Bandera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)
El gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, aparte de la consecución del endurecimiento de las penas contra los promotores del 23-F, tuvo otros reseñables logros. Y todo a pesar de la difícil situación nacional que le tocó afrontar, sin olvidarnos de la grave descomposición que sufría su partido. Pues Adolfo Suárez no sólo había dimitido de la presidencia del gobierno, sino también de su propia formación, la cual perdería con su marcha su principal nexo de unión.
Uno de los éxitos del último gabinete de la UCD sería nuestro ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Culminando con lo apuntado por Suárez durante su discurso de investidura en las Cortes del 30 de Marzo de 1979: “(…) Unión de Centro Democrático – es conocido de todos – es partidaria de la adhesión de España a la Alianza Atlántica por coherencia con su vocación europea y occidental. Pero entiende que nuestro ingreso en la OTAN debe plantearse, en su caso, teniendo en cuenta los condicionamientos que derivan de nuestras peculiaridades y de nuestras exigencias de seguridad, así como la necesidad de un amplio respaldo parlamentario. A esta Cámara corresponderá en su día debatir el tema, analizando con rigor e imaginación las condiciones y modalidades de esa eventual adhesión en la forma en que resulte más favorable para nuestros intereses políticos y estratégicos. Porque, en verdad, son múltiples los factores de tipo económico, militar y político que tienen que ser adecuadamente sopesados y muy variadas las soluciones posibles a que puede llegarse en cada uno de estos terrenos. (…)” Si inicialmente el PSOE enarbolaría la bandera opositora a la integración, utilizándola como arma arrojadiza durante la contienda electoral de Octubre de 1982, al llegar al poder cambiaría radicalmente su postura. El 17 de Noviembre de 1985 Felipe González aseveraría en el periódico “El País”: “Creo que los intereses de España se defienden mejor permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior valoración sobre la Alianza y sobre su funcionamiento no era correcta (…) En la Alianza, de verdad, están los países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos y mayor nivel de paz”. Incluso convocaría un referéndum, el 12 de Marzo de 1986, apoyando la permanencia y que se saldaría con un favorable resultado. El escrutinio otorgaría: un 52% de votos afirmativos, 39% en contra, 6% de papeletas en blanco y un 40% de abstenciones.
Asimismo Leopoldo Calvo Sotelo y su equipo serían los encargados de preparar las bases para la entrada en la actual Unión Europea, que se haría efectiva en 1986. Denominada en aquel entonces Comunidad Económica Europea (CEE), para pasar a llamarse posteriormente Comunidad Europea (CE) y desde 1993 Unión Europea.
Por otro lado negociarían con el PSOE el cierre del mapa autonómico, quedando conformado por las diecisiete Comunidades Autónomas hoy en día existentes. Ya bajo el gobierno socialista se aprobarían los Estatutos de Autonomía restantes. Y es que a pesar de la dura oposición ejercida por Felipe González, Leopoldo Calvo Sotelo afirmaría en Noviembre de 2006: “Echo de menos todos los días a Felipe González. El PSOE era entonces un partido de Estado y con sentido de la responsabilidad.” En cuanto a la cuestión autonómica se pronunciaría de la ulterior manera: “Sí, sin vacilaciones ni reservas mentales ni de ningún otro orden, a las autonomías (…) Pero no, claramente no, a un entendimiento ligero de las autonomías como disolución de una patria común forjada por la historia.”
Además promulgaría la controvertida ley del divorcio, lo que dividiría aún más a la ya maltrecha UCD. Organización afectada por claros síntomas de “regresión paranoide”. Fragmentación en diversos grupos, atrincherados en pequeños reinos que ya no comparten un proyecto común, sino únicamente el propio. Tendencia a la traición. Ahondamiento de las heridas, hasta convertirlas en insalvables. Imagen que fue percibida nítidamente por los ciudadanos.
En Noviembre de 1981 el líder del sector socialdemócrata, Fernández Ordóñez, abandonaría la UCD. Al arrancar 1982 varios diputados se adherirían a Alianza Popular. En Marzo otros 10 del ala socialdemócrata se aglutinarían en torno al Partido de Acción Democrática, que recalaría finalmente en el PSOE. El 29 de Julio de 1982 Adolfo Suárez fundaría el Centro Democrático y Social (CDS). Después le seguirían un grupo de democristianos creando el Partido Demócrata Popular, que concurrirá en coalición con Alianza Popular a la contienda de 1982. La originaria Alianza Popular desembocaría en 1989, luego de su refundación, en el vigente Partido Popular, donde acabarían integrándose la mayoría de los democristianos, entre los que se encontraban políticos tan conocidos del panorama actual como: Jaime Mayor Oreja o Javier Arenas. En Agosto Leopoldo Calvo Sotelo ante tan dantesco panorama determinará la disolución de las Cámaras y convocará elecciones.
El 28 de Octubre de 1982 se celebrarían los comicios generales. Los grandes derrotados serían: la UCD que pasaría de los 168 escaños de 1979 a 11, disolviéndose el 18 de Febrero de 1983; y el PCE que se quedaría con exclusivamente 4 de los 23 diputados de 1979. Sin embargo, el PSOE de los 121 parlamentarios de 1979 ascendería hasta 202. Nutriéndose de la mitad de los votos comunistas y el 30% centrista. Alianza popular se haría con otro 40% del electorado de UCD y conquistaría 107 escaños, número muy superior a los 10 obtenidos con anterioridad. Configurándose a partir de ese momento como primera fuerza opositora.
Periodo que concluiría con la consolidación de una ficticia democracia, cuyas fallas iniciales, producidas en pro de poder suturar las pasadas heridas, se han ido agrandando paulatinamente. Concluyendo en un sistema muy similar en sus usos y costumbres al de la Restauración. Donde se muestra urgente ejecutar la proclama de Maura: “La Revolución desde arriba” : “(…) España entera necesita una revolución en el gobierno radicalmente, rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que los que estén distraídos se enteren, para que nadie pueda ser indiferente y tengan que pelear hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados (…)
(…) No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo que ha que fue perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que un camino, que es la revolución audaz, la revolución temeraria desde el Gobierno, porque la temeridad es, no obra de nuestro albedrío, sino imposición histórica de los ajenos desaciertos. Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en el curso del tiempo; pero cada día que pasa, (…), es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya no quede ni ese remedio (…)”.
Porque, parafraseando a Adolfo Suárez cuando pronunció en las Cortes, el 9 de Junio de 1976, aquellos famosos versos del célebre poeta liberal de la Generación del 98, Antonio Machado:
“Está el hoy abierto al mañana.
Mañana, al infinito.
Hombres de España: ni el pasado ha muerto
ni está el mañana,
ni el ayer escrito.”