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Cartas de la Reina de Egipto

Publicado el 01 febrero 2013 por Igork
hititas Leyendo El Imperio Hitita, de Ángel Montenegro, he descubierto las cartas de la Reina de Egipto. Los hititas sobre patinete, para situarse un poco: fueron uno de los mayores imperios de la antigüedad, mucho antes de los Monty Python y Jesucristo. Asentados en el altiplano de Anatolia, llegaron a conquistar parte de la actual Siria, zonas de Mesopotamia y otras regiones. Como ellos decían, consiguieron que su imperio fuera de mar a mar, del Mediterráneo al Mar Negro.

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El Toro. Dios de la Tempestad 

Fueron grandes comerciantes, diplomáticos y guerreros. Se enfrentaron a tribus misteriosas como loas gasgas. Hundieron en la miseria el Imperio Mittani, incluso desafiaron a los mismísimos faraones del Antiguo Egipto. Y además, en sus conquistas, algunas veces tenían el buen criterio de no degollar a todos, ganando súbditos de este modo. Arrasaron en diversas ocasiones la hoy tristemente conocida Alepo, que tan bien conocieron los cruzados. Y su imperio no estaba lejos de Troya. Troya I, II, III, etc., como la conocen los arqueólogos. Que basaban su riqueza en un mercado que era puente entre Asia y Europa. Tomada y saqueada por conquistadores indoeuropeos (sí, indoeuropeos, Aquiles y Ulises fueron el sueño de un poeta) en múltiples ocasiones, Troya fue reconstruida una vez y otra y otra. Una lección vital.
¡Las cartas! ¡Vale! Hubo un rey hitita especialmente poderoso. Se llamaba Subiluliuma, ni más ni menos. Como un restaurante exótico y caro. En el apogeo de su esplendor, recibe una carta inaudita de la reina de Egipto. La carta es conmovedora y dice así:
«Mi marido ha muerto y no tengo hijos. Se dice que tú tienes muchos hijos. Si quisieras darme uno de tus hijos podría llegar a ser mi esposo. Temo tener que casarme con uno de mis súbitos».
A lo que Ángel Montenegro añade: Subiluliuma duda ante tan insospechada propuesta, temeroso de que se trate de un egaño. La reina de Egipto reitera su petición, mientras le reprocha sus dudas y temores, y trata de convencerle:
«¿Por qué dices “ella quiere engañarme”? Si yo tuviera un hijo, ¿escribiría a un extranjero y le dejaría conocer mi necesidad? Desconfías de mí. Mi esposo ha muerto y no tengo hijos. ¿Me casaré con uno de mis súbditos? No he escrito a nadie más que a ti. Dicen que tú tienes muchos hijos. Envíame uno y será mi esposo y gobernará Egipto».

Ante esta misiva de la reina, Subiluliuma, previamente informado, se decide a enviar uno de sus hijos a Egipto. Pero éste es muerto en el camino, quizá por el ambicioso general Horemheb, que más tarde conseguiría nombrarse farón, entre el 1345 al 1314 antes de Cristo.

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