Esta ha sido la primera carrera a la que acudía con Leo y de hecho, la primera carrera desde que soy padre, gracias a la invitación de mi amigo Carmona.
La noche de las candelas es una noche de verbena y celebración en Riogordo y con motivo de la misma se celebra anualmente una carrera popular, gratuita y organizada por el club, a la que acudiría por primera vez.Me gustó mucho Riogordo ya en la carrera de la molienda, que abrió el circuito de carreras de diputación de Málaga, así que como pude compaginar la cita con el trabajo, me dirigí para allá con Mayte, Leo y mis padres.
Llegamos temprano, aparcamos junto al mirador y tras dar un paseo nos acercamos al parque de las tres cruces, desde donde saldría la marcha en breve y una hora después, la carrera.
Me apunté allí mismo y de paso apunté a Carmona, que llegaría un poco después y tras el tradicional calentamiento reconociendo el circuito que hacemos siempre que coincidimos, volvimos a la plaza, donde ya se veían varios corredores.
Me encantó la filosofía de la prueba, totalmente gratuita y sin nada superfluo, ni dorsales, ni arcos de salida o meta, pero con un recorrido perfectamente marcado por la organización, cronometraje a mano como toda la vida y un grupo de gente con ganas de pasárselo bien.Cuando llegó la hora de la salida y tras dejar paso a algunos coches nos pusimos en formación y comenzamos a correr.
Salimos destacados Carmona y yo y aunque poco a poco empezaba a coger ventaja, de repente me pasó algo que, si me había pasado alguna vez en carrera, no lo logro recordar... ¡se me desató el cordón de la zapatilla izquierda!Busqué un poyete elevado, aceleré el ritmo y me até los cordones con dificultad debido a la adrenalina del momento.
No serían más de ocho o diez segundos, pero me pareció una eternidad y pese a que apreté fuerte el rimo, me estaba costando alcanzar a Carmona.
Sabía por el reconocimiento del terreno y las explicaciones que me dio él mismo, que hasta prácticamente el primer avituallamiento sería todo en subida, así que decidí bajar una marcha una vez me puse a tres o cuatro metros de Carmona.
Me comentó antes de comenzar que el mejor tiempo lo tenía él, con unos 55 minutos y según me decía, estábamos muy bien para superarlo, aunque una vez que entramos en la cuesta del tercer kilómetro dejé de pensar y puse el automático para subir.
Carmona avanzaba a paso firme y yo luchaba por no perder metros cuando de repente se puso a caminar.
Ya me había comentado que pocas veces había subido esas cuestas sin andar algún tramo, pero sabía, por el entreno que hicimos de subida al repetidor este verano, que estaba guardando fuerzas y podía alcanzarme sin problema si se lo proponía, así que mantuve el ritmo, que bastante trabajo costaba y escaparme tan pronto no serviría de nada.
De repente comencé a notar que el pie izquierdo volví a aquedarse suelto y al momento noté el impacto del cordón contra el tobillo derecho.
¡No podía ser! se me había vuelto a desatar el mismo cordón, y eso que le hice lazada doble, como siempre y apreté con todas mis fuerzas.
A la vista no tenía nada elevado para apoyar el pie pero tampoco quería parar a atármelo porque me daba la sensación de que si se me había desatado en subida, en bajada me volvería a pasar.
Estaba corriendo con unas Vaporfly destrozadas, con cerca de 700 kilómetros encima, pero el problema de los cordones nunca me lo había dado, aunque es verdad que están casi tan gastados como la suela, a la que le faltan ya algunos trozos.
Intentando no pensar en el pie, cada vez más suelto, fuimos ascendiendo y calculaba la distancia a la que estaba Carmona por su respiración.
Cuando el terreno dio un respiro pensé que me alcanzaba, aunque en la siguiente cuesta larga, esta hormigonada y de mayor pendiente aún, seguía primero.
Al llegar al primer avituallamiento, que pasé de largo, tenía las piernas temblando y conforme empezaba al descenso... ¡cordonazo contra el tobillo izquierdo!
No sabía si reír o llorar, no solo se me había desatado dos veces el cordón izquierdo, sino que ahora el derecho iba suelto también.
Bajaba concentrado para no pisarlos, alegrándome cuando pillaba algún repecho porque en subida me era más fácil controlar la pisada, pero sabía que la bajada estaba cercana.
Llegamos al segundo avituallamiento, que pasé de largo también y tenía a Carmona justo detrás, como me indicaron los marchadores que allí repostaban.
No tardó en alcanzarme y al verme con los cordones sueltos me intentó convencer para que parase a atármelos, diciendo que me esperaba incluso, pero sabía que si paraba me iba a costar bastante arrancar, ya que me había esforzado demasiado en la subida y seguramente se me volverían a desatar.
Continuamos corriendo, ya que no consiguió convencerme y aunque en bajada me sacaba varios metros de ventaja porque entre el cansancio y los cordones no podía apretar más, cuando llegaban las subidas recuperaba la distancia y hasta cogía algo de margen.
Bajamos mano a mano hasta prácticamente el último kilómetro, en el que por un momento pensaba que me había desviado del recorrido, ya que ni lo escuchaba por detrás ni lo veía, pero en un giro amplio antes de llegar al asfalto lo vi por el rabillo del ojo.
El llegar a la carretera sin haber tropezado fue un gran alivio y al mirar el crono por primera vez y ver 47:30.
Apreté con todo lo que tenía en las piernas en la bajada final y paré el crono en 50:59, aunque el responsable de la organización cantó 50:58 al llegar al parque.
Carmona llegó medio minuto después y el tercer clasificado algo después, compartiendo los tres la foto del podio en las escaleras del parque.
Quedaba lo mejor, la post carrera, para la que los corredores teníamos tickets para consumir en la barra de la verbena, pero ya se nos hacía tarde con el peque, así que nos despedimos del organizador y de Carmona, que se encargaría de recoger el premio y pusimos rumbo a casa.Para ser una prueba gratuita, nada menos que medalla y caja de embutidos, ya podrían muchos tomar nota.
Como detalle final, Carmona me pidió que crease el segmento de Strava de la prueba y para sorpresa de ambos, el récord del circuito, que fue el de la prueba de Diputación de Málaga en 2020 pertenece a Ángel Accino, con la friolera de 45:52.De hecho, el propio Carmona tenía una marca mejor en esa edición, con 50:16 y mi tiempo queda como el quinto mejor en Strava, justo detrás suya.
Razón de más para volver otro año, pero seguramente con zapatillas mixtas, o si son de asfalto, desde luego no esas Vaporfly, a las que le queda ya poco para jubilarse.
¡Nos vemos la semana que viene en Campillos! ;)