Revista Cultura y Ocio
"Quando eu morrer, morre a guitarra também.
O meu pai dizia que, quando morresse, queria que lhe partissem a guitarra e a enterrassem com ele.
Eu desejaria fazer o mesmo. Se eu tiver de morrer.” Carlos Paredes
En Lisboa trabajé durante cinco años en el Hospital de São José. Esto a muchos no os dirá nada. El hospital, llamado antiguamente de Todos os Santos, posteriormente de São José y actualmente Centro Hospitalar de Lisboa, Zona Central (lástima de modernidades idiotas), data de 1492, habiendo sido destruido en dos ocasiones, la primera en 1601, por un incendio y la segunda en 1755 por el mayor terremoto de la historia de la humanidad.Un vestigio del pasado que el desgobierno portugués se obstina en mantener como hospital en lugar de convertirlo en un museo y que acabará, casi seguro en demolición y urbanización cerrada intramuros.En fin, aparte del sabor de sus claustros e iglesia, y de las fantásticas vistas que mi despacho tenía, lo cierto es que poco agradable os puedo contar... y algo de lo poco es que en él trabajaron, José Saramago, como cerrajero y el hombre que hoy nos ocupa, Carlos Paredes, como administrativo. Esto dice, a mi entender, mucho de ellos y poco del país que los parió. Sin embargo, la adversidad y la precariedad fortalecen si no la genialidad, sí el carácter. Y hace más valioso al individuo que, por sí, ha llegado a ser grande.Preso y represaliado durante el salazarismo, su leyenda como intelectual vendría a aumentar, lo que, según dicen, le incomodaba profundamente. Ni la dictadura ni el trabajo le hicieron dejar de tocar y grabar. Sólo una mielopatía le impidió hacerlo en sus última década de vida, hasta su muerte en el 2004.Carlos Paredes fue, probablemente, un grande de la música no ya popular portuguesa, sino clásica. Pues, a pesar de tocar un instrumento local y asociado al folklore, no deja de ser una suerte de laúd. Y, a pesar de estas adversidades, incluyendo el laúd ser un instrumento fuera de moda en los compositores actuales, no lo fue para él. Y se puede decir que lo convirtió en uno de los grandes instrumentos de la Música. Paréceme así que entra en el pabellón de los grandes compositores portugueses del Siglo XX, junto a Joly Braga Santos y Luis de Freitas Branco.
Creo que, al igual que la sociedad portuguesa, la própia discográfica y los aficionados internacionales no le han tratado como se supone que un compositor clásico de esta talla merece. Y en Portugal lo siguen poniendo en las estanterías de Fado. Decidme qué opinais.