Hace tiempo que no hablo de las reformas que emprendí en mi casa, hace ya unos meses. Bueno, no voy a mentir : sé que han pasado , exactamente, cuatro meses y tres días ( y cinco horas).
La reforma, la obra está en mí. Ya habita en mí. Soy la reforma.
Mi casa ha estado llena de gente. Ha habido mucha, después menos y ahora, me quedan como regueros de seres que salpican mi reforma, uno aquí , otro allí. Uno un día, el otro, otro. Pero siempre hay un alma en pena, morando( invadiendo) mi hábitat, con un foco de bajo consumo en la mano o un listón de madera que no acaba de encajar y por eso, está en el limbo de las maderas ( que ya os informo , desde ahora mismo, que está en mi casa). Me fui, con la promesa de que al regreso, la soledad sería la única invitada a mi castillo pero volví y había tres humanos, rodeados de cables y electroválvulas. Les alegró volver a verme porque, ya después de tantos meses de convivencia, se han acostumbrado a mí y me echan de menos. Así que , emocionados, se detuvieron en sus quehaceres eternos y se interesaron por mi estancia en la playa…ese lugar maravilloso , en el que me tomaba mi cappuccino matinal sin tener que dialogar, previamente, con los cuantos ( muchos) que estuvieran a mi vera.
Estoy suspendida en un “casi” infinito. “Casi se acaba” pero ese “casi” es perverso y muy largo. Se encuentra bien en mi casa y no se quiere ir. Ya no me gusta esta palabra. El “casi” , no será bienvenido en mi hogar ( que lo sepas, “casi”). De nada ha servido la presión económica , ni la presión psicológica, ni tan siquiera, la amenaza y la tortura. Nada. No responden a los estímulos. Impasibles, lentos, …en estado “casi”.
Hoy los miraba para detectar si son de otro planeta y yo soy el espécimen muestra de un experimento de resistencia y paciencia … También he barajado la posibilidad de que sea víctima de un mal de ojo de magia negra de alguien que me quiera mal o se quiera reír un poco a mi costa…
Y lo peor viene cuando, yo con ojos desorbitados y cara de loca, explico mi “casi “ y que la reforma habita en mí y entonces, el que me escucha dice : ¡Tranquila, mujer, que esto ya está!
No le deseo a nadie que averigüe la diferencia entre “ya está” y “casi ya está” de la forma en que lo he hecho yo. El adverbio se me ha rebelado y me ha plantado cara .
Estamos en plena batalla.
Me dicen que la semana que viene, podré aniquilar el “casi”.
Exterminarlo.
Que tiemble. No le queda casi nada.
N.B :Tras leer este texto, es correcto suponer que tengo un ataque de nervios… o casi… ; – )