Sea como fuere, en Cataluña ya se ha acostumbrado el personal a tener elecciones prácticamente una vez al año, como ocurre en las repúblicas bananeras caracterizadas por el dominio del populismo y la debilidad institucional. Cabe preguntarnos si estas elecciones han contribuido a resolver estos dos graves problemas de esta región mediterránea. Me temo que la respuesta es no.
El País | Resultados elecciones catalanas de 2017
Las candidaturas golpistas pese a disminuir en escaños mantienen la mayoría absoluta que les da la llave de gobierno en caso de poder ponerse de acuerdo. El predominio del populismo está por tanto garantizado y con él la debilidad institucional. La reedición de un gobierno golpista cuya prioridad es hacer un juego de rol en vivo parece la opción más probable. Esta lampedusiana opción supone regresar a las subvenciones masivas a medios de comuncación incapaces de competir por sí solos en el mercado a cambio de ejercer de voceros del poder. Supone también el regreso de la movilización perpetua en la calle para ocultar con gran fanfarria y boato la carencia de ideas y de políticas encaminadas a resolver problemas prosaicos y reales de los ciudadanos como los que tienen que ver con el transporte, los medicamentos y la educación.Algo que recordamos poco es el fin último no confesable del golpismo: no se trata de la separación de Cataluña del resto de España sino de situarse en un punto intermedio justo ya que si de verdad quisieran la separación no harían todo lo que hicieron (saltándose la ley la separación será siempre imposible, yo creo que los propagandistas del golpismo son perfectamente conscientes de ello). Una reedición de un gobierno traidor y golpista nos abocará nuevamente a este juego de tira y afloja... pero ahora con menos emoción pues como mencioné antes todos tenemos claro quién manda.
La famosa intervención de la autonomía catalana se limitó a la laparoscópica convocatoria de elecciones regionales con la reticencia del gobierno central hasta para cumplir mandatos judiciales que ese gobierno autonómico tenía pendientes. Aún así, estos dos meses de gobierno regional funcionando en automático nos han dejado alguna pista para el optimismo. Algo que deberían tener presente todos aquellos que piensan que "el problema no tiene solución". Claro que tiene solución, pero hay que querer y nuestro gobierno central (y con él el Senado, que no vale para nada excepto para esto) no quiere. Por cobardía o por cálculo electoral, eso ya no lo sé.
Sin embargo hay algunos que parece que sí que quieren y es la nota positiva de estas elecciones. Una nota bastante alucinante: Ciudadanos ganó estas elecciones en Cataluña.
Dirigentes de Ciudadanos celebran la victoria al conocer los resultados.
Con más de un millón de votos el partido que preside Albert Rivera se sitúa como la primera opción de los catalanes. Aumentó más de un 50% el número de votos desde las anteriores elecciones de 2015 y es la primera fuerza en escaños en el parlamento regional. La extrapolación a la política nacional es muy complicada pero no sería descabellado sospechar que el partido naranja ya es tercera fuerza en toda España. A esto ayuda el descalabro de las opciones tercermundistas que pasan de 21 a 12 escaños y de 700.000 a 500.000 votos.Me parece interesante analizar plutarquianamente a Ciudadanos con el tercermundismo y no con el PP, el PSOE o con el separatismo mafioso estándar porque son estas opciones las llamadas a enfrentarse en España en los próximos lustros viendo la intención de voto por edad. Un enfrentamiento que rebasa lo político para situarse en lo estético (incluso en lo higiénico). Pues bien, en estas elecciones catalanas vimos una diferencia absimal entre el tercermundismo chavista y Ciudadanos.
Los chavistas se caracterizaron por hacer un extraño funambulismo entre rechazar la defensa de la ley y rechazar su ataque por parte del separatismo. Por su parte, Ciudadanos no es que se situara solamente a favor de la Constitución como ha hecho el PP, por ejemplo, sino que no se ha movido de su raison de vivre fundacional: el rechazo hostíl al nacionalismo. Es decir, no es que no están de acuerdo con los nacionalistas sino que están en contra. Su política es antagónica al nacionalismo que ha llevado a Cataluña a su peor momento político y a los catalanes a su peor momento de fractura social. Y con esta convicción han convencido a casi medio millón de catalanes más para que les apoyen.
Esto me parece muy destacable y creo que es la lección fundamental de estas elecciones. Unas elecciones que nada cambiaron entre los actores principales ni en la correlación de fuerzas pero sí en cada bloque de forma interna. Sabiendo que el separatismo golpista sólo podrá seguir haciendo lo que ya ha estado haciendo, es de esperar que esto les suponga a los del partido naranja todavía más apoyos en el futuro dentro de Cataluña y probablemente fuera de ella.