El castillo de Chirel se encuentra en Cortes de Pallás (Valencia), dominando desde su altura un hermoso paisaje de acantilados cortados por las aguas del Júcar, embalsadas por la presa de Cortes. Por la noche se aprovecha la energía sobrante de la cercana central nuclear de Cofrentes para bombear agua a la cima de la Muela. Desde ese inusual embalse en lo alto de una montaña, se devuelve de día el agua hacia el pantano para generar electricidad en horas de más consumo. Tal vez tales maravillas expliquen o argumenten el desorbitado precio de los kilovatios. De una foto de ese paraje sale esta acuarela. La foto sale de la cámara de mi amigo Luis Piqueras, de Alpera, lugar bastante cercano. Papel Arches 300 gramos de grano fino. Acuarelas variadas, más o menos las que últimamente voy utilizando. Tierras de Kremer, azules y verde de Daniel Smith, menos la siena tostada y el ultramar que prefiero a menudo de Rembrandt o Van Gogh. Juntas son una maravilla. Un pincel Versátil redondo del número 18 y otro también de Escoda, de petit gris muy suave y afilado, del 6. Partimos del dibujo anterior, bastante detallado, al menos en cuanto a las grietas y formas de las rocas del primer plano. Posiblemente se podría haber simplificado esto, sugiriendo simplemente las paredes verticales, marcando zonas de sombra y luz con una iluminación más lateral que la que ofrecía la foto. Inventarse la iluminación, cambiar el foco de la luz, siempre es problemático y suele quedar inconsistente y falso si el tema tiene tantos recovecos y planos. De forma que el contraste se busca con el fondo lejano de las montañas de la izquierda, que se dejarán más tenues y difuminadas que las rocas cercanas y el cerro de la derecha. Los tonos cálidos de la cercanía marcarán distancia con los azules del fondo. Al menos eso dicen los manuales. Para dar armonía al conjunto se parte de los tonos cálidos con que se cubre prácticamente todo el papel, incluso el cielo, dejando algunas zonas en blanco para futuras luces y realces. Aquí es donde se agradece un pincel grueso y que cargue mucha agua, como es este de Escoda del 18, prácticamente como de marta. Los colores utilizados, siena natural, ocre amarillo, siena tostada y rojo de Venecia, casi siempre mezclados en distintas proporciones. Ya desde el principio, aunque se ha empezado en seco, se van mezclando en húmedo los colores en el mismo papel, dejando que se fundan y resalten ciertas zonas, iniciando la valoración de tonos, con las primeras sugerencias de sombras. Algunos brochazos rápidos hacia abajo con el pincel casi plano, de lado, para crear textura aprovechando el grano del papel. Nos esperamos a que seque completamente esta capa. Mientras nos tomamos un café y miramos. Vamos con los azules y verdes. Una mezcla de cobalto y cerúleo, que granula mucho. Se procura dejar sin tocar unas líneas que ya habíamos conservado en blanco, sugiriendo el brillo de algunas nubes. El verde es tierra verde de Kremer, mezclada con los azules citados para dar sombras en las ondulaciones de las montañas. Se procura no cargar las tintas pues, aunque sabemos que al secar quedará todo más claro, queremos que haya mucho contraste entre la zona cercana de la derecha y las montañas cada vez más lejanas. Por eso se van diluyendo más las mezclas y añadiendo más azul conforme nos alejamos.
El siguiente paso es ir reforzando algunas zonas de la montaña, resaltando luces y sombras, dando relieve, calentando con siena tostada los planos más cercanos. Toques de ocre amarillo con el siena en algunas zonas. Mezclamos a esos colores algo de ultramar para hacer un gris cálido en algunos lugares donde habrá rocas iluminadas. Las rocas del acantilado del primer plano, sobre la base de rojo de Venecia o Caput Mortum, muy parecidos, se matizan y se les da relieve con siena tostada diluida, para calentar el color de la capa anterior, un poco frío. Las sombras con ultramar mezclado con el siena tostada o aplicado solo antes que se seque el marrón, con el papel bastante inclinado para que se mezclen hacia abajo. Aquí se aprecian mejor cosas como esa mezcla de ultramar con siena tostada, que me resulta insustituible para muchas sombras en cualquier tema, o la granulación y el efecto de las pinceladas rápidas, casi en seco, que dan mucha textura. Se sigue teniendo cuidado en dejar en blanco algunas líneas y brillos. Unas capas se añaden en mojado. Otras cuando se ha secado la anterior. Es interesante en el caso de las rocas que los perfiles y ángulos que sugieren las pinceladas en seco no se pierdan, algo que ocurriría si todo se pintara en húmedo. Saldrían unas rocas curvadas y pulidas, que no irían bien.
Hace rato que sabemos que seguir adelante añadirá detalle pero restará frescura y limpieza. Asunto delicado siempre. En seco vamos añadiendo capas pensando más que pintando, pues hay que sugerir sin demasiados añadidos. Al oscurecer unas zonas resaltan las contiguas y era imprescindible ir marcando la pendiente, sugiriendo rocas, añadiendo la vegetación, procurando que no quede muy pinturera entre tantos ocres. Tierra verde y jadeíta, un poco de azul de Prusia para separar una de las montañas del fondo que habían quedado amontonadas y de paso reforzar la zona en sombra del agua del Júcar. Seco todo, se comprueba cómo ha aclarado la cosa. Los tonos brillantes cuando mojados, se apagan al secarse, maldición. Se refuerzan con infinito cuidado algunas sombras con violeta mezclado con ultramar, incluso sobre los marrones de las montañas más cálidas de arriba a la derecha. Sobre los tonos cálidos ocre amarillo, sienas, tierras, el violeta ultramar o una mezcla de azul ultramar con carmín de alizarina son muy adecuados. Unos trazos finos y rápidos sugiriendo las grietas con esa mezcla de siena y ultramar que vale tanto para un roto como para un descosido. Más diluida para dar sombras sugiriendo la sombra de rocas y peñascos y... así lo dejamos, sabiendo que hace un rato algunas zonas estaban mejor. Otras no. Difícil equilibrio.