Revista Viajes

Casi, casi la mejor ciudad del mundo.

Por Saval

Internet me ha permitido conocer a un profesor de psicología de Valencia, la Valencia de Venezuela. Aquí os dejo su blog. Hace unos días me pidió que le mandase fotos de mi ciudad. Yo le dije que no tenía, que me gustaría aprender a hacer fotos pero que para compensarle, escribiría un post sobre mi ciudad para que la conociese.

En Valencia la gente grita en el autobús, en el metro, en cualquier lugar público. La gente se escandaliza cuando oyen que el valenciano y el catalán son la misma lengua, aunque ni siquiera sepan hablarlo. En Valencia la gente vive para aparentar. Los locales se llenan de gente con conversaciones banales, es una ciudad farandulera hasta el hartazgo. También hay gente que va al fútbol pero el aficionado medio no sabe casi nada de ese deporte. En Valencia te miran mal los de derechas si dices que la corrupción está mal y los de izquierdas si dices que quieres hablar en castellano. Incluso puedes hacer un tour viendo obras faraónicas a medio terminar o sin ninguna utilidad. Los fallerxs cortan las calles un mes antes de las fallas, los jóvenes ensuciamos las calles con nuestros botellones y los mayores ensuciamos la sociedad con nuestra inmundicia. Valencia es todo eso.

Supongo que a cada uno le gusta el olor de su propia mierda. Porque aunque siempre salgamos en la televisión para lo malo y aunque solamente hayas leído pegas en el párrafo anterior Valencia es, aún con todo eso, el mejor lugar del mundo. O casi. Tiene sol. Casi siempre. Tan casi siempre que cuando llueve, la lluvia cae con violencia pensando que puede ser su última oportunidad. Valencia te atrae cuando amanece con sol en febrero pero te enamora cuando llueve de manera furibunda en verano. Valencia tiene playa aunque nos hemos pasado casi toda la vida de espaldas al mar. Supongo que entre playas, arrozales o huertas todos tuvimos nuestros primeros escarceos amorosos. En Valencia he visto resurgir barrios que estaban abandonados a su suerte como el Carmen, Ruzafa o Benimaclet porque lxs valencianxs serán lo que serán pero siempre pelean por salir adelante. En Valencia hemos
soñado con revoluciones pacíficas durmiendo delante del ayuntamiento y hemos pensado en huir en trenes desde una de las estaciones más bonitas que he visto. Nos hemos sentado una noche en los escalones de la Plaza de la Virgen con nuestra novia o hemos amanecido con nuestros amigos tirados delante del mar. En Valencia salimos a correr por el río (es un parque, no lleva agua, les digo a los turistas cuando me preguntan) que es la arteria principal que divide la ciudad, un lugar envidiable si estuviese en cualquier otro país. Nunca, en ningún sitio, vi tantas tías como aquí. Y tíos. Aquí la gente es guapa, no sé muy bien la causa pero joder. Cada día puedes enamorarte varias veces o, incluso, replantearte tu sexualidad. En Valencia se come muy bien, cada vez mejor, desde los TOP hasta los bares de bravas, puntilla o tortilla. Y está la paella, claro. La de las abuelas los domingos y las de restaurante de las grandes ocasiones. La horchata, el chocolate o el agua de Valencia. Y las fallas. Que ensucian mucho pero que sirven para que la gente empiece a salir. Y también para que siga saliendo cuando ya se ha retirado de discotecas y demás, que de eso, de fiesta, aquí también vamos servidxs.

Puede que esto sea porque mejor que en casa no se está en ningún sitio. Pero si eres de fuera y vienes, quizá cambies de opinión. En Valencia mejor que en casa.

Por si quieres avisarme cuando vengas @alvarosaval

 


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