Catalina de Médici
Aquel tercer día de torneos, el 30 de junio de 1559, el rey Enrique II salió del palacio de Les Tournelles ataviado, como siempre, de blanco y negro y luciendo la media luna, el emblema de Diana de Poitiers. Catalina de Médici aún no se había recuperado desde el nacimiento y muerte de sus gemelas en junio de 1556 y el intenso calor de junio le molestaba. Catalina y Diana vislumbraron al monarca entrar en la liza, montado en su magnífico corcel turco llamado, Le Malheur, que para colmo significaba "Desgracia". El caballo era un obsequio del duque de Saboya, quien en unos pocos días se convertiría en cuñado del rey. La reina no pudo evitar sentirse angustiada, era de muy mal augurio que el palafrén haya recibido el apelativo de "Desgracia". Eso no podría traer nada bueno.
La suerte favorecía a Enrique. Seis lanzas rompió con gran éxito en medio de las aclamaciones del pueblo e incluso de parte Catalina de Médici y Diana de Poitiers. Chorreando sudor y el cabello y la barba alborotados, con el casco y un trozo de lanza en la mano derecha, Enrique ll regresó por sexta vez al borde de la palestra montando a Malheur. El condestable Montmorency y el mariscal de Vieilleville le suplicaron que no combatiera de nuevo para complacer a la soberana que había tenido un mal sueño. El monarca se rió y contestó que todavía quería "romper una lanza" contra Gabriel Montgomery, conde de Lorge y noble capitán de la guardia escocesa, quien con veintinueve años, lo había descabalgado en los días anteriores. Según el rey, “Ese diablo estuvo ayer a punto de derribarme”.
Volvamos con la premonición de Nostradamus. No deja de ser notoria su visión cuando se refirió a los dos leones. El león era signo astrológico de Francia y de su rey. Por otro lado, Montgomery combatía por el león heráldico de Escocia. Demasiadas coincidencias que comenzaron a atormentar a la reina.
Escudo de Escocia de 1558 a 1559, usado por María de Escocia siendo ya reina de esa nación y también delfina de Francia por su matrimonio con el futuro Francisco II.
Catalina, que estaba cada vez más nerviosa, envió al rey un mensaje a través del duque de Nemours. Le rogaba que no cabalgase más "por el amor que le tenía". Y ante las súplicas de la reina, éste le transmitió una ambigua respuesta que pasaría a la posteridad:“Nuestro señor está decidido a combatir. Os manda decir que no combatirá precisamente, sino por el amor a vuestra majestad."
Enrique II de Francia, de François Clouet
Gabriel de Montgomery era un hombre alto y robusto. Tan alto y robusto como el rey, su amo, su armadura reluciente de grandes hombreras y su yelmo cuadrado desprovisto de abertura y moldeado en una sola pieza le daban un aspecto aterrador. Montaba un caballo negro cuyo pesado arnés no parecía frenar su ímpetu.
Gabriel de Montgomery, conde de Lorge (1530-1574)
El caballerizo mayor advirtió a Enrique II de algo sumamente importante: no llevaba la visera bien cerrada. En aquella ocasión, haciendo oídos sordos a los ruegos de su esposa y de sus sirvientes, incitó a su corcel y cargó contra Montgomery. Su embestida fue espléndida, sin embargo concluyó sin que ningún contendiente pudiera derribar al otro. Contrariado por este segundo empate y, contra las leyes de la caballería, sin apenas pararse, el monarca francés retó a su valiente capitán, once años menor que él, "a romper con él una nueva lanza." Montgomery, que sintió una punzada al respirar, intentó negarse, pero su rey, riéndose y lleno de júbilo, le ordenó que continuara.
Continuará...
Bibliografía:
Kent, Princesa Michael: Diana de Poitiers y Catalina Medicis, rivales por el amor de un rey del Renacimiento, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.
González Quevedo, Oscar, O Poder da Mente Humana: A Face oculta da Mente, Volumen 5, Ediçoes Loyola, Sao Paulo, Brasil, 1968.
http://hugomantilla.org/yahoo_site_admin/assets/docs/La_muerte_de_Enrique_II_de_Francia.1890708.pdf