Texto: © Carlos Navarrete Navarro
A partir de 1913, fecha en la que Azorín publicó una serie de artículos en los que utilizaba el concepto de Generación del 98 para referirse a los nuevos escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se refugiaban en el esteticismo para huir del mundo, denominados modernistas y aquellos que como Unamuno, Baroja o Azorín mostraban una actitud crítica ante la realidad, constituyendo la Generación del 98, incluyéndose dentro de este grupo también Antonio Machado y Valle-Inclán. Todos estos escritores tienen en común su actitud rebelde ante los valores burgueses, repulsa del capitalismo, desconfianza de la razón, propensión al aristocratismo intelectual y al individualismo, visión literaturizada de la vida, pesimismo, etc. En las letras europeas la sensación de tedio y hastío que caracteriza a estos escritores, también es frecuente.
Destaca en los escritores de la Generación del 98 su afán por ser originales, rayando a veces la extravagancia. Plantean una nueva escala de valores sociales y éticos, frente al mundo burgués, que aborrece la irracionalidad. En este sentido son deudores del artista Romántico. Paralelamente al gusto Romántico por épocas pasadas, aquéllos vuelven los ojos al pasado medieval o al de la Grecia antigua. Este primitivismo les hace revalorizar lo intemporal y renegar de la Historia. Muchos de ellos defienden el mito de Castilla, el neocastellanismo, también intemporal.
Este motivo les lleva a tratar en sus obras el tema de la ciudad muerta (Venecia, Brujas o Toledo); es en Toledo donde están insertas dos de las novelas más importantes de principios de siglo: Camino de perfección de Baroja y La voluntad de Azorín. Estas ciudades simbolizan la idea de la muerte y la conciencia decadente. Es el decadentismo otra característica esencial de estos escritores. Ante un mundo que exalta lo material, el escritor noventaiochesco defiende la nada como signo de rebeldía. Este decadentismo es pues otro síntoma del llamado mal del siglo: hastío vital, escepticismo, pesimismo, melancolía, etc. En consonancia, los personajes de las obras de estos autores tienden a no actuar, a contemplar la realidad (Fernando Osorio o Andrés Hurtado en las obras de Baroja) o bien a una actividad frenética que les aleje de la meditación.
Es frecuente también el tema del erotismo, expresión máxima del vitalismo, incluso cercana a veces a lo obsceno, perverso y maldito. También se sienten atraídos por lo marginal y lo exótico, sin duda buscando el alejamiento de la realidad que les ha tocado vivir. Gran parte de estos escritores, influidos por Rubén Darío y el modernismo hispanoamericano, son cosmopolitas. Junto a esta sobrevaloración de lo extranjero, hay también un gusto especial por todo lo castizo, (gitanos, toreros…) clara muestra del disgusto de estos escritores por el mundo que les rodea. Esta angustia existencial, les lleva a la búsqueda de lo trascendente más allá de lo aparente; claro ejemplo lo encontramos en el hambre de Dios unamuniano o el panteísmo de Juan Ramón Jiménez. Este anhelo de trascendencia conduce a una nueva estética: se exalta la Belleza como ideal fundamental. El arte transporta a los seres al terreno de lo ideal y el artista es partícipe, como en el Romanticismo, del poder creador del Universo. Entre todas las artes, la poesía es el arte supremo, siendo capaz de unir en sí el resto de las demás. La poesía además es un instrumento de conocimiento.
Este esteticismo debe verse también como un signo más de la rebeldía de estos escritores frente a los mitos de la sociedad burguesa y capitalista.Importante en estos escritores es la influencia del Modernismo hispanoamericano, sobre todo de Rubén Darío y la literatura francesa, más concretamente el Parnasianismo y el Simbolismo.
El parnasianismo defiende el ideal de el arte por el arte e influirá en estos escritores por su anhelo de perfección formal, por su afición al detalle y por temas como la mitología griega, el exotismo oriental o las civilizaciones antiguas. Los simbolistas pretenden ir más allá de lo aparente, con lo que la poesía se convierte en una fuente de conocimiento, que a través de los símbolos, capta una realidad diferente; de ahí la importancia que concede a la imaginación, a la intuición, a los sueños, etc. Los poetas simbolistas franceses más destacados son Stephane Mallarmé y Paul Verlaine. Son muy influyentes también en los escritores del 98 los denominados poetas malditos como Baudelaire ,Rimbaud, E.A. Poe y Oscar Wilde.
El decadentismo anteriormente citado también tiene sus raíces en Europa. Se tiene conciencia general de las postrimerías de una civilización. Muy influyentes son asímismo Bécquer, ejemplo claro de fusión entre poesía culta y poesía popular, Rosalía de Castro, Espronceda o Zorrilla.
Rasgos comunes a los escritores del 98 son su tendencia a la búsqueda de lo ideal, sus inquietudes éticas y su afición a la poesía popular, sin duda deudoras de la vinculación de dichos escritores con el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. Sus preocupaciones políticas en cambio hacen referencia a las ideas regeneracionistas, socialistas y anarquistas de fin de siglo.
En cuanto a la filosofía, Kierkegaard, Schopenhauer y sobre todo Nietzsche, dejan honda huella en todos ellos. El esteticismo y la exaltación del yo, clásicos de los noventaiochistas, están relacionados con el vitalismo de Nietzsche; ideas como la del eterno retorno, la voluntad frente a la abulia y el hombre de acción, características de la literatura de la época, son claros ejemplos de la influencia de este filósofo alemán.