Qué sé de Superman: Que es enviado a La Tierra por sus padres para salvarlo de la destrucción de su planeta. Que es criado por una pareja de granjeros y su primera novia en su pueblo se llama Lana (creo, eso lo conozco de oidas). Que se oculta tras la identidad del periodista Clark Kent y que está enamorado de Lois Lane, su compañera del Daily Planet. Que tiene un amigo que se llama Jimmy Olsen, también periodista, y su archienemigo es Lex Luthor. C’est tout.
Atraído por las buenas críticas, y con la sospecha de que es un artefacto para fans convencidos, me acerco a All Star Superman totalmente desprovisto de cualquier bagaje previo, casi virgen. El Superman que conozco es el de Siegel y Shuster, el ingenuo y limpio justiciero de los años 40. Y eso se debe exclusivamente al encanto de esos dibujos anticuados y llenos de sabor como una pastilla de Avecrem. Ni siquiera vi en su momento con atención las películas protagonizadas por Christopher Reeves. Jamás he sido lector asíduo de tebeos de superhéroes, ni mucho menos, y en esto no soy tan diferente al general de los lectores españoles, de los personajes de DC. Recuerdo vagamente el descoyuntado Batman de Neal Adams como un espectáculo que despertaba mi curiosidad por su deslumbrante dibujo, pero que adolecía de un guión que nunca llegó a atraparme. Mis superhéroes eran Los 4 Fantásticos de Jack Kirby y el Spiderman de Steve Ditko, y siempre supe que se debía de nuevo al dibujante más que al personaje o a la historia que me contaban. Mi infancia transcurrió entre horas copiando aquellos fascinantes dibujos en hojas de papel cuadriculado para luego recortarlos y pegarlos sobre un cartón, y así poder construirme mis propias Action Figures. Oh, si hubiera puesto mis manos entonces sobre esos monigotes que se encuentran ahora desperdigados alrededor de cualquier contenedor de basuras.
Pero a lo que iba. ¿Puedo con este background disfrutar de All Star Superman? ¿Se me revela como un comic válido que se sostiene por sí mismo? ¿Está la película a la altura del libro? ¿Le interesó a alguien que no conociera a The Doors el biopic que se marcó Oliver Stone? ¿Llegó a entenderlo? Y, oigan, desde la primera página uno se da cuenta de que le están contando una historia archisabida que pone el foco sobre un icono cultural de nuestra época. Un relato lleno de elipsis en el que prácticamente todo se da por sobreentendido, pero que no va a funcionar con un desconocedor de los intríngulis del personaje. Sí, el dibujo de Frank Quitely, para mí un total desconocido al que supongo muy puesto en esto de los señores en pijama, es magnífico. Excusen una vez más que me remita a mis referentes culturales, pero a mí me recuerda al mejor Mike Kaluta, a aquel que se lució de de lo lindo en la space-opera Starstruck. Unas ilustraciones muy bien complementadas por la compañía de Jamie Grant y su embellecedor trabajo como colorista. Y sí, el guión de Grant Morrison, otro asíduo en esto de los superhéroes, me temo, está muy bien desarrollado, muy bien contado. Pero me da que me pierdo muchas cosas, especialmente con los personajes secundarios. Y acaba por no interesarme. El relato es ágil y sensible, pero lo único que quiero es que acabe y saber qué pasa.
Y ¿saben? Aún así me da que no me entero muy bien de qué ha pasado al final. All Star Superman es un relato visualmente espectacular e intuyo que emocionalmente enternecedor. Pero mis héroes, si un iconoclasta como yo puede tenerlos, son otros. Puf. No se tomen esto como una reseña. Es casi más bien una crónica sentimental. Mis disculpas.
Fran G. Lara
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