Revista Creaciones

Catedral. Semana Santa, 2019.

Por Tarrou


Catedral. Semana Santa, 2019.


Caía ensangrentada contra el cielo nocturno. Como el tapiado paraíso, ese remoto jardín se esfumaba contra el asombro de sus hijos, ella que tantos vió pasar. Lo que el espíritu humano ha ganado para la humanidad es una seda traslúcida que nos conecta desde esas hazañas a nuestros días y nos otorgan la ilusión de un futuro reconocible. 

Catedral
I
El día es plácido. La piedra tiembla,
Desbastada, y a dar a luz comienza. Sueña
Arbotantes de poder, nervios señeros,
Pilares que simulen la firmeza del trono
Del universo. El cristal arde pleno.
La luz que la malla del cielo gris filtra,
Sueña rosetones recios que culminen
La melodía de la piedra blanca. El cielo envidia
Sus fulgores, resplandores de alma. Azul
pálido, desbordado y triste. Muge el viento. Allá arriba
Las maquinas crujen y elevan el firmamento
Hacia otra estancia infinita.
II
Oigo los pasos. Caminamos sobre esta inmensa caja
De resonancia. La voz austera explica el crucero, las capillas, entrañas.
Ojos perdidos se revelan en cada surco de la piedra. Parapetos insomnes
Que muestran la soledad del tiempo, su trabajosa acequia.
Columnas de aire informe nos rodean.
En la capilla, la virgen blanca tras el altar
Los brazos abre
Y su fecundo vientre muestra.
Oigo los pasos, como aves efímeras.
Pero hoy llueve y oímos picotazos, la sombra
Silencia el rosetón, y el coro no amanece. Dios (o el principio, el alfa, la débil luz en la niebla)
Ya no existe, ni existe el hombre al fin, encarcelado
En su silencio amargo y en el vacío de su ego derrotado.
La cajita de música ha mudado en arca hueca
Museo de un porvenir sobrepasado.
No puedo oír ahora mis pasos. Mis huellas invisibles
En el suelo cansado de los años.
III
Quien crea grandeza siempre hace algo terrible.
Muestra al animal momentáneo, y su sed
Espesa y terrible. Invierte la escala de los años.
Da alas al viento de la levedad hacia el futuro incierto,
Salvo aquel que espera, fruto del ser breve
Rayo de luz sobre la nieve coloreada
De la vidriera…
IV
Algunos caminantes despistados
Contemplan la hazaña vertical,
Oyen crujir la cadena.
Contemplan su impotencia
Y en la visión fugaz de la eternidad,
Conmigo y los futuros peregrinos
Sin saberlo, rezan
"No quiero regresar jamás.
Porque no quiero abandonar la gloria
de un instante feliz entre momentos vacuos,
porque me da miedo volver
a la fuga sin fin y al vaciar constante. Porque no quiero regresar jamás.
Porque la piedra esconde un vientre
que las calles que azota el viento niega,
Porque no quiero deambular sobre escombros".
La explanada abre surcos de asombro
y muestra sobre el frío su perla.
Porque no quiero regresar a mí.
Y a las impaciencias y temores
del hombre sin pausa entre abismos de tedio
porque ya no quiero volver a degustar
la vid del fracaso en cada primavera.
El sol de invierno entre nubes levísimas,
la blancura resalta fiera
Porque no queremos regresar a esta vida llena de cadencias
a esta vida de espanto y trabajo sin fruto,
ruega por nosotros
y luce tu mañana en la vidriera,
luce tu gloria y arrebátanos ahora y en la hora
de nuestra muerte.
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
La cadencia del susurro declina serena.
La anciana encorvada mira la piedra y llora,
El rostro de Dios ve esculpido en la piedra.
V
Dios en su trono gris, sueña desde hace eras,
Y quizá no ha visto las volutas
Ni el secreto de la piedra.
No le importa. Él sabe
Y los demás lamentan, envueltos en duda.
Ruega por nosotros, pecadores…
La virgen blanca sueña.
VI
Regresado a tu tierra, el alma en brazos
De un recuerdo que el tiempo ha detenido.
Ya no verás el día añil de la cometa.
Las castañas crujiendo contra el frío
Ni la peonza que girando tiembla. Entras en su vientre amargo.
Ancianos y turistas. Luz de luna y olor seco.
Alzas hacia su cuerpo de madera,
En el coro, una mirada antigua.
Las caras cansadas fijas, bajo la cúpula serena
Y su alternancia ambigua. Luz y oscuridad.
La bóveda celeste
No es más imponente, ni altiva.
Los brazos que la acogen, si pudiesen
Calcular, se caerían.
Y que si no amanece
Y el mundo queda hinchado en su mentira
Y que si la verdad se pareciese
Al silencio absorto del alba tranquila.
Y si todo hubiera sido distinto, o si un milagro
Descendiese ahora, y que más nos daría.
La obra está acabada. No hay más.
No está más aquí. Nos ha abandonado
Dejando los conjuros de su aullido amargo.
Porque no quiero ser yo, ni someterme
A las reglas de tu tiempo y de tu espacio
Porque mis brazos ya son débiles
Y los ojos se cansan de mirarlos.
Porque ha pasado mucho tiempo
Y es muy tarde ya para solucionarlo.
Ruega por nosotros pecadores,
Y en la hora de nuestra muerte, tráenos tu descanso.

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