Han puesto nuevos carteles en la tienda de la que ya hablamos aquí hace poco. Según se decía en esa entrada, los carteles venían a demostrar que la ortografía es algo innecesario, pues sin hacer uso de ella los dueños de la tienda lanzaban sin problemas sus mensajes comerciales. Y luego, los destinatarios de esos mensajes, o sea, los viandantes y eventuales clientes del establecimiento, ya nos apañábamos comos podíamos para interpretarlos. Pues bien, en las últimas semanas han aparecido nuevos letreritos con propuestas comerciales de lo más interesante. Aunque no hace falta decir que lo verdaderamente interesante son los letreros en sí mismos y en su mismidad.A veces hay verdaderos corrillos de gente alrededor de las estanterías que ponen en la puerta de la tienda. Y no sé yo si esa acumulación de personal se debe al precio de los artículos o al poder de atracción de la campaña publicitaria.
Después de pensarlo un poco y de observar con disimulo, creo poder afirmar que hay dos tipos de personas en esos corrillos: los que hacen caso omiso de los cartelitos y van directamente a ver y tocar el género, y los ignoran el susodicho y se entregan a la jeroglífica labor de descifrar los carteles. Los del primer grupo, por cierto, son los más numerosos, con perdón.
Por cierto, ¿alguien sabe cuántos pares son 18.0000? ¿Dieciochocientos mil?