Bodega Catena Zapata
Catena Alta Malbec 2009
14% Grad. Alc.
Mendoza, Argentina.
Desde hace algún tiempo ya teníamos esta botella guardada para el 17 de abril último, fecha en que se celebra el Día Mundial del Malbec (a propósito, aquí pueden leer todos los posts que Vinarquía elaboró durante esta semana, buena oportunidad para aprender más), pero un par de viajes largos e intempestivos de Cris prorrogó su descorche. No sería lo mismo beberlo solo, menos aún comprobar lo que ya imaginábamos, que sería una gran experiencia. Pues sí, nuestras expectativas eran altas ante el caldo guardado en esta delgada botella, así que ahora, juntitos, vemos cómo nuestras expectativas quedaron cortas ante la grandiosidad de este tinto.
Ante esto último y hacia la tercera copa conversábamos de que quizá esa sea una de las razones del por qué aquí en Brasil un tinto como este se venda (así, sin asco) al triple del precio al que es expendido afuera, estando prácticamente al lado de los vecinos. Además de los impuestos sobre impuestos –ojo, si algún perdido lector cayó por este rincón y piensa venir para el mundial que prepare la billetera- también debe haber aquello de que si un producto es realmente bueno elevan todavía más el precio porque saben que igual hay personas que lo van a pagar, y si un crítico famoso le otorga un puntaje alto (a este cosecha 2009 Robert Parker le dio 94 puntos, lo sabemos porque quienes lo venden por aquí hacen hincapié en informarlo con un pinche cartelito. ¿Lo pondrán a modo de justificación del precio elevado?) entonces viejo, algunos encuentran motivos suficientes para subir el precio.
Regresando a lo más importante, al vino. Este es un tinto 100% trabajado con la cepa emblemática argentina, el malbec, pero que a su vez es un blend de terroirs: 54% de las uvas provienen del Viñedo Adrianna ubicado a 1,450 m.s.n.m; 30% del viñedo Nicasia a 1,095 m.s.n.m; 10% del viñedo Angélica a 920 m.s.n.m; y 6% del viñedo La Pirámide a 950 m.s.n.m.
Son pocas las veces en las que coincidimos con la descripción de la etiqueta posterior, ya sea por nuestras limitadas percepciones o por la mente fértil del marketero con ínfulas de poeta encargado de escribir los detalles del tinto en la contra etiqueta, pero en esta oportunidad la descripción que trae le cae como un guante de seda: “… así como la unión de sonidos que crean una sinfonía…” Podríamos asegurar que el compadre que escribió aquello estaba bajo el influjo del elixir que contiene esta botella. No exagera ni un ápice.
A la vista, es de un violeta muy oscuro, casi negro, con bordes brillantes. Es muy denso, demora el caldo en caer por las paredes de la copa, las tiñe, las acaricia.
En nariz, la primera copa -de ambos- es una explosión de fruta madura negra. Hacia la segunda copa Cris le encuentra, además de la fruta, algo como a madera muy tenue. En la tercera copa hay notas de vainilla y de café.
En boca, de una densidad mayor que la media, es corpulento, de una buena acidez, taninos suaves y aterciopelados, aquí lo afrutado también destaca sobre todo en las primeras copas. En la segunda copa la suave sensación a madera y vainilla aparecen. En la tercera Cris encuentra una fuerte y rica sensación a clavo. De final largo con retrogusto algo especiado y lácteo.
Acompañó unos gyros de carne, y luego unos cubos de queso para picar. Es muy voluminoso en boca, muy aterciopelado, derrocha elegancia. Normalmente una botella la acabamos entre el almuerzo y la cena pero ésta es una de las pocas veces que la terminamos en 4 horas y media, con la botella de cabeza por un buen tiempo para no dejar ni una sola gota. A los US$ 39,90 (unos RS 87,80 al cambio brasileño de aquel tiempo) encontrados aquí los vale, y cómo; excelente rpc. No deja de ser un vino barato pero es un placer que pocas bebidas a ese precio otorgarán. Para ser alabado al estilo musulmán.
Estábamos escuchando algunos discos de rock brasileño en internet para saber si los adquirimos en vinilo, pero a este tinto definitivamente le viene mejor música como esta: