Revista América Latina

Cardenal Ortega: Usted es un prisionero de conciencia

Publicado el 04 abril 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

RAUL CASTRO CARDENAL ORTEGAPero no es Usted de esos dignos hombres que cumplen prisión en Cuba por alzar su voz contra los desmanes del dictador. Es Usted prisionero de conciencia, porque su conciencia no es libre; es esclava de los designios que Raúl Castro le ha impuesto con negociaciones turbias incluso a instituciones como la Iglesia, que debería velar por sus ovejas, como hiciera Jesús, y no ser cómplice de una dictadura que atenta contra todo lo establecido por ese Dios que Usted dice representar en Cuba. Su alma fue secuestrada por su cobardía ante las presiones de la dictadura y desde entonces vive prisionero de esa doble moral que esgrimen cada día quienes viven del dolor del pueblo cubano y de la destrucción económica, social y ética de una nación como Cuba.

Usted, que fue una víctima de las siniestras UMAP, ¿puede admitir de una vez cuál es ese secreto tan bien guardado por la dictadura sobre su propia persona, que lo hace temblar y lo obliga a mantener ese silencio cómplice y a encubrir la verdad con argumentos piadosos y patrióticos de una falsedad vergonzosa?

¿Cómo pretende Usted representar a un Dios sobre cuyos mandamientos escupe cada vez que se coloca sus sacras vestiduras para hablar a nombre de un rebaño — el pueblo cubano — cuyo dolor claramente le es ajeno?

Amarás a Dios sobre todas las cosas. ¿Ama a Dios alguien que en su nombre ha traicionado a sus compatriotas avalando a tiranos que malgobiernan desde hace casi 60 años, todo por no tener el valor de rebelarse, como hicieran en su momentos dignos representantes de Dios en Cuba, a quienes, por cierto, Usted censuró, presionó y “jubiló” de sus funciones clericales por miedo a la dictadura y para conservar esa posición de privilegio que le permite vivir como solo vive la nomenclatura castrista?

No tomarás el Nombre de Dios en vano. ¿Usar y disponer su investidura sacerdotal para posicionarse contra millones de compatriotas, no es tomar el nombre de Dios en Vano? Lanzar discursos piadosos en nombre de Dios mientras se engañaba a los prisioneros durante la Primavera Negra de 2003, mintiéndoles sobre las verdaderas condiciones en que se produciría su destierro a España; mientras se mantiene un bochornoso silencio sobre las causas reales que provocan que cientos de cubanos sean devorados por los tiburones en el mar huyendo de Cuba; y mientras se hacen sucios negocios con el dictador mendigando los espacios que la iglesia católica jamás tuvo que mendigar en la historia de Cuba; eso, Cardenal Ortega, es usar el nombre de Dios en vano.

Santificarás las fiestas. Acomodar las fiestas sagradas para que sirvan de discurso legitimador de sus amos, la dinastía Castro, y utilizar esas fiestas para amansar con sermones engañosos los espíritus cada vez más rebeldes e inconformes de los cristianos cubanos, es un sacrilegio por el cual Usted deberá responder ante su Dios y ante ese pueblo que hoy mira su indignante servilismo.

Honrarás a tu padre y a tu madre. Sus padres, quienes seguramente le inculcaron (o trataron de) inculcarle los sagrados principios de la fe cristiana, deben estarse retorciendo de vergüenza en sus tumbas, horrorizados, contemplando cómo su hijo, en nombre de esos valores, se comporta como un títere a merced de los asesinos y torturadores de la Patria.

No matarás. Usted ha manchado sus manos de sangre cuando se hace cómplice del discurso con el cual el gobierno de Raúl Castro oculta al mundo la constante represión que encarcela a quienes disienten, golpea a los que se resisten a los desmanes de las fuerzas represivas, fusila a quienes se han rebelado, elimina con “accidentes” a los líderes más prestigiosos y lanza a los cubanos a una muerte segura en ese mar que alberga los cuerpos de más de veinte mil cubanos ahogados o devorados por los tiburones en estos 60 años de dictadura.

No cometerás actos impuros. Los actos impuros, esos que se dice Usted cometió y que fueron la causa de que lo encerraran en la UMAP, son igual de sucios y aberrantes para los ojos de Dios que entregar a los opositores que han buscado y buscan cobijo en su iglesia en manos de los matones a sueldo que por su cobardía logran apalearlos y encarcelarlos; sucios y aberrantes actos son también guardar silencio y obediencia ante las brutales golpizas a las nobles Damas de Blanco y ante los asesinatos selectivos como los de Laura Pollán y Oswaldo Payá, entre tantísimos otros; actos impuros son comer como no come el pueblo, viajar como no viaja el pueblo, vivir como no vive el pueblo.

No robarás. No olvide, Cardenal Ortega, que vivir del robo y la rapiña que la dictadura ha perpetrado contra 11 millones de cubanos, e intentar disfrazar con palabras suaves la dura realidad que vive un pueblo que sigue hoy siendo saqueado en nombre de cambios que sólo buscan perpetuar el poder en las manos de los mismos ladrones…, eso también es robar.

No dirás falso testimonio. Aunque la mentira más reciente sea decir que en Cuba no hay ya presos políticos, enumerar los falsos testimonios expresados por Usted en tantos años de ejercicio de su ministerio produciría un libro tan extenso como la misma Biblia.

No consentirás pensamientos ni deseos impuros. Dejando a un lado los rumores que siempre han existido sobre su inmoralidad carnal, ¿alguna vez ha intentado explicarle a los dictadores y a sus asesinos a sueldo que abusar física y sexualmente de las indefensas Damas de Blanco viola este mandamiento de Dios? ¿Ha levantado Usted su voz para denunciar los abusos sexuales que se comenten contra opositores al régimen en cárceles cubanas? ¿Ha dicho Usted a sus amos, la dinastía Castro, que por la depauperación económica, social y moral del país provocado por la pésima gestión de la dictadura son ellos los únicos responsables de las miles de violaciones y suicidios por violaciones que se producen cada año en Cuba?

No codiciarás los bienes ajenos. A Usted y a sus colegas espirituales se los ha visto encantados, eufóricos, aplaudiendo como focas amaestradas, cuando el régimen anunció que comenzaría a restituir los bienes de la iglesia. Y eso lleva a la pregunta: ¿Cuántas veces pidió a su Comandante en Jefe, a su hermano Raúl, que restituya los bienes robados al pueblo? ¿Cuántas veces ha pedido que sean devueltas las propiedades de aquellos cubanos que fueron despojados simplemente por emigrar? ¿Cómo es posible celebrar que a la iglesia católica le devuelvan, a cambio de su domesticación, algunas propiedades, mientras cientos de miles de cubanos pertenecientes al pueblo cristiano viven hacinados, en pésimas condiciones de salubridad y sobreviviendo a duras penas en un país literalmente en ruinas?

Cardenal Ortega, ¿ha perdido Usted los pocos vestigios de vergüenza que le quedaban para ser capaz de sostener que en Cuba no quedan ya presos políticos cuando instituciones y grupos opositores que Usted bien conoce han denunciado al mundo la existencia de presos políticos y, aún peor, que cada mes nuevos nombres se suman a esas listas?

CARDENAL ORTEGA CON PAPA FRANCISCO
Le recuerdo, porque sé que Usted bien lo sabe, que incluso el líder mundial de la Iglesia que Usted representa en Cuba, el Papa Francisco, conoce perfectamente el caso de Ángel Santiesteban-Prats, preso en las cárceles cubanas por alzar su voz contra el régimen en el blog “Los hijos que nadie quiso”. Su Santidad ha recibido por múltiples canales documentación que demuestra que Ángel Santiesteban-Prats es un preso político, aunque haya sido lanzado a la cárcel tras una farsa judicial por delitos comunes, como hace últimamente la dictadura con otros opositores. Aunque la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional siga dejando fuera –inexplicablemente- el nombre de este galardonado escritor preso ya desde hace dos años, la ya probada inocencia de Ángel deja claro que su caso es también político. Su Santidad Francisco, además, sabe perfectamente que el listado de presos políticos en Cuba duplica esa lista que el Vaticano preparó para el canje por asesinos convictos en Estados Unidos.

Somos conscientes de que ni usted ni sus dos jefes (el del gobierno en Cuba y el de la Iglesia en el Vaticano) tienen el más mínimo interés de devolver la libertad a ese más de medio centenar de presos políticos que se pudren en los campos de concentración cubanos, pero al menos –ya que nada hará por nadie–, tenga Usted la decencia de mantener su boca cerrada.

La Editora


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