Este artículo es la contunuación de uno dedicado a la Madre Tomelín, respondido por nuestro querido André. En aquel preguntaban además de por la Tomelín, por Catarina de San Juan. Y aquí va:
Catarina de San Juan, la china poblana.
La vida de esta mujer, inspiradora del traje típico nacional mexicano está envuelta en la leyenda y la religiosidad popular de su época, y lo que se sabe de ella es debido a sus confesores, que al morir esta quisieron difundir su vida a través de tres escritos de los que se pueden sacar algunos datos sobre ella.
Su nombre original era Meera, y era procedente de la India, posiblemente de Rajastán, tal parece que en un principado tributario del imperio mongol. Nació hacia 1605, hija de una concubina de nombre Botrha y una de las muchas esposas del rajá de aquella región, por lo cual Meera sería una princesa. El nombre de su padre se ha perdido en el olvido puesto que ni la misma Catarina lo recordaba, debido a que su madre era una de las muchas esposas del rajá y no tendría casi relación con él. Algunos biógrafos de la época le nombraron Maximiliano, algo bastante improbable siendo este un nombre cristiano. Según la misma Catalina estando su madre en dolor de parto la Virgen María se apareció y la asistió al momento de dar a luz, aun no siendo esta cristiana, y que al nacer la niña la Virgen le prometió a la madre que cuidaría de ella y la tendría como una hija.
También nos dicen sus biógrafos que Catarina aseguraba que tiempo después de su nacimiento llegaron tres ángeles en forma de adivinos a leerle la fortuna a la recién nacida de quien dijeron que sería un prodigio en la tierra, pero que eso sería en otro lado pues sus padres no la podrían disfrutar. Los biógrafos de Catarina han relacionado este hecho con el día de su muerte, un 5 de enero, y guiados por esto han dicho que aquellos tres adivinos no eran otros que los tres Reyes Magos que habían ido a predecirle la fortuna a la pequeña Meera y como un augurio de que su muerte seria en la víspera de Reyes.
Tal parece que debido a la invasión turca los padres de Meera junto con la niña tuvieron que huir a una región portuaria cercana a las posesiones portuguesas, según palabras de la misma Catarina. A la edad de 10 años Meera junto a uno de sus hermanos fue secuestrada por los piratas y vendida como esclava en Cochin a un mongol que se había enamorado de ella y la puso al cuidado de una noble dama. Esta, al ponerse celosa de la niña, la maltrataba y terminó por amarrarle una piedra al pecho y tirarla al mar, pero Meera cayó cerca de la cadena de un ancla, pudo salir a la superficie y gritando fue auxiliada por un portugués que la ayudó y la llevó con unos antiguos dueños que había tenido.
Aquí en Conchin es evangelizada y bautizada Meera. Como sucedía con la mayoría de los esclavos que llegaban a esas tierras portuguesas, un jesuita es quien la bautiza y le da el nombre de Catarina (Catalina) de San Juan. Catarina confiesa que en el momento de su bautismo pudo observar como la veían con gran regocijo la Virgen, Santa Ana y San Joaquín. En sus confesiones, Catarina dice que el nombre que le fue puesto, ocasionó una escena de celos celestiales, por saber a quién prefería Catarina. En una de sus visiones Santa Catalina de Alejandría y San Juan le cuestionaban a quien de los dos prefería; la Santa de Alejandría decía a su favor que ambas eran paisanas de la misma región, y San Juan que el mismo Dios se la había encomendado (cada vez me sorprendo más de las visiones, o mejor dicho, alucinaciones, de esta mujer).
Tiempo después Catarina fue llevada a Manila, en donde presenció la procesión de Jesús Nazareno y al ver la imagen comenzó a dar de gritos pues decía había visto en la imagen el rostro de su padre y escuchó que el Nazareno le decía “Yo seré tu padre”. Desde ese instante Catarina se volvió devota del Nazareno y hasta se dice que (ya estando en Puebla) solía visitar una imagen del Nazareno en la iglesia de San José, con el que conversaba largamente ante el asombro de las personas. Ella misma dice que un día al volver de la iglesia encontró en su casa el manto del nazareno y abrazándose a él durmió toda la noche como si fuera su noche de bodas. Cabe decir que Catarina siempre mantuvo la virginidad a pesar de que tuvo muchas proposiciones y pretendientes.
Hacia 1620 el mercader poblano, don Miguel de Sosa le pidió a un amigo suyo que le consiguiera una “chinita” para tenerla como hija, se debe entender que en aquella época todo lo que viniera del oriente se pensaba que era de China por esto es que a Catarina se le llamo "la china" poblana aun siendo de la India y no de China. Catarina llega a México en la Nao de China procedente de Manila, para esa época ella tendría entre 15 y 16 años, fue recogida por el mismo Sosa y la llevó a vivir en el barrio del Alto de San Francisco.
Se ganó la confianza de sus amos haciendo el trabajo de ama de llaves y aunque los Sosa querían que aprendiera a leer y escribir nunca pudo; es más, sus confesores dicen que nunca aprendió a hablar bien el español, y costaba trabajo poder entenderle y que solo cuando hablaba de sus visiones la lengua se le destrababa y hablaba con mucha fluidez, de otra forma tenía que usar las señas para poder darse a entender por completo.
Habiendo muerto los Sosa, le fue concedida la libertad en su testamento y fue recibida en la casa de su confesor, el jesuita Pedro Suárez, donde hacía el trabajo doméstico y solo salía para ir a la iglesia, se dice que llegaba hasta tres veces al día a escuchar misa. El padre Suarez tenía como esclavo a otro “chino" de nombre Domingo, quien se enamoró de Catarina y aunque esta lo rechazó, el padre Suárez la hizo que se casase con Domingo. Catarina aceptó con la condición de que este respetara su virginidad, pero el esclavo haciendo caso omiso, trató de persuadirla pero Catarina ponía una muralla de cojines y crucifijos en la cama como división para que este no tratara de tocarla. Domingo terminó por cansarse de la actitud de Catarina, se juntó con otra mujer y años más tarde falleció, dejando viuda a Catarina.
Después de enviudar Catarina se dedicó a servir en el colegio jesuita del Espíritu Santo y tiempo después, poco antes de su fallecimiento, fue recogida por un capitán que le dió una habitación. Catarina muere casi paralítica, con muchas dolencias y con multitud de contusiones provocadas, según su confesor, por los demonios que la golpeaban (o quizá su amo en turno que la golpeaba como a cualquier esclava, que es lo más probable). Falleció el 5 de enero de 1688, a los 82 años de edad.
Su confesor, un jesuita, hizo que Catarina fuera vestida con el hábito de la Compañía de Jesús para su entierro. Una multitud de gente llego a su velorio pues sabían de las virtudes de esta mujer, su ataúd fue cargado por el alcalde y los regidores así como diferentes órdenes religiosas de la ciudad y fue sepultada, por considerarla parte de la orden, en el templo del Espíritu Santo de los jesuitas en la ciudad de Puebla. Posteriormente con la intención de elevarla a los altares sus confesores escriben algunas biografías de ellas y hacen editar unos grabados con su imagen. Todo esto fue prohibido por la Inquisición, recogido y quemado y con pena de excomunión por considerar que contenía “revelaciones, visiones y apariciones inútiles, inverosímiles, llenas de contradicciones y comparaciones impropias, indecentes y temerarias, contrarias al sentir de los doctores y práctica de la Iglesia Universal, sin más fundamento que la vana credulidad del autor”. Esto propició que Catarina nunca llegara a los altares ni se le abriera un proceso. No es sino siglos después, al independizarse México en el siglo XIX, que su figura es retomada por los independentistas por considerarla una mujer libre. La forma en que vestía, con ropas de colores brillantes y con adornos de chaquira y lentejuelas sirven de inspiración para el traje típico nacional que en su honor se llama de “china poblana”.
Catarina de San Juan actualmente es muy poco conocida y la bibliografía sobre ella como en el caso de la madre Tomelín es sumamente escasa de encontrar fuera de Puebla. Es sólo recordada debido al traje típico que lleva su nombre, pero vamos, después de lo que hemos leído no queda más que estar perplejos ante las visiones de esta mujer y pensar que la Inquisición no estuvo tan mal al prohibir su culto, pues lo que se sabía de ella no era más que una serie de leyendas bastante fantasiosas, y como hasta el día de hoy es lo único que sabemos sobre ella.
André Efrén Ordóñez Capetillo.