Suelo empezar esta carta comentando que es una tradición que este año hace ya 18 años. Los cinco primeros años las escribía en formato email y se las enviaba a mis amigos para felicitarles el año de una manera más especial, siempre he odiado los mensajes estándar en plan “corta y pega”, puedes escribir mejor o peor pero que sea tuyo, eso siempre se agradece. Desde que tengo el blog, la comparto por aquí en la que es la última entrada que escribo del año, siendo la número 47.
En ella, además de enviar mis mejores deseos para el año que comienza, hago como un balance de lo transcurrido en el que se marcha, con alguna de mis famosas teorías sobre el comportamiento humano, tema que me apasiona. Me leo antes las de los anteriores porque a veces tiendo a repetirme (Podéis leer las demás cartas, por cierto, al final de ésta). Aquí la tenéis, espero que os guste:
2020
Supongo que nadie estaba preparado para vivir este año. Parece mentira que ya se acabe, porque he tenido la sensación de que ha durado sesenta meses en vez de doce. 2020 siempre estará marcado por la Pandemia Mundial del Covid. Hasta ahora ni siquiera había sido capaz de nombrarlo, siempre utilizaba eufemismos y no quería conocer las noticias. Cada jornada, desde que fui consciente de que todo era una realidad que nos iba a tocar vivir sin escape, me despertaba con ansiedad y saber las desgracias que iban creciendo, empeoraba mi estado. Le pedí a la gente de mi alrededor que no me contase más cosas, yo me las dosificaba y aun así no era capaz de sobrellevarlo. Ha sido muy complicado porque no se ha hablado casi de otra cosa.
A principios de marzo, me sentí una Katniss Everdeen (protagonista de "los juegos del hambre" que me encanta) en mitad de un mundo postapocalíptico, donde las calles comenzaban a estar desiertas y el ambiente amenazaba con la incertidumbre. Una vivencia, en mi caso irónica, pues este tipo de historias siempre me han llamado la atención y justo me encontraba escribiendo la tercera parte de una trilogía que bien podría haber sucedido en ese contexto. Era relajante escuchar la naturaleza (que fue más libre que nunca)incluso el silencio; en vez de los coches, los gritos y los ruidos de la ciudad, sin embargo, el motivo no te dejaba disfrutarlo.
Todo eso terminó cuando tuvimos que encerrarnos en casa, una experiencia horrible para alguien que necesita salir; ver el mundo; explorar; relacionarse… es terrible cuando te privan de las cosas que dan sentido a tu vida. Ya no podías ver a nadie, salir a pasear ni ver el exterior. Era duro reconocer que aquello era algo bueno porque se trataba de frenar los contagios. Una medida que salvaba vidas, incluida la mía.
Pero una cosa era saber que era lo correcto y otra que no te volvieses chalado permaneciendo entre cuatro paredes. Este ha sido el año de las prohibiciones y es algo que llevo francamente mal. Así que empecé a descentrarme: adiós a las características del 1, hola al 4 en su peor versión hacia el 2 sin frenos. (Quien sepa del eneagrama,entenderá a qué me refiero. Lo comentamos en la carta del 2019, por cierto).
Empecé a notar mi involución y eso me agobiaba aún más. Luchaba con volver a mi centro. A todas esas mejoras que había hecho años anteriores. Intentaba organizarme; llenar la agenda de tareas; limpiar; decorar; hacer cosas creativas… pero estaba bloqueada, ni siquiera podía escribir.
Tenía que coger las riendas con rapidez porque mi trabajo también dependía de mi estado emocional, así que me dediqué a centrarme en mis clases; en las correcciones; en caminar y bailar por casa; en aprender a cocinar mejor; en hacer diseños y fotografiarlo todo. Cualquier cosa que no me hiciera contar los minutos hasta volver a pisar la calle.
Seguramente todos tenemos episodios que narrar de todo lo sucedido. Yo sufría por todos mis miedos, pero también por ese padecimiento mundial que podía sentir, aunque ni siquiera conociera a las víctimas. Ser sensible a todo lo que te rodea es una putada, sobre todo cuando ocurre algo nocivo de características titánicas como ésta.
Ni siquiera el infierno por el que pasé a finales de Juliopuede compararse, aunque fue bastante duro. Me operaron de la nariz y la sensación de no poder respirar no se la deseo a nadie. Añadiendo a ese temor a la intervención; el agobio a estar hospitalizada en mitad de una crisis sanitaria y el reposo absoluto (ya no es que no pudiera salir de casa es que no podía salir de la cama). Nunca se ha dilatado el tiempo tanto como entonces...
Este año se resumiría en hacer todo al revés de cómo se tendría que hacer. Es como si todos los aprendizajes que llevaba hasta ahora aprendidos o medio aprendidos, se hubieran tenido que quedar congelados, esperando a que todo esto termine. Por ejemplo, ese sentimiento de querer que avancen los días sin disfrutar el presente, porque el tiempo está a nuestro favor si transcurre y no estamos contagiados.
También puedo resumir mi año en los libros que he escrito o terminado este año, que es mucho más provechoso:
1. La trilogía distópica. (hasta incluso hay por ahí un virus letal asolando la Tierra…)
2. Un poemario dedicado a la naturaleza. (Fue impresionante ver como este año se recuperaba tan rápidamente cuando los humanos dejábamos de maltratarla. Aun así, esta idea ya se estaba medio escrita de antes porque creo que le debemos todo).
3. Un poemario dedicado a las lágrimas. (Creo que ha sido el año que más he llorado).
4. Un poemario dedicado a las estrellas. (Y aquí enlazo con una de las mejores teorías que junto con mi socio, construimos, sobre relaciones personales. Es la teoría de los planetas que ya me inventé hace años y de la que hablo en otra de las cartas, pero mejorada).5. Un poemario sobre esta época. (Dudo que salga a la luz, pero fluyó una vez que la poesía volvió a mí. Me habría perdido de no haber sido así).
En este año también ha estado presente el minimalismo. Ha habido un paso más allá y empujado por esta coyuntura, ¿para qué tanta ropa? ¿para qué personas que no aportan? ¿para qué trastos inservibles? me he pasado los meses haciendo limpiezas (y haciéndose solas) aunque la que más hubiese necesitado habría sido la mental, y esa ha costado demasiado. La tengo pendiente aún para el 2021.
Los momentos Amelie, instantes Kairós, libelúlicos o “me acuerdos” han estado también ahí para que no perdiera el norte definitivamente y han venido de la mano de esas pocas personas que han hecho lo imposible para que pudiésemos vernos. Lo habitual en cualquier otra circunstancia es que yo vaya a la otra punta de Madrid a ver a mis amigos o a quien sea, pero en este año me quedé aislada sin poder coger transporte (ya sabéis, por mi problema de la incompatibilidad de mi nariz con la mascarilla). Es curioso ver como el camino hacia un lado no conoce la pereza, pero del otro pareciera estar plagado de obstáculos. De igual modo, me quedo con esos momentos mágicosque han hecho que no me volviese loca de remate y que sean mis mejores recuerdos de un año que ni siquiera quiero olvidar. Desearía borrar el virus, su destrucción y todo el sufrimiento que hemos padecido, pero no lo demás.
Así que sí, diré que soy una versión involucionada que la que era el año pasado (que le vamos a hacer, es la verdad) y eso me da rabia porque empiezas a hacer cosas mal y a hacer daño, aunque no quieras, a seres queridos.
A lo mejor lo bueno de este año es que este aprendizaje me ha hecho brutalmente honesta conmigo misma y soy capaz de asegurar que soy peor que antes con todo lo que eso conlleva. No por voluntad propia, he luchado por no serlo, pero todo esto me ha restado energía, alegría y positivismo, ser conscientes y asumir esa responsabilidad creo que es algo valiente y el primer paso para comenzar a transformarlo.
Para 2021 deseo que consigamos acabar con el virus y que deje de joder vidas, porque eso hará que los que hemos sobrevivido también empecemos a ser nosotros mismos y evolucionar de manera positiva. También espero curarme y respirar al menos con un poco de naturalidad y experimentar lo que es vivir sin ahogarse. Y ya de paso, saber si tengo esa maldita alergia alimentaria que me tiene restringida en un montón de alimentos... En definitiva, salud para todos, como si no fuera algo que pedimos siempre…
Cuando consigamos cambiar las cosas (volver a la normalidad tampoco es una opción pues todo cambia, además había mucho que corregir en esa realidad que teníamos) tendremos que hacer un esfuerzo considerable cada uno de nosotros para volver a encaminarnos, recuperar nuestras excelentes cualidades y seguir adelante. Espero que no nos flaqueen las fuerzas y lo consigamos.
Para terminar la que posiblemente sea mi peor carta de despedida de año, quiero dar las gracias, especialmente, a aquellos que me han cuidado este año (ha sido muy duro sentirme dependiente); a los que habéis intentado sacarme siempre una sonrisa (ha sido más difícil que nunca y eso que soy de risa fácil); perdón a los que habéis tenido que lidiar con mis descentramientos (intentaré compensarlo, prometido). Os debo muchos abrazos a todos.
Ojalá que este año sea muy bonito.
¡Feliz 2021!
Las demás cartas:
Carta de despedida al 2019 (la del eneagrama)Carta de despedida al 2018 (la del minimalismo)
Carta de despedida al 2017 (la de la serendipias)
Carta de despedida al 2016 (la de la sincronicidad)
Carta de despedida al 2015 (la teoría del laberinto)
Carta de despedida al 2014 (creer en uno mismo)
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