. Todos respetando la línea. Todo tranquilos, sin que hubiera gritos de euforia ni nada por el estilo...

Creo que en parte ese sosiego se debía al canto que se escuchaba por megafonía. Eran oraciones que transmitían tanta paz y serenidad. Como si un "flautista" de Punjab los estuviera hipnotizando a todos.

Por fin entramos y pude escuchar las oraciones en directo. Permanecimos un rato en silecio, mientras Lazia volvía a rezar.

Seguimos recorriendo el área. El sol ya bañaba el recinto y en ese momento los rayos acariciaron el Templo, que brilló más de lo habitual, como puedes ver en la foto de arriba.

Mi guía se despidió temprano. Era un día especial en la India, ya que se celebraba el festival de Rakhi, también conocido como el Festival de los Hermanos. Y ella no quiso perdérselo. Quería pasar el día con su hermano y le dije que se fuera tranquila.

Aproveché la tarde para descansar antes de despedirme de Amritsar.

Me quedé en el hotel, en la cafetería, que estaba muy tranquila a primera hora de la tarde. Estuve dos horas charlando con Sandeep, la camarera que se encontraba ahí, y creo que le debí caer bien, porque me pidió el número de teléfono y ahora todos los días me escribe para desearme un buen día y contarme cosas del hotel. A veces se le olvida que no soy india y me escribe en Hindi, y le digo que me lo tiene que traducir, pero es un encanto de chica.

Algo que me ha llamado la atención es que muchas niñas que se han cruzado en mi camino estas semanas han querido sacarse una foto conmigo. Todas han sido muy educadas y muchas venían con sus madres para pedirme permiso. Y, aprovechando, que nos habíamos sacado la foto, se ponían a hablar conmigo para entablar conversación.

Sandeep fue una chica más, pero fue especial, porque me invitó al té masala y permitió que me quedase más tiempo, incluso cuando estaban preparando el restaurante para la cena posterior.

Me despido de la India. No ha sido una visita fácil, principalmente porque he visto cosas que jamás pensé que vería en mi vida. Pero sus religiones, su historia, sus palacios y sus gentes me han llenado el corazón. Algún día volveré, no sé cuándo y no sé a qué parte del país, pero sé que mi historia con Hindustán aún no ha terminado.


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