Casa Dorita ofrece una cocina auténtica y de mercado en el barrio de Sant Antoni.
Casa Dorita es uno de aquellos sitios donde nada más entrar te sientes cómoda. Por lo menos es la sensación que tuve yo. Un sitio de barrio, auténtico, de aquellos que al traspasar la puerta estás convencida de que vas a comer bien.
Casa Dorita abrió sus puertas en junio de 2016. Su ubicación cercana al Mercat de Sant Antoni puede hacer pensar que se trata de uno de aquellos restaurantes con oferta estandarizada (sabemos que en ellos en los que se come bien, pero no salen del sota, caballo y rey). Nada más lejos de la realidad. Aquí encontramos una cocina sin pretensiones, de platos sencillos (que no fáciles) y de cocina tradicional. Todos ellos se mezclan con un surtido de tapas donde tampoco faltan las más clásicas.
En estos dos años, ha conseguido una clientela fiel, del barrio. Si bien es cierto que la reapertura del Mercat de Sant Antoni ha provocado que algún que otro turista se deje caer por la zona, sigue siendo visitado en su mayoría por gente local.
Casa Dorita pretende homenajear mediante “la cultura del buen comer a todas las mujeres que convierten sus fogones en un espectáculo”. Así lo podemos leer en su web. Con este homenaje parece que se adelantaron al movimiento Mujeres en Gastronomía que tan en auge está últimamente.
En Casa Dorita se adelantaron en reivindicar la figura femenina en la gastronomía. En dar visibilidad a tantas profesionales dedicadas a los fogones de forma anónima. Para ello decidieron elegir el nombre de una mujer bandera: La Bella Dorita.
Su historia es muy noble y no debemos olvidarla, pero a Casa Dorita vamos a comer. No encontraremos un menú. Ni tampoco ninguna Estrella Michelin. Encontraremos una carta compartida a diario con las sugerencias del chef o los platos del día de su pizarra. Una buena forma de aprovechar el producto de temporada y fresco.
En casa Dorita la cocina está a la vista, en mitad del local. Podemos ver el ritmo vertiginoso que Cristina, la cocinera, y su ayudante mantienen en las horas punta. El resto del local se distribuye en mesas de diferentes alturas. En la entrada encontramos una gran barra con algunos productos en conserva y charcutería que utilizan para sus tablas.
¿Qué podemos comer en Casa Dorita? Pues una buena tabla de jamón ibérico de bellota Juan Manuel D.O Guijuelo; unas anchoas del Cantábrico 00, banderillas o cecina de León son algunos de los entrantes fríos que entran a cualquier hora del día. O de la tarde, porque son ideales para darse un capricho o matar al famoso “gusanillo”.
Un par de huevos de gallinas felices son una de las mejores opciones. Estan fijos en su carta con jamón, gulas o sobrasada. Pero hay que fijarse en su pizarra en la que seguramente encontraremos alguna propuesta diferente, como la que por suerte encontré el día de mi visita: con setas y tocino ibérico.
Tampoco tenéis que pasar de largo ante su sección “de cuchara”. Quizá es con estos platos con los que más se diferencian del resto. Con ellos apreciaremos esa cocina tradicional característica de Casa Dorita: pochas con almejas, pochas con alegría, albóndigas con sepia o callos con “cap i pota” son 4 tentaciones que resultan difíciles de evitar.
Desde primera hora de la mañana podemos ir a Casa Dorita, aunque su oferta no cambia. No hay brunch con huevos benedictine ni nada por estilo. Más bien, lo que te tomes será un esmorzar de forquilla si lo visitas a media mañana. La hora del vermut empieza a caldear el ambiente para que llegue a su momento álgido a mediodía. Un pequeño lapsus a media tarde y, por la noche, para la hora de la cena, vuelta a empezar.
Ah! y de postre, un clásico donde los haya: coca de Llavaneres. Ahí es nada.