Cuando parece que ya está todo dicho en una disciplina tan bien representada como el expresionismo abstracto, llega un momento en que el mérito está en los detalles y en cómo se vende el conjunto. “Aguas”, la obra de Carla Tarruella, presentada el pasado día 6 de octubre y presente en la Galería N2 hasta el 11 de noviembre, es un ejemplo de cómo hacer de una producción predecible un espectáculo técnico, visual y, ante todo, cautivador.
Aunque hablar de expresionismo abstracto quizá no sea la asociación adecuada, porque, aunque las obras de Carla están afincadas en esta corriente, parten de la figuración y le rinden mayor o menor culto en piezas como “Mirada”, donde podemos intuir su explícito título entre la amalgama de colores y viscosos trazos de la artista. También podemos encontrar motivos vegetales, como en “Cuando las flores nadan”, una escena de primitiva belleza; o desafíos a la física como en “Derrumbe compartido”. Así, descubrimos que la muestra contiene en sí misma un pequeño universo, una entidad única con sus propias leyes que, pese a rendir cuentas ante el caos, posee más orden y estructura de lo que parece a simple vista. Y como un universo en constante movimiento, las obras cuentan con una lírica única, propiciada por los textos de Luis Racionero, un añadido que asiste pero no roba protagonismo al ejercicio pictórico de Tarruella.
El único punto oscuro, o luminoso, según se mire, es la ejecución de las obras en una superficie tan reflectante como el metacrilato, en ocasiones positiva y en otras tantas hostil con la iluminación de la sala. Pese a los esfuerzos realizados por la galería, la convivencia pacífica entre ambas condiciona el resultado. Aun así, este pequeño detalle no evita que la exposición sea de las que maravilla, obliga a una reflexión técnica y, además, conmemora el 6º aniversario de una sala caracterizada por su criterio expositivo.