Revista Opinión
La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio – Marco Tulio Ciceron.
Fernando Mora dijo... “Antes de nada decir que estando como estoy suscrito a tu blog en Wordpress, leo en mi dirección de e-mail todos los posts que allí cuelgas, que si no me equivoco, son los mismos que aquí.
La forma en que has tratado a bemsalgado es, a mi juicio, radicalmente injusta además de equivocada y no te asiste un ápice de razón. Podías, tal como él mismo te indicó, haberle puesto un mail para que te aclarase aquel comentario que "originó" todo. La comparación que llegaste a hacer entre él y otra persona es absolutamente odiosa.
¿Por qué te muestras en ocasiones, con gente que además te aprecia, tan agresivo? Sí, tú aquí no has venido a hacer amigos, vale. A lo que se ve, José, has venido a perderlos. Y el problema no es que digas lo que piensas, el problema, a mi entender, estriba en porqué lo piensas. Yo no lo se. Tú que eres alguien muy sabio a lo mejor podrías contestarlo. Y ojala hubiera y encontrases respuesta porque con ella, creo, que también lograrías mucha paz para tu alma. Aunque quizá lo único que buscas es precisamente lo contrario. En la disputa te encuentras no ya a gusto, tienes detrás toda tu inteligencia y experiencia para sentirte muy seguro, sino plenamente vivo. Bueno, me parece bien, pero luego, si ofendes, no puedes extrañarte de que la gente pueda decirte adios y, encima, reprocharselo.
Y el dichoso blog de Público, claro. No puedo dejar de tener la impresión de que todo o buena parte de lo que escribes no sólo está condicionado por lo que allí se dice sino que además es realmente lo único que te importa. Supongo que por eso no te has alejado de Blogger y todos esos anónimos. Lo siento, a mí, no me interesan.
Seguiré viendo los posts que cuelgas en wordpress. Aunque desde lo relatado en mi segundo párrafo, la verdad, con ninguna gana de comentar nada. Tampoco pierdes demasiado colorido por ello.
29 de septiembre de 2011 22:38". Soy demasiado viejo y he pensado sobre mí mismo tanto que creo saber cuáles son mis defectos esenciales, ésos que me privan de conservar mis “amigos”. Siento verdadera vergüenza de escribirlo otra vez: he hecho objeto de mi vida defender la verdad e intentar realizar siempre la justicia, no por nada sino para poder vivir en paz conmigo mismo. Mi principal problema es la sinceridad. Amo a la verdad por encima de cualquier otra cosa y entonces, estúpidamente, llego a pensar que a todo el mundo le ocurre lo mismo, y, desgraciadamente, no es así, la gente lo 1º que se plantea, en cualquier momento, es quedar bien, que nadie pueda contemplar sus desnudeces, por eso aborrecen la verdad, porque es realmente difícil vivir dandote la cara a ti mismo, porque el peor, el más duro de los jueces es aquél que se refugia en el fondo de nuestro corazón. De modo que lo 1º que hace el hombre es engañarse a sí mismo y lo realiza a conciencia, no deja espacio alguno para que, a través de su espesa coraza de hipocresía, penetre la verdad. Últimamente, he recibido muchos comentarios que dicen que debo de estar muy amargado puesto que soy tan duro con todo lo que me rodea. Todo lo contrario. Si vivo tan a gusto, sólo, claro, en el aspecto personalísimo de mi propia convivencia, si asumo como si tal cosa esta soledad que me rodea es porque cumplo al pie de la letra la magnífica expresión de Lope de Vega: “a mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para estar conmigo me bastan mis pensamientos”. He apostado toda mi vida, de la que ya tan poco queda, en luchar a muerte por la verdad y esto significa que nada ni nadie, y mucho menos ahora, al final, me va a apartar un ápice de mi camino porque este servicio incuestionable y permanente a la verdad y a la justicia es el único patrimonio que tengo y estimo. Y, ahora, Fernando, quizá voy a darte la explicación fundamental de mi soledad. Dirigía yo entonces, hace casi 60 años, Radio Popular de Alicante, de la cadena de ondas de la Cope y la persona que me había buscado para iniciar aquella aventura, Mari Carmen Pitarque, misionera seglar, me invitó a una cena con una serie de personalidades, a cuyo término, no recuerdo por qué yo dije esto que motivó que nunca más me invitaran a cenar con nadie y muy poco después mi cese en el cargo de aquella emisora que yo lancé al aire: “si ahora mismo cada uno de nosotros pudiera penetrar en las mentes de los otros y leer su pensamiento, esta amigable reunión acabaría a bofetadas”. Si bien te fijas, Fernando, esta frase casi es la misma que esa otra que ya he traído a aquí varias veces, pronunciada ante todos los jueces de mi región, que me habían invitado a su cena de fin de año: “creo que llegará un tiempo, si la humanidad sigue avanzando, en que considerarán demencial que el hombre haya ejercido tanto tiempo la facultad de juzgar a los otros, y lo creerán tan pernicioso como la admisión por el venerable derecho romano de la esclavitud”. Cuando un compañero de curso en la facultad, me llevaba a casa en su coche, dijo: “Sólo a ti se te ocurre decir esa barbaridad delante de todos los jueces de la Comunidad”. Y si sigues fijándote, Fernando, eso mismo es lo que hice con bem y estoy haciendo contigo. Si yo le hago una broma a bem, sin la más remota sospecha de que va a molestarle y éste me suelta un durísimo comentario en el que hace memoria de una serie de agravios totalmente imaginarios y aprovecha la ocasión, a mi juicio por los pelos, para reprenderme más allá de los límites y pronunciar su terrible condena de excomunión: “yo por aquí no vuelvo” e inmediatamente va a su blog y borra el nombre del mío de sus lista de blogs para que nadie pueda volver a leerme allí, haciendo caso omiso de: 1) mis excusas: le juré por mi salud, regular, y por la de mi mujer, pésima, que ni remotamente había podido imaginar que aprovechar yo una ocasión para hablar del galleguismo y de los gallegos iba a molestarle, tratándose de una sarta de tópicos absolutamente risibles, y 2) en cualquier caso, mi solicitud de perdón.
Todos venimos a aquí a exponer nuestra verdad personal o leer la de los otros, o sea, que es por puro deseo de publicitar lo que sentimos y pensamos por lo que aparecemos por aquí todos los días, entonces, hay como un pacto implícito: todo lo que se aporta por aquí no sólo es publicable sino que debe de ser publicado, porque no se trata realmente de otra cosa. Entonces, adoptar melindres de novicia o cogérsela con papel de fumar, es absolutamente hipócrita, sobre todo cuando nosotros mismos somos insuperablemente crueles cuando criticamos a los demás con más o menos motivo. Después del transcurso de un tiempo razonable de mi solicitud de perdón por algo que yo no creí que fuera siquiera perdonable y en un desesperado intento de no perder mi buena relación con bem, le escribí una carta abierta en la que, como siempre, dije lo que sentía y pensaba. Tú ahora dices que mi conducta fue no sólo injusta sino también odiosa. Vale. Respeto al máximo tu opinión, pero permíteme que no la comparta. Injusto fue él, precisamente, cuando no admitió mis excusas por algo de lo que no tenía que excusarme y se negó de plano a discutir siquiera qué es lo que había sucedido y por qué, adoptando una actitud insuperablemente soberbia, como si se hallara por encima del bien y del mal, lo que provocó inmediatamente en mi memoria el acto reflejo de acordarme de ese otro que actúa siempre también como si se tratara de un dios. Y como todo lo que pienso y siento, lo dije tal como lo pensaba y creo que sois, precisamente, tú o él, los que deberíais de venir a aquí, a internet, en el sitio que más os plazca a debatir por qué es él precisamente y no yo el que tiene razón, por qué soy yo el culpable de lo que ha sucedido si lo que dije no lo consideré capaz y no lo considero aún susceptible no ya de ofender a nadie sino tan siquiera molestarlo y, ADEMAS, había solicitado el más humilde de los perdones por ello. Parece, pues, Fernando, que el crimen radica en la publicidad dada al asunto en aras de que todo el mundo que anda por estos nuestros vericuetos pueda saber la verdad total, escueta, brutal y desnuda, para que pueda formarse la mejor opinión sobre todo lo sucedido, pero eso, para ti, no es correcto, la verdad, si puede ser ofensiva para alguien no debe decirse, sino, todo lo contrario, ha de ocultarse bajo siete mil llaves, de tal modo que la indefinición pueda seguir campando por estos mundos virtuales. No, yo digo que no, que no estoy dispuesto a no decir, a ocultar la verdad por ningún motivo. En realidad, respecto al contencioso, yo hice lo mismo que bem, sólo que él recurrió al medio de los comentarios que, a lo peor, no lee nadie o casi nadie, y yo utilicé la 1ª página, luz y taquígrafos, para que estuviera al alcance de todos. Ahora, vienes tú y dices que la exposición de lo que yo considero la verdad no sólo es injusta sino también odiosa. Supongo que en tu cabeza rebotó el proverbio ése de “todas las comparaciones son odiosas” cuando leíste como yo metía a bem, en esa lista en la que incluyo desde hace mucho a Saco y a MB. Si tú hubieras ejercido, como yo, el derecho antes los tribunales, sabrías que la verdad no sólo es nuestro derecho sino también nuestro deber de tal modo que su ocultación o falseamiento es castigada con severas penas, lo que yo perseguía incluyendo a bem en tan odiosa lista es que él comprendiera que había hecho algo tan execrable como lo que a veces criticaba a Saco, por ejemplo. Pretendía hacerle reflexionar sobre la barbaridad que suponía yugular una voz como la mía, allí, en su blog, y hacerle ver que su conducta era exactamente igual, por lo menos, creo yo, que la de dicho señor. Todos los días, tanto en el blog de Saco, como en el de bem, hay gente que acude a beber la verdad sobre lo que está ocurriendo en el mundo, mostrada bajo el prisma de ambos. Uno de los comentaristas del día en que bem mostraba su radical disconfomidad conmigo y anunciaba que no volvería a pasar por mi blog, se dirigía a él en una súplica que a mí me parecíó desesperada para que no se fuera. Ésta es precisamente la razón por la que yo doy publicidad, combatiéndolo en la 1ª página de este mi blog, no sólo a lo que dice Saco sino también a lo que aquel día dijo bem, porque es absolutamente necesario que toda esta gente que nos lee cotidianamente, buscando seguramente un poco de luz, sepa de verdad cómo somos, que no es sino lo que hacemos y no lo que decimos una y otra vez, por qué les exigimos, por ejemplo, a los del PP que sean magníficos en su comportamiento mientras que nosotros, en nuestra esfera de acción, hacemos lo que nos da la gana, contrariando flagrantemente esos maravillosos principios en los que, luego, se demuestra que no creemos porque no se puede defender frente al PP la libertad de expresión mientras yugulamos para siempre la de ése que decíamos era nuestro amigo, sólo porque, por un momento, ha parecido que no piensa como nosotros. Si esta conducta te parece no sólo injusta sino también odiosa, lo siento mucho, Fernando, sobre todo por ti, porque hay algo en tu fuero interno que no funciona tal como debería porque la verdad es la verdad, la sustente Agamenón, bem, o su porquero, yo, y no hay por qué escondérsela a nadie, y la justicia, coño, la justicia, que deberíamos de lavarnos todos la boca antes de mencionarla, no es sino dar a cada uno lo que es suyo, de modo que si tiene razón bem, démosela lo más públicamente que sea posible, para que todo el mundo la sancione y respete, y no la ocultemos con siete llaves como si fuera algo despreciable, en lugar de lo más hermoso del mundo.