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Casualidades

Publicado el 12 septiembre 2012 por Serlibre


Emilia llegó tarde y de reojo perfilé la sombra que congeló  las paredes, los vidrios y lo que preferí callar. Como presintiendo puse a Silvio bajito dejando que se esfumara un te molesta mi amor. Un amor como mordido, apretado. No quise acercarme para no rozar la sombra y dejarla fluir gota a gota. Decidí darme una ducha pensando que quizás el cansancio, la noche, tal vez, tal vez, no sé. No fuera.
Agua tibia, muy, tan muy como mía y la veía a ella con las piernas tiesas respirándome un hija. Hija te quiero. Al lado su padre, único entre los únicos, alzándome con ternura, flaco de brazos a distancia del resto con mis cinco años encima. Tan flacos como anchos y profundos sus huesos. Como él. Estoico, sutil dispensando una disculpa a mi abuela por soltarle el hombro como en cada baldosa de sus días. 
Silvio otra vez se filtraba entre nosotras con un te molesta mi amor, mi amor de surtidor. Salí y lo que parecía no ser, era. Emilia sentada, ahuecando esa sombra que llego con algo desmayado en su pecho sin poder escabullirse para cuestionar mis horarios y bla bla. Nada, era una Emilia ausencia. Llena de una falta que no terminaba por entender. Miré sus manos desde mis odios que envolvían un te molesta mi amor, mi amor sin antifaz, y creí entender. Caminé con toda la fuerza musical y le pregunté, no, le dije. Si, le dije y me dijo, hay fronteras, mi amor no es amor de mercado. Nunca la escuché de ese modo a Emilia.
La vi, la sentí otra, con un brote de emoción, por fin, lástima que con ojos empañados y lágrimas a medio caer. Sonreí de nervios, ella no se parece en nada a mí y por momentos sospecho que quiere imitar mis pensamientos. De ser así no sería necesario preguntarle nada, lo sabría todo pensé y sin terminar de acomodarme me sorprendió con un- hola como estás-, y nada, bien. Algo sorprendida dije, pero bien, y ahora sí, ella era como ella, como la de siempre, reprochándome un bien cortito pero no me importó. 
Bien es bien le dije y evoqué a mí abuelo para usar sus brazos y rodear a Emilia que rendida murmuro. Les molesta mi amor de surtidor, mi amor de humanidad ¿? Mi prenda encantada. De todos. Si, les molesta mi amor y es todo cuanto tengo si lo niego lo vendo. Decime ¿Para qué respirar, eh?  Para vivir Emilia. ¿Te parece poco? Es bastante, relajate y vas a poder interpelar, o no, a algunos (ya sabés que a todos no vale la pena) que no saben, no quieren, no pueden saber que tu amor viene muy de abajo. Dormite y abrile el pecho a la muerte, mañana no te vas a acordar de todo esto. 
No se lo dije pero olía a fernety es raro porque nunca bebe. Desde hoy empezaré a creer en las casualidades y Emilia nunca lo sabrá a menos que mi madre se lo cuente.
casualidades
     Art- Maurice Venice


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