Revista Cultura y Ocio
Tras decidir el narrador y el tono que se quiere dar a la novela, el escritor se reafirma en su papel de redactor de folios. Aquí, como siempre hay formas diferentes de abordar el proceso. Está el escritor-a-toda-leche que aporrea su teclado sin compasión y avanza como un Formula 1. Este escritor parece que cabalga sobre la espalda de la inspiración y no deja que descanse. Después, tras el agotamiento creativo, volverá a las primeras redacciones y, ¡sorpresa! se dará cuenta de que apenas nada de lo que ha escrito sirve, pero que le quiten lo bailado (diez páginas menos para acabar). El escritor-lento-pero-seguro tiene otra cadencia. Piensa mucho lo que escribe, matiza cada uno de los pasos de sus personajes, busca nuevos vocablos en el diccionario. Su ritmo es de un folio por día, pero cuando repasa el texto observa que está bastante bien escrito y que, puliendo aquí y allá, puede servir. Sabe que el camino es largo y no busca atajos. Hay un tercer tipo de escritor, el escritor-cuesta-arriba. Es un personaje curioso porque siempre que se pone a trabajar tiene que leer lo anterior. Eso carece de importancia en las primeras páginas, aunque se convierte en un martirio a partir de la cincuenta. Para cuando llega a lo último redactado, el buen hombre está agotado. De todos modos, nadie duda que si llega al final tendrá un manuscrito brillante, al menos estilísticamente hablando. En cualquier caso, el escritor comenzará a escribir y mirará su primera página con una mezcla de entusiasmo y temor. Leerá y releerá las primeras treinta líneas asustado de lo que está haciendo, de su osadía creadora y, de forma natural, aunque sea ateo, pensará en Dios (¿qué ocurrirá si se enfada por intentar quitarle el puesto?) Superados esos momentos de confusión identitaria, la tarea se pondrá difícil porque la famosa idea se estará concretando y cuanto más se concrete, menos se parecerá a la idea inicial. El escritor-opera-prima se siente desconcertado al observar que las cosas no salen como estaban planeadas, que está continuamente cambiando de situaciones, que aparecen nuevos personajes, que se mueren otros antes de tiempo. Es como una revolución abordo que nadie controla, ni siquiera su creador. En esos momentos pensará que quién le ha metido en esa embarcada, con lo bien que estaba dejándose llevar por la vida de otros y no intentado crear vida propia. Sobre todo, el nuevo profesional de las letras descubrirá que está metido en un proceso que no conduce a ninguna parte, bien porque no se ajusta al programa previsto, bien porque carecía de programa inicial, y eso le empieza a asustar. Tras muchos días de avanzar en la historia, será consciente de que se ha estancado, de que las ideas son repetitivas. ¿Será un estancamiento temporal o definitivo?