Carpe diem quam minimun credula postero o en castellano “aprovecha el día, no confíes en mañana” bien lo podemos interpretar como el dicho “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” o bien como “vive cada momento como si fuera el último de tu existencia”.
Hace unos días retome la película, para ser precisos el libro en el que esta se basó, escrito por Nancy H. Keinbaum, ahí encontré una frase que me llevó nuevamente a la película , porque deja bien en claro el significado que la autora quiere darle al Carpe diem bastante lejano a lo que muchos plantean de diviértete y que te valga lo que suceda, curiosamente me doy cuenta que también es mencionada:
“El día de hoy no se volverá a repetir, vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro y examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida”.
¿Por qué hablo de que es diametralmente opuesta esta interpretación del Carpe diem y del que normalmente oímos? Pues precisamente porque la interpretación que se le busca dar a la frase en el libro es que cada uno busque su trascendencia en la vida, en sí, rompiendo reglas, incluso yendo contra la lógica humana, pero no por ello siendo egoístas, al contrario, busca dejar en claro que el aprovechar cada instante de nuestras vidas debe ser enfocado hacia el crecimiento de los demás, el Amor, no solo en su vertiente romántica sino en la más esencial de todas, la solidaridad, el compañerismo, el ser y estar para los demás.
En cambio el uso popular de la frase o bien su refrito y de moda entre los muchachos: “YOLO” (You only live once; sólo vives una vez), tan arraigada en nuestros jóvenes por los ejemplos de vida Justin Bibier y Zac Efron (sarcasmo), aunque en realidad viene de mucho tiempo atrás, se centra en el individuo, en hacer lo que le plazca sin importar las consecuencias y dejemos a un lado las que recibe quien las aplica, sino las consecuencias que sus actos y “disfrute” pueden tener hacia los demás.
En ocasiones me he topado con el hecho de que muchas veces nos detenemos a realizar nuestros sueños por la corriente que nos arrastra, eso que la sociedad indica “debe de ser” o “como se debe de hacer” y por comodidad, por no querer “dar explicaciones” por evitar ser vistos como bichos raros lo dejamos de lado. Curiosamente, muchos de las grandes obras de la humanidad, tanto científicas como humanitarias surgieron de gente que tomó el camino menos transitado (aprovechando otra frase de Robert Frost citada en el libro).
Para hacer el bien, no hace falta pertenecer a ninguna sociedad, club o religión, para hacer el bien hace falta querer llevarlo a cabo. En mi profesión esto debería de ser por naturaleza, pero tristemente no es así, pero no es culpa en sí del médico como profesionista, sino del ser humano que la practica y lo mismo ocurre en todas las demás áreas.
Dejémonos de hacernos tarugos, ayudar a otros en ocasiones significa hacer cosas que ni el otro entiende el por qué lo hicimos, que en cientos de ocasiones podemos hasta sentirnos agobiados por haberlo hecho, pero si estamos convencidos de haber actuado buscando el beneficio del otro, entonces habrá valido la pena. A veces ayudar duele, pero recordemos que crecer implica dolor, mas no se trata de autoflagelarnos, el uso de cilicios no ha demostrado que haga de este mundo un lugar mejor.
Carpe diem es la búsqueda de transcender a través de nuestros actos, se trata de estar dispuesto a darnos por los demás, sacrificar nuestro tiempo (si se puede hablar de sacrificio), a veces con algo tan sencillo como hablar, o más bien escuchar al otro podemos cambiar su perspectiva e incluso su vida.
¡Cuan diferente sería el mundo, en cualquier sentido, si estuviéramos dispuestos a aprovechar el momento!
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