Nació en 1932 en la cosmopolita ciudad de Nueva York, hija de un violinista italiano y una bailarina húngara. Quizá ese ambiente artístico y bohemio sea una de las claves de su elegancia, peculiar belleza e indudable estilo.
Comenzó a trabajar como modelo por casualidad, cuando la esposa de un fotógrafo amigo la animó a que posara para la publicación Harper"s Bazaar. Aunque esas fotos no se llegaron a publicar, ese mismo año, Clifford Collin se fijó en ella y la inmortalizó para la prestigiosa revista Vogue, con sólo trece años.
El resultado fue óptimo y en 1945, en medio de la triste posguerra, Carmen conseguía abrirse camino gracias a cuatro páginas publicadas con su imagen, en una de las revistas más famosas de la época.
Desde entonces, hace ya 57 años, no ha dejado de trabajar. Ha posado para los mejores fotógrafos (Cecil Beaton, Irving Penn...) y ha desfilado para grandes diseñadores (Thierry Mugler, Yves Saint Laurent...).
Sin embargo, se queja de cómo la profesión de maniquí ha dejado de ser un arte de musas y se ha convertido en un simple negocio.
No obstante, su mentalidad práctica ha sabido rentabilizar su labor y, aún hoy, sigue protagonizando campañas publicitarias como la de la firma cosmética Manifesto, de Isabella Rossellini, o la de los almacenes británicos Marks & Spencer.
El cine, su otra pasión
Quizá su característica imagen, que no deja indiferente al espectador, o quizá su lado más bohemio, le han llevado a realizar incursiones en el séptimo arte. Woody Allen contó con ella para su película sobre la fama Celebrity y, a la vista de los resultados, repitió la experiencia con La maldición del escorpión de jade.
También ha participado en otros filmes como La edad de la inocencia y The sunchaser.