Siempre me preguntas lo mismo: “¿Para qué quiero estudiar si yo voy a trabajar en el campo?” o “¿Para qué quiero estudiar Lengua si voy a ser peluquera?”. No sabes nada de la vida; y no lo sabes porque lo tienes todo. A pesar de que en casa no entra mucho dinero, nunca te ha faltado de nada, porque tienes unos padres que se parten el lomo por ti para que, precisamente, nada te falte: tienes tu móvil, tus sudaderas un tanto horteras, te pagan tus botellones, tus videoconsolas. De puta madre todo.
Pero la vida no tiene nada que ver con la burbuja utópica en la que os envolvemos durante toda la ESO. La vida es una putada; y no te espera, no te comprende y no te hace recuperaciones. ¿Crees que cuando vayas a echar una beca fuera de plazo te van a aceptar la solicitud? Aquí puedes traer la autorización para una excursión cuando te salga del alma, hasta te la cogemos en la misma puerta del bus: pobrecito, no se vaya a traumatizar. ¿Crees que si no llegas a la nota media del ciclo que quieres estudiar vas a entrar por tu cara bonita? No, te vas a quedar en tu casa y te vas a comer tu título de secundaria con patatas.
Fragmento de la carta que escribió Pablo Poó Gallardo, profesor de lengua y literatura, para todos esos estudiantes del secundario que les importa un bledo las clases y sobre el daño que le hacen las instituciones y los padres al ser tan permisivos cuando los jóvenes necesitan aprender que en la vida no todo viene servido en bandeja de plata.