OBRAS
CASA-JARDÍN · 2/15/2022
José estudió ecología, siempre se ha acercado a la naturaleza, se siente parte de ella desdibujando los límites entre él y su alrededor. Eso intenta hacer su casa también: dispersa sus partes en el terreno y hace del jardín su circulación. José y su casa cuestionan el estándar de comodidad: para ir de la cama al baño hay que salir y la ducha sucede en medio de las plantas de su invernadero. Aparecen lugares que no se sabe si son jardín o casa, o una casa construida por el jardín.
Fotografía: JAG Studio
La idea de una casa en simbiosis con su entorno natural, nos hace imaginar estructuras que vivan y mueran con nosotros. Encontramos una primera referencia en la ruralidad ecuatoriana y la manera en que la gente cerca sus propiedades. La solución parte de un árbol (Euphorbia Laurifolia) que se conoce comúnmente como “Lechero”debido al látex que brota al momento de cortarlo. Se reproduce fácilmente por estacas, lo cual permite organizarlos a conveniencia de manera muy sencilla. Es decir, encuentras un árbol de lechero, le cortas una rama del tamaño que necesites para tu cerca y lo plantas tal cual en tu lindero. La rama echará raíces y seguirá su ciclo de vida.
Fotografía: JAG Studio
Investigando acerca de este método constructivo llegamos al Parque Arqueológico de Cochasquí, encontramos réplicas de cómo se cree que eran las viviendas de la cultura Quitu Cara según algunos historiadores. Los Quitu Cara fueron una civilización pre-inca que se asentó en la sierra norte del Ecuador aproximadamente desde el 500 d.c. Sus viviendas se estructuraron a partir de un muro circular de tapia construido alrededor de un lechero de 4m de altura aproximadamente, plantado en el centro al momento de la construcción. El árbol y los muros de tapia se conectaban con vigas de “chaguarquero” (penco azul o Agave Americana Andina) y se amarraban con “chilpe”, una cuerda de fibra vegetal hecha de las hojas del penco verde o Agave Sisalana. Finalmente la estructura se cubría con paja de páramo (Calamagrostis Effusa).La columna viva de lechero fue cortada en sus dos extremos, la variación del largo del tronco es mínima y con el paso de los años le crecían nuevas ramas con hojas que le permitían seguir su ciclo de vida. El lechero atravesaba el vértice del cono de la cubierta en búsqueda de sol. Los cimientos de esta columna central se fortalecían con el paso del tiempo mientras sus raíces crecían. Con esta tecnología no hay problemas de pudrición de la madera, solamente es necesario regar la estructura periódicamente.
Fotografía: JAG Studio
Aplicamos esas lecciones de la arquitectura vernácula en los intersticios entre la casa y el jardín. Es decir, la estructura que construye los habitáculos nace del jardín, está viva. El invernadero-ducha, se cubrió con planchas de policarbonato sostenidas por una estructura tensada entre postes de lechero. Modular una malla de columnas vivas tiene su encanto. La altura de los postes del invernadero es la misma que tienen los postes de las cercas vivas. Funcionan en la ruralidad y funcionaron aquí. La carga que soportan es mínima, lo que nos permitió hacer detalles radicalmente básicos y primitivos.
Evacuar el vientre para José es un ritual, entre él y las plantas sólo existe un cristal. Una ventaja de que su espacio privado esté aislado de la vecindad, es dejar de preocuparse por las miradas de los pudorosos. Nos imaginamos que sus invitados tendrán alguna anécdota que contar después de visitarlo. En cada esquina del cubículo hay un lechero que sostiene una cubierta muy ligera hecha de madera contrachapada protegida con manto asfáltico. Acá los árboles tienen alrededor de 3 m de altura y están enterrados 1m en el suelo.
Aprendimos de los relatos rurales a podarlos completamente antes de volver a plantarlos y a las pocas semanas empezaron los primeros rebrotes. Es impresionante la facilidad con que estos árboles pueden ser trasplantados: de 46 árboles que utilizamos sólo 5 murieron y tuvieron que ser reemplazados.
Por último, cuatro árboles más dan la bienvenida al edificio principal. Sostienen una cubierta de policarbonato que se soporta en chaguarqueros amarrados con chilpe y conforman el área social, para recibir a familia y amigos. El espacio interior es para cocinar, comer y dormir, dando cobijo y manteniendo una temperatura estable, mirando al terreno circundante, al valle y a la cordillera. Usamos la misma tierra del desbanque para la construcción de un muro portante de adobe, este a su vez se apoya sobre una base de piedra que además, funciona como barredera.
El muro con forma de “C” permite que la fachada principal sea un ventanal de carpintería estructural. La cubierta distribuye su peso sobre una solera de madera y salva la luz a través de dos vigas de sección común, que para lograr su fin, requieren de un refuerzo, que es otra pieza similar simplemente atada, colaborando en la parte de la viga que más trabaja. Encima: duelas, un manto impermeable, tierra y tejuelos, entre los cuales esperamos ver cómo crece la mala hierba.
El proyecto se complementa con un sistema de permacultura propuesto y construido por José, él mismo lo describe así: La casa no está conectada al sistema de alcantarillado: las aguas negras se limpian a través de un filtro con lombrices rojas (Eisenia foetida); las aguas grises provenientes de la limpieza con jabones biodegradables pasan por una trampa de grasas y filtros con papiros enanos (Cyperus haspan). Las aguas filtradas de los dos sistemas alimentan distintos frutales. Los residuos orgánicos van a una compostera que alimenta principalmente el suelo de las huertas de hortalizas y plantas medicinales. En este sistema se han mantenido especies nativas-salvajes que atraen insectos y aves del lugar controlando la proliferación de posibles plagas, control biológico in situ.
Al Borde