Ningún poema resume esto, por más que quieran poner justificaciones:
Mientras bajaba por la infame escalera, tú salías por la puerta, y por un momento vi tu rostro nada familiar y tú me viste. Luego me escondí donde no me vieses de nuevo, y tú pasaste rápido ocultando tu rostro, y te metiste a la casa infame donde no podrías encontrar placer, como yo no lo había encontrado.
Y aún así, el amor que buscabas, yo lo tenía para dártelo; el amor que yo quería– tus ojos me lo dijeron tus cansados y desconfiados ojos– tú lo tenías para dármelo. Nuestros cuerpos se sintieron y se buscaron; nuestra sangre y nuestra piel entendieron.
Pero ambos nos ocultamos turbados.