Eligió con esmero en internet un restaurante que le asegurara un ambiente cálido, velas y música de violines. La prostituta, una guapa joven de veinte años con necesidad de pagarse los estudios de enfermería, cumplió con creces su papel y acudió a la cita vestida con un elegante vestido negro muy escotado que, por supuesto, él le había regalado esa misma tarde.
Durante la cena, el guión preestablecido y acordado cambió de rumbo. Fue después del segundo plato. Una de las camareras se acercó a su mesa para ofrecerles la carta de postres. El calambre entró por los ojos y bajó por toda la espina dorsal del hombre. Fue un flechazo. “Creo que me he enamorado de esa mujer”, le confesó sincero a su acompañante.
Ella, fiel a su papel de “novia-celebrando-el-día-de-San-Valentín-con-su-prometido”, no dudó un instante en asir con fuerza el cuchillo… y usarlo. Aun a sabiendas de que ya no cobraría por aquel trabajo.
Mejorando lo presente es una sección de Eduardo Cruz Acillona para Abracadabra