Contexto histórico de la misiva:La muerte de Isabel la Católica, acaecida el 26 de noviembre de 1504, desató una dura pugna por hacerse con el poder de Castilla.Fernando el Católico y Felipe el Hermoso lucharían con uñas y dientes por la corona y mientras tanto Juana sufriría las desavenencias que se producían entre ellos.El fallecimiento de Isabel convertía automáticamente a Juana en su heredera. Felipe el Hermoso ya no era a partir de entonces sólo conde de Flandes y archiduque de Austria, sería ahora también nombrado rey consorte de Castilla.Sin embargo, en su testamento dejó dispuesto que en caso de que su hija fuera incapaz de gobernar, su esposo, el rey Fernando, ocuparía la regencia de Castilla hasta la mayoría de edad del príncipe Carlos, su hijo. Lo curioso es que, en el testamento, de Felipe no se menciona ni una palabra.Su madre, la reina Isabel, murió con una gran angustia en el pecho al conocer la inestabilidad emocional de su hija . Como cualquier madre, le preocupaba la "supuesta" enajenación mental de Juana y el problema sucesorio que dejaba su propia muerte. No quería que fuera Felipe, su yerno, sino Fernando, su marido, el que gobernara, para que Juana se dejara llevar por los consejos de su padre. Fernando el Católico ocuparía la regencia Castilla como Gobernador del Reino, en nombre de Juana, hasta que su nieto Carlos cumpliera veinte años.Sobre la autenticidad de la misiva no hay duda, según el historiador Manuel Fernández Álvarez. Pero si existe contradicción respecto a su espontaneidad. Probablemente fue dictada por Felipe el Hermoso, o por alguno de sus consejeros castellanos más íntimos, posiblemente el señor de Belmonte, don Juan Manuel. Está fechada en Bruselas a 3 de mayo de 1505 y va dirigida al señor de Veyre. Todo lo que se expone está cuidadosamente manipulado con mucha astucia. Se reconocen los graves altercados y las desavenencias surgidas en el seno de la vida conyugal de Juana y Felipe, así como se da por hecho que que ello había ocasionado una señal de alarma en Castilla, con una fuerte acusación contra el rey Fernando: quien se habría alegrado de las muestras de locura de su hija, pues tal situación le propiciaba lograr el poder. Juana reclamaba por no creerla capaz de gobernar, y finalizaba dando a entender que su marido, Felipe el Hermoso, y no otro, era el que debía reinar en Castilla.En esta carta, la infanta también alude a su enfermedad, provocada por los celos, además de compararse a sí misma con su propia madre, Isabel la Católica. Alega que su progenitora padecía la misma inquietud que ella ahora sufre en manos de su esposo Felipe.
Musiur de Vere: Hasta aquí no os he escrito porque ya sabéis de cuán mala voluntad lo hago; mas pues allá me judgan que tengo falta de seso, razón es tornar en algo por mí; como quiera que yo no me debo maravillar que se me levanten falsos testimonios, pues que a Nuestro Señor ge los levantaron; pero por ser la cosa de tal calidad y maliciosamente dicha en tal tiempo, hablad con el Rey y mi señor mi padre, por parte mía, porque los que esto publican no sólo lo hacen contra mí, también contra Su Alteza, porque no falta quien diga que le place dello a causa de gobernar nuestros Reinos, lo cual yo no creo, siendo Su Alteza rey tan grande y tan católico y yo su hija tan obediente.
Bien sé que quel Rey, mi señor (Felipe el Hermoso), escribió allá por justificarse quexándose de mí en alguna manera, pero esto no debiera salir dentre padres e hijos, quanto más que si en algo yo usé de pasión y dexé de tener el estado que convenía a mi dignidad, notorio es que no fue otra causa sino çelos, y no sólo se halla en mí esta pasión, mas la Reina mi señora, a quien dé Dios gloria, que fue tan eçelente y escogida persona en el mundo, fue asimismo çelosa, mas el tiempo saneó a Su Alteza, como plazerá a Dios que hará a mí.
Yo vos ruego y mando que hables allá a todas las personas que vierdes que conviene, porque los que tovieren buena intención se alegren de la verdad y los que mal deseo tienen sepan que sin duda, quando yo me sintiese tal cual ellos querrían, no había yo de quitar al Rey, mi señor mi marido, la gobernación desos Reinos y de todos los del mundo que fuesen míos, ni le dexaría de dar todos los poderes que yo pudiese, así por el amor que le tengo como por lo que conozco de Su Alteza, y porque conformándome con la razón, no podía dar la gobernación a otro de sus hijos y míos y de todas sus suçesiones sin hacer lo que que no debo. Y espero en Dios que muy presto seremos allá, donde me verán con mucho placer mis buenos súditos y servidores.
Dada en Bruselas, a tres días del mes de mayo, año de mill y quinientos y cinco.
Yo, la Reyna.
Por mandado del la Reyna, Pero Ximénez.Notas aclaratorias:Como se expuso más arriba, se duda de la espontaneidad de esta carta. Habría que comprobar cuidadosamente si es toda autógrafa, o solo la firma. De todas maneras, se intuye que detrás de todo ello está la mano de Felipe el Hermoso, por supuesto, bien instruido por algunos de sus consejeros castellanos, posiblemente don Juan Manuel. La táctica era tantear a la alta nobleza castellana y los miembros del alto clero y predisponerlos a favor del archiduque de Austria. Por lo tanto, la intención de la correspondencia era desmitificar las muestras de locura de Juana y para ello estaba el señor de Vere ( el destinatario de la misiva) que podía ayudarle en su tarea de convencer a los grandes de Castilla de que Juana no se hallaba tan desequilibrada y que, por supuesto, su anhelada voluntad era que el gobierno del reino recayese en manos de Felipe el Hermoso.Otro dato importante es que no se oculta el mal de Juana, porque según crónicas de la época era algo evidente, aunque se da como curable(se afirma en la carta que lo mismo sucedió a su madre, aunque supo luego como controlar los celos) , con lo cual desaparecía el motivo de una probable incapacitación para gobernar o para consentir que alguien ejerciera los derechos en su lugar, que sin lugar a dudas sólo podría estar destinado a Felipe el Hermoso. En definitiva, el cometido de la carta era dar a entender que Juana no estaba tan trastocada como muchos sugerían, lo que en realidad sucedía era que ella prefería delegar el gobierno en manos de su esposo. En suma, a Felipe le interesaba que su esposa fuera la reina, aunque solo por nombre, mientras tanto el gobernaría a la sombra como rey consorte. Bibliografía:
Fernández Álvarez, Manuel:Juana la loca, La Cautiva de Tordesillas, Espasa-Calpe, Madrid, 2001.
Pfandl, Ludwig:Juana la loca: madre del emperador Carlos V, su vida, su tiempo, su culpa, Ediciones Palabra, Madrid, 1999.