Hace poco sonreía en la pequeña pantalla, mientras disfrutaba de la buena música, el júbilo y la compañía de admiradores en su tierra natal, esa de la que nunca partió en busca de horizontes más anchos para hacer poesía.
La Calzada de Tirry fue testigo entonces de sus recientes noventa y seis años, como lo fue de tantos otros agasajos a esa mujer libre y plena, matancera de pura cepa, que en peligrosos momentos, cuando Batista prometía revolver, bala y muertos, envió un poema a Fidel.
La partida de Carilda Oliver Labra sobrecoge hoy a cada cubano que leyó o simplemente escuchó alguna vez a esta hacedora de versos, creadora de una lírica intimista, marcada por la ternura y el erotismo.
Casi medio siglo de luminosa poética deja Carilda como legado, y un merecido Premio Nacional de Literatura que la consagró ante la poesía cubana como una de sus más grandes cultivadoras.
Bella mujer que irradiaba libertad y cubanía en el rostro, sencillez, un tin de vanidad femenina y culto a la más distinguida creación literaria, desde su amada Calzada de Tirry 81.
Imagino que Matanzas la llore un poco más, porque la fidelidad sin límites a ese pedazo de Cuba quedó plasmada no solo en el apego de Carilda a su tierra querida, sino también en estrofas como aquella, donde con entereza expresó la firme decisión de vivir allí, pese a la partida de su familia.
“Cuando vino mi abuela / trajo un poco de tierra española / cuando se fue mi madre/ llevó un poco de tierra cubana / yo no guardaré conmigo ningún poco de patria / la quiero toda sobre mi tumba”
Para esta “poetisa de cuerpo entero”, como la definiera Virgilio López Lemus, no existieron barreras, prejuicios o camisas de fuerza en el momento mismo de expresar el culto al amor carnal, desmitificado, corporizado en estos versos, tal vez los más célebres de Carilda Oliver:
“Me desordeno amor, me desordeno / cuando voy en tu boca demorada / y casi sin por qué / casi por nada / te toco con la punta de mi seno.”
Así, desenfadada y pura, acompañada del más perfecto retoque de delicadeza y feminismo en sus desahogos poéticos, pasa a la posteridad otra gran mujer de las letras cubanas, que en la madrugada de este 29 de agosto no murió, simplemente escribió su último poema.