Revista Medio Ambiente

Cárabos urbanos: una historia con final feliz

Por Davidalvarez
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
A pesar del invierno tan duro que estamos pasando, a algunas especies de aves no parece importarles demasiado y se encuentran ahora en pleno periodo de cría. Una de ellas es el Cárabo común (Strix aluco), un ave nocturna de la familia de los Strigiformes que tiene un periodo de reproducción muy variable, ya que pueden hacer la puesta desde el mes de enero hasta avanzado el mes de abril.
El pollo que veis en la fotografía, ya tenía las alas completamente emplumadas, por lo que sus padres probablemente hubieran realizado la puesta a finales de diciembre o principios de enero. A esta edad, cuando aún se encuentran cubiertos de plumón, los pollos abandonan el nido y se mueven por los alrededores del mismo, y a pesar de que no pueden realizar largos vuelos, son capaces de desplazarse entre los árboles próximos, donde esperan a que los adultos los alimenten hasta acabar de completar su desarrollo.
Pero no os dejéis engañar por el aspecto de este pollo, porque no pensaríais lo mismo si lo hubierais visto unas horas antes. Seguramente su final hubiera sido muy distinto si la suerte no se hubiera cruzado en su camino.
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
Al mediodía de ayer recibí un mensaje de mi amigo Manolo Altube en el que me decía que se había encontrado un búho en medio de la calle Santa Cruz, en Uvieo, y me mandaba una fotografía hecha con el móvil en la que se podía ver que se trataba de un pollo de cárabo. Estábamos cerca, así que Jorge y yo nos acercamos hasta allí y lo encontramos empapado y asustado, atrapado tras una reja de una ventana tapiada a la altura del suelo. Seguramente se habría desorientado y habría salido del campo para meterse de lleno entre el tráfico y el asfalto.
No había tiempo que perder, porque en ese estado, sin poder salir de la trampa en la que se había metido y sufriendo el acoso de los perros y muy probablemente de más de una persona, no duraría mucho. Lo cogimos, me lo llevé a casa y llamé a unos cuantos amigos para decidir que era lo mejor que podíamos hacer.
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
Al llegar a casa lo metí en una caja de cartón bien ventilada y lo dejé en una habitación a oscuras y sin ruidos. Me puse en contacto con Gabriel, que lleva muchos años haciendo un seguimiento de las aves del Campo de San Francisco y que en más de una ocasión se había encontrado en esta misma situación. Los dos llegamos a la misma conclusión, si estaba sano había que soltarlo cuanto antes y cruzar los dedos para que sus padres lo encontraran.
A las 8 de la tarde abrí la caja y comprobé que el pollo había expulsado una egagrópila. Una buena señal, ya que confirmaba que había comido la noche anterior y que por lo tanto no llevaba mucho tiempo abandonado. También comprobé que no tenía las alas ni las patas rotas, y después de haberse secado, su aspecto era muy bueno. Así que le dije a Jacobo que se despidiera de él, cerré la caja y aprovechando que había dejado de llover me fui al Campo de San Francisco, donde había quedado con Gabriel.
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
Cuando llegue, él ya había localizado a dos de sus hermanos y a otro cárabo que parecía un adulto, así que después de buscar un árbol seguro, lo dejamos en una rama alta y confiamos en que hubiera suerte. Quiso posar para nosotros durante unos segundos y después, demostrándonos una vez más que estaba en perfecto estado de salud, comenzó a trepar hasta alcanzar una posición más elevada y sin duda más segura, a salvo de los numerosos perros que pasean a esas horas por el parque.
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
Sólo nos quedaba cruzar los dedos y confiar en que sus padres lo encontraran y bajaran a alimentarlo, así que nos alejamos y nos quedamos observando a unos cuantos metros para no molestarlos. A los pocos minutos el pollo empezó a reclamar y poco después escuchamos a sus hermanos contestar y también nos pareció escuchar a un adulto.
No tuvimos que esperar mucho más hasta que sus dos padres llegaron volando para posarse en un árbol al lado de donde habíamos dejado a nuestro pollo. Ya no teníamos nada más que hacer, así que los dejamos tranquilos y nos fuimos. Esperemos que no se vuelva a escapar de casa, porque aunque esta vez tuvo suerte y todo acabó bien, la mayoría de las veces y sobre todo en medio de la ciudad, el final suele ser muy distinto.
La aparición de pollos de cárabo y de otras aves nocturnas es algo muy frecuente, desde estas fechas hasta entrada la primavera. Y también es igual de frecuente que muchas personas, con la mejor de las intenciones, los recoja pensando que están perdidos y llame a protección civil para que los entregue a un centro de recuperación de fauna (o un sucedáneo del mismo, ya que como muchos de vosotros sabréis, en Asturies no hay ningún centro oficial, a pesar de contar con un edificio que costó cuatro millones de euros y que actualmente esta "paralizado de forma indefinida"). Evidentemente, el caso que describo en esta entrada es un caso extremo, ya que en el sitio donde estaba sus posibilidades de sobrevivir eran prácticamente nulas.
Cárabos urbanos: una historia con final feliz
Salvo que nos encontremos un pollo con un ala rota o en muy mal estado, la mejor opción es dejarlo donde estaba. Si estaba en el suelo, es conveniente subirlo a una rama de un árbol próximo para evitar que los perros u otros depredadores lo ataquen. Pronto veremos como se las arregla perfectamente para trepar y esconderse. Cuando oscurezca los padres acudirán a sus llamadas y lo seguirán alimentado.
Aún recuerdo una imagen de hace varios años, cuando en una visita a un zoo, por llamarlo de alguna manera, del que prefiero no citar su nombre, se hacinaban en un jaulón más de 30 pollos de cárabo que habían sido entregados por personas que se los habían encontrado, aparentemente perdidos. No hace falta decir el destino que les esperaba, la mayoría morirían enfermos y los supervivientes probablemente pasarían el resto de sus vidas entre barrotes ya que después de una estancia prolongada en contacto con el ser humano quedarían troquelados para siempre, y nunca podrían aprender a valerse por si mismos, ya que sus padres no habrían tenido tiempo a enseñarles a cazar.
De todas formas, ayer el día acabó muy bien, y no puedo negar que después de soltar al pequeño cárabo y ver como sus padres acudían a alimentarlo, me quedó una sonrisa de oreja a oreja que tardó tiempo en quitárseme.
¡¡Gracias Manolo!! Le salvaste la vida a un cárabo con unas pocas palabras en un mensaje
NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño. También aprovecho la ocasión para recordaros que las votaciones por el premio al mejor blog están muy reñidas y que todos los votos serán bienvenidos. Desafortunadamente y sin duda por lo farragoso del tema de la inscripción para votar, muchos de los que pensáis que habéis votado, realmente no lo habéis hecho, y lo que realmente habéis hecho ha sido  hacer click en el botón de "enviar", que lo que realmente hace es mandarme a mi un mensaje loando las virtudes del blog (????). Si queréis votar y que compute el voto, tenéis que seguir las instrucciones que colgué en este enlace, y si queréis comprobar que vuestro voto ha sido válido es muy sencillo, solo tenéis que entrar en el enlace de las votaciones y si os sale que no podéis votar a Naturaleza Cantábrica porque ya lo habéis hecho, pues entonces está claro.

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