Calle Huérfanos, Santiago
Créditos: Mi Nube
Dicen que el idioma castellano-español es universal. Puede que tengan razón los que eso afirman. Sin embargo, si usted, viajero, va a Chile, lo más probable es que no se entere de nada de lo que le están diciendo.
Imagine que se encuentra en un mall (centro comercial), y le hace una pregunta al guardia de seguridad. El uniformado le contesta: Donde la Lola, junto a la escala, Po’h. ¿Qué le ha dicho? Fácil: donde se encuentra la joven, al lado de la escalera. Pues así todo. Si quiere comprar una falda, pida una pollera; si le gustan unas camisetas, busque poleras; y si necesita algo más grueso y “casual”, le darán un polerón. Pero no se sienta usted achacado (angustiado), ya que si sigue leyendo podrá abanicarse (hacer algo con relativa facilidad), sin apretar cachete (escapar) del país andino.
Sabemos que es usted un chiporro (novato), pero esperamos que no le chamullen (mentir con muchos argumentos) y le den algo que vale hongo (algo de poco valor) por un filete (algo valioso). Pero no siempre se encontrará usted con un malandra (delincuente) que le quiera machetear (pedir dinero), pues Chile está lleno de jais y jambones (personas de buena educación y posición), que aunque algunos sean mano de challa o manito de guagua (tacaños), no le quieren vender la mula (estafar).
Las Condes, Santiago de Chile
Créditos: Santiago Joven
Santiago tiene ciertas características socioeconómicas que al visitante le suelen llamar la atención. Hay zonas muy cototas (bonitas) –Las Condes, La Reina, Providencia, Vitacura, la Dehesa-, donde las cuicas (mujeres acomodadas) con sus pelolais (adolescentes guaperas) campan a sus anchas, poniendo sus pailas (orejas) en orejas de caballo (estar atento) por ver si sus maridos son el patas negras (amante) pacalleuque (en secreto), mientras observan a los peinetas (buenos mozos) que pululan alrededor, con la intención de pellizcarle la uva (querer algo con la mujer de otro). En otras zonas no tan agraciadas, más pencas (peores), las situaciones para el turista pueden ser brígidas o peludas (peligrosas), donde mandan los carne amarga (delincuentes), siempre alejados de los ratis (detectives), que quieren las lechugas (dólares) del visitante. Pero no siempre es así.
Al pasear por el centro de Santiago, no confunda la Polla (lotería) con el pico, cacho, callampa, poronga, ñato, dedo sin uña, palo, cabeza de haba, huasca, corneta, pelado o diuca (todos sinónimos de pene), ya que si es hombre, pensarán que se le quema el arroz, se le cae el helado o la pelota al barro o le gustan a uno las patitas de chancho (ser homosexual). En el mismo centro abundan los lanzas (hábiles rateros), siempre atentos a los pacos (Carabineros) y en cada concurrida esquina alguien estará dispuesto a estirar la manga (mendigar), mientras envía miradas esquivas al cercano café con piernas (establecimiento donde se sirve café, atendido por señoritas ligeras de ropa).
Les recomiendo, al caer la tarde, acercarse por cualquier pub de la zona oriente en el tiempo del happy hour (dos consumiciones por el precio de una), e ir con buena facha (vestimenta), ya que encontrará algún huevito que quiera sal (alguna chica que esté interesada en usted), antes de entrarle agua al bote (empezar a sentir los efectos del alcohol) y por supuesto no haga un perro muerto (irse sin pagar).
Quizás, después de haber leído estas líneas, a alguno se le quiten las ganas de visitar Chile. Yo les digo: craso error. Vivamente recomendable, el país andino merece la pena ser visitado, por sus paisajes, su gastronomía y sobre todo por sus gentes, aunque a veces no las entienda. Recuerden la canción popular, que dice: “…y verás como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero”. Nota: El artículo está escrito en clave masculina, por un Pepe (español).
© Roberto González, Derechos Reservados Asturias en el Mundo Twitter: @Rover022