Revista Opinión

Cardenalitis dogmática

Publicado el 19 enero 2014 por Lázaro Caldera Gómez @lassie_caldera
CARDENALITIS DOGMÁTICAClipe Stape Lewis dijo una vez que no creía que Dios quisiera exactamente que fuéramos felices, si no que fuéramos capaces de amar y de ser amados, y sobre todo que fuéramos capaces de madurar. Madurar amorosamente y sexualmente supone también hacerlo moralmente, porque subimos un escalón muy importante dentro de la sociedad: el que nos lleva a comprender los términos de nuestra privacidad más pura, la del sexo y la atracción fatal, pasional o inmoral, moralmente dicho, de lo que es el amor, y creo, de verdad, que buena parte de la moral de una sociedad está sustentada en las pasiones más irrefrenables del amor.La iglesia tiene y tendrá siempre un problema profundo de aceptar que la madurez no cabe en su diccionario si no es aceptando dogmas. Aprendemos y maduramos a base de vencer dogmas o acatarlos, sí, pero nunca a base de que nos los impongan, sino de comprobar que pueden o no ser peligrosos para nuestra condición. Que el fuego quema o que el roce contra la hoja de un cuchillo afilado nos produce dolor son dogmas que aprendemos a acatar por el dolor que provocan y porque son principios físicos inalterables. Que la homosexualidad es un atentado contra la familia y contra la humanidad no es un dogma, es un acto de madurez social y de libertad, y para la iglesia, que ha crecido en los dogmas, sin saber si el fuego quema o si los cuchillos cortan, pues solo lo sabe de oídas, es duro enfrentarse ante esta realidad. Para no huir de la costumbre dogmática, el nuevo cardenal electo, Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, se ha referido a la homosexualidad como una deficiencia que puede normalizarse con tratamiento. Bien. Puede haberse quedado a gusto ejerciendo de doctor por unos minutos, pero la libertad y moral rara vez se diagnostican como enfermedad, sino estas criado moralmente en los dogmas. Opinas sin esperarte contestación porque estas creciendo al amparo de una vida basada en una creencia, en una fe ciega y por este principio, consideras que cualquier cosa que digas está perfectamente fundamentada, porque si así lo crees, no tienes por qué escudarte con argumentos. Tu credo y tu fe te avalan. En cierta forma, es comprensible. Ahora bien, si mañana una asociación cualquiera de gays y lesbianas opinan en un medio que el sacerdocio, o la cardenalitis dogmática, es tratable y tiene solución, sería, aparte de un acto de genialidad, una absoluta declaración de libertad. Es lo que tiene la libertad: te da la oportunidad de hablar en un medio para llamar enfermos a los que han obrado en libertad con su madurez sexual, pero no te libra del diagnóstico de los demás doctores.

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